Relaciones con la colonias iraníes

 ESTUDIOS SOBRE SIRA

 

Traducción: 'Abdullah Tous y Naÿat Labrador

 

Bahrein (al-Hasa)

        La provincia litoral de Arabia oriental llamada ahora al-Hasa, se llamaba Bahrain en la época que nos ocupa (la isla de Bahrain se llamaba entonces Uwal). Sin remontarnos profundamente en la historia, recordemos que Bahrain formaba parte del imperio iraní desde Chapur II (310-379). Su gobernador era un philarque árabe, nombrado por el rey de Hirá, pero que tenía a su lado, al menos en los últimos tiempos de los sasanníes, a un alto dignatario persa. Concluyamos diciendo que Bahrain había sido anexionado por los lajamíes sin la ayuda imperial persa, por lo que pudieron ejercer la administración de forma muy independiente.

 

        Encontramos dos nombres topográficos importantes: Muchaqqar y Hayar. Según nuestras fuentes, el sátrapa persa tenía su residencia en Hayar; y la gran feria anual se celebraba en Muchaqqar. Hayar significa literalmente la ciudad, la ciudad por excelencia, y Muchaqqar quiere decir royo. Quizás la ciudadela se encontraba en Hayar, y los caravaneros no se dirigían mas que a las afueras, en Muchaqqar. Hayar es al-Hufuf moderno.

 

        Los Tarnim y los ‘Abd al-Qais habitaban la región. Ibn Habib dice que los ‘Abd al-Qais tenían un ídolo, Dhu’l-Labat, en Muchaqqar, ídolo cuyos capellanes hereditarios eran del clan de los Banu ‘Amir. El autor añade que la fórmula empleada por los peregrinos de Dhu’l-Labat era: “Aquí estamos, OH Allah, hemos aquí. Aquí estamos, OH Señor, aparta a los Mudaríes lejos de nosotros, protégenos en el viaje y protégenos, OH Allah de los de Hayar”. ¿Temían ellos pues a los gobernantes (iraníes) de Hayar?.

 

        En cuanto a la organización administrativa en las vísperas del Islam, no está muy claro. Ibn Habib dice que los emperadores iraníes nombraban a los gobernadores de Bahrain entre los miembros del clan, ‘Abdallah ibn Zaid –del que era Mundhir ibn Sawa- de la tribu de Tamin. Tenemos la correspondencia del Profeta con un persa: “Usaibujt, sahib (gobernador) de Bahrain”: La carta del Profeta al persa Hurmuzan, sin título alguno, no será tomada en consideración aquí. Pero tenemos que señalar que las cartas de Muhammad a la atención de Muhndhir ibn Sawa no le dan ninguna función. ¿Había quizás sido apartado del poder en este momento por el caprichoso emperador, como a tantos otros funcionarios árabes?.

 

632.   Sea lo que sea, las relaciones diplomáticas del Islam con Mundhir son de las más antiguas. Según Ibn Hanbal, Muhammad, en su juventud, había visitado esta región y la conocía muy bien. Según Baladhuri, el Profeta dirigió su primera carta a Mundhir hacia el año 6 H., pero no aporta el texto. ¿Fue esto antes del envío de las seis crtas a los diferentes soberanos al comienzo del año 7 H.?. Poseemos el texto de las 8 cartas del Profeta dirigidas personalmente a Mundhir, además de las que envió a los miembros de las tribus Tamin de ‘Abd al-Qais, etc. Las hemos clasificado según el contenido. Veamos la primera:

         “De Muhammad, enviado de Allah, a al-Mundhir ibn Sawa; paz a los que siguen el verdadero camino. Yo te invito a que aceptes el Islam. Sométete y serás salvo, y Allah hará tuyo todo lo que se encuentra bajo tus manos. Mira que mi dîn va a triunfar hasta los confines donde puedan pisar caballos o camellos.

El Sello: Muhammad Rasul Allah” 

 

        El portador de la carta al’Ala ibn al-Hadrami, vivía en Meca, y recibió orden de que se quedara en Bahrain en caso de conversión de Mundhir, y se encargara del gobierno de los musulmanes del país, y de ayudar a los pobres por medios de las tasas a los ricos. Al llegar a su destino, dijo el mensajero: “¡Oh Mundhir!, tienes fama por tu gran conocimiento de los negocios de aquí abajo. Es necesario pues que comprendas también los de allá. El maguismo la peor de las religiones: no posee ni el sentido del honor árabe, ni el saber de las gentes de la Sagrada Escritura (judíos y cristianos) : practica matrimonios incestuosos y vergonzosos; y adora al fuego que los devorará el día de la Resurrección. No careces de inteligencia ni de sabiduría. ¿Es necesario desconfiar del que jamás ha traicionado, negar al que jamás ha mentido y no creer en aquel que nunca ha faltado?. Si estas cualidades que yo le atribuyo son ciertas es porque él debe ser el Profeta ummi (iletrado). Por Allah, nadie puede decir que las cosas que él prohíbe serían mejor declararlas ilícitas; de igual forma ningún hombre inteligentes y sabio podría decir que él debía ser más indulgente en sus castigos, o más severo en aquellos momentos en que él perdona”. Mundhir respondió; “Lo que más me gusta de vuestra religión es que no se limita solo al mundo terrenal o al mundo espiritual sino que más bien compagina armoniosamente los dos mundos. ¿Por qué no convertirme a ella?”.

 

        La respuesta de Mundhir a la invitación del Profeta no conoce exactamente, pero no debió ser hostil. Quizás pidiera aclaración sobre el reparto de poderes entre él mismo y el Residente musulmán. El texto siguiente pudo ser quizás la respuesta del Profeta:

       “Con el nombre de Allah el muy Misericordioso, el Todo Misericordioso.

 

       De Muhammad enviado de Allah, a al-Mundhir ibn Sawa:

        La paz sea contigo. Ahora yo te envío las alabanzas de Allah fuera del cual no hay otro Allah y te hago saber que El no es ningún Allah sino Allah mismo y que Muhammad es su siervo y su enviado. Yo le recuerdo a Allah el Todo Poderoso y Muy Majestuoso; y todo aquel que sigue un buen consejo, lo sigue en su propio interés, y cualquiera que obedece a mis enviados y se pone a sus órdenes es a mí mismo a quien obedece. Y cualquiera que es respetado por ellos, yo también lo respetaré. Ahora bien mis enviados han hecho elogios de ti y yo admito tu intercesión en favor de tu pueblo. Deja pues en manos de los musulmanes lo que ellos poseían desde antes de su islamización. Y yo perdono a los culpables. Acepto pues (¿sus disculpas?). En cuanto a nosotros, siempre que tu comportamiento sea bueno no te suspenderemos de tus funciones. Por el contrario todo aquel que persista en su judaísmo o en su maquismo, será sometido al yizyah.

El sello: Muhammad Rasul Allah.”

 

 

        Se ha encontrado el original del documento que describimos antes. Las fórmulas de salutación en este texto implican que Mundhir había abrazado ya el Islam; porque la fórmula invariable del Profeta a la atención de los no musulmanes era “la paz sobre aquel que sigue el camino verdadero”. Las frases “cualquiera que obedece a mis enviados” y “no te suspenderemos de tus funciones” hacen creer que hubo una división del poder civil en la “provincia” de Bahrain, entre el “Residente” musulmán y el jefe indígena. Puede ser que la administración de los convertidos al Islam, la retención de las tasas religiosas y la información y propagación del Islam entre los demás pertenecieran al Residente; y por el contrario la administración de los habitantes no musulmanes continuó en manos de Mundhir. Sea lo que sea, leemos después de Abû Ya’la (citado por Ibn Hajar, Matalib, Nº 3867): “El Jefe de Bahrain (al-Ahsa moderno) envió al Profeta un presente formado por joyas (quizás conchas para hacer collares) y el Profeta una de sus fervientes fieles, ar-Rubaiyi’ bin Mu’auwidh, le llenó las manos con aquello”. El motivo parece haber sido que esta joven mujer participó activamente en las expediciones militares trabajando de enfermera (Bujari, 56/67, 68; ibn Hayar, Isabah, mujer 415). Esta impresión está contrastada por otro documento fechado probablemente el año 9 H. en los preparativos para la expedición de Tabuk:

         “A al-‘Ala’ ibn al-Hadrami:

         En este momento, envío a alguien a al-Mundhir ibn Sawa como yizyah. Cógelo en este concepto, y envía al mismo tiempo lo que hayas podido reunir en concepto de sadaqa (¿tasas sobre las cosechas?). Te saluda. Escrito por Ubaiy”. 

 

        El envío de 80.000 dirhan a Medina de que hablan las fuentes debe tratarse de esta misma época.

 

        No hay ni que dudar que el Residente musulmán se interesaría antes que nada a la difusión del Islam en esa región en la que el maguismo había prendido los árabes a causa de la influencia iraní. Había judíos y ciertamente también idólatras entre los árabes; pero los documentos no señalan cristianos en esta región. Entre los idólatras encontramos a los que adoraban al caballo, y que eran llamados los asbadh, asp es igual a caballo en persa, ¿esta comunidad era quizás de origen persa? (cf. infra 693 también). Poseemos una importante proclamación a este respecto, que habla también de los molinos, de los impuestos y de la propiedad pública de una comunidad después de su islamización:

      “Del Profeta Muhammad enviado de Allah a los Asbadhíes servidores de Allah, príncipes de ‘Uman y Asbadh de ‘Uman, a aquellos de entre ellos que se encuentren en Bahrain:

       Quedarán protegidos si creen, celebran los oficios, pagan el çakat, obedecen a Allah y a su enviado, pagan lo que deben al Profeta y siguen el camino de los musulmanes. Y les quedará reconocido aquello que poseyeran antes de su islamización, siempre con la exclusión, del tesoro del templo de fuego que corresponderá a Allah y a su enviado. Los diezmos sobre los frutos pasará como sadaqa, de igual forma que el medio diezmo (1/20) sobre los cereales. Les corresponderá ayudar a los musulmanes con su asistencia y buena disposición. Recaerá sobre ellos la misma obligación que a los musulmanes. En cuanto a sus molinos, podrán moler sus granos libremente”.

 

        Habiendo los magos abrazado el Islam, sus antiguos templos al fuego no tenían ninguna razón de ser: se los dedicó sin duda a otros usos y naturalmente sus tesoros, consecuencias de las ofrendas, fueron a parar al estado como bien público. La importancia de los molinos merecía sin duda una mención particular; desgraciadamente no poseemos más detalles a este respecto.

 

        Los cronistas no hablan de ninguna sublevación contra la autoridad musulmana, pero entre líneas podemos apreciar algo de esto en el siguiente texto:

      “Del Profeta Muhammad enviado de Allah, a los habitantes de Hajar:

Estad en paz. Os envío las bendiciones de Allah, fuera del cual no hay otro. Os recomiendo, en el nombre de Allah y de vuestras almas que no os perdáis después de haber sido guiados, y de que no extraviéis después de haber sido puestos en el buen camino. Además vuestra delegación ha sido insolente sin que yo hubiera hecho nada para disgustarla. Ahora bien, si yo extremara mis derechos sobre vosotros, os expulsaría de Hayar. Pero uso indulgencia para con los ausentes entre vosotros, y generosidad para con los presentes de entre vosotros. Reconoced pues la gracia de Allah hacia vosotros. Me ha llegado la noticia de lo que habéis hecho. Por consecuencia, la falta del culpable no caerá sobre aquel de entre vosotros que no esté ligado a ellos. Y desde que mis gobernadores lleguen a vuestro país, les obedeceréis y les ayudaréis por la causa de Allah y seguiréis su camino. Porque cualquiera entre vosotros que haga una buena acción no la perderá ni ante Allah ni ante mi”.

 

        Quizás estas gentes se negaran a pagar las tasas, a aceptar a un jefe llegado de Medina. Más probable es la hipótesis de un pretendiente local al poder de Mundhir. En efecto, al final de la carta anterior, la versión de Ibn Sa’d añade lo siguiente:

      “A al-Mundhir ibn Sawa: Puesto que mis enviados han hecho elogio de ti. El tiempo que tú comportes bien, yo me comportaré bien contigo y te recompensaré. Y tú quedarás sincero hacia Allah y su enviado. La paz sea contigo”.

 

        Poseemos también una carta, que parece ser la respuesta a la precedente; y fue escrita según nuestra fuentes por Mundhir:

“OH enviado de Allah, he leído tu epístola a los habitantes de Bahrain. De los cuales unos aman el Islam, el Islam les gusta, y a él se adhieren. Otros a los que el Islam les disgusta. Hay también magos y judíos en mi territorio; dime tus voluntades a este respecto.”

 

        La historia nos ha conservado la respuesta a esta carta, así como otros escritos de Muhammad a Mundhir. Sin citar inextenso, bastará señalar que él aplica a Mundhir los principios esenciales del islamismo, tales como los oficios diarios, e impuso, o más bien conservó, mutatis mutandis, la ley persa hacia los no militares, o sea una tasa sobre los habitantes judíos o magos del país. Recordemos que esta capitación sobre los no musulmanes, no era para la mayor parte más que una distinción técnica: los musulmanes pagaban la tasa de çakat sobre su dinero y su ganado, y los no musulmanes estaban totalmente exentos de ello; sobre las tierras cultivadas, los musulmanes pagaban los diezmos sobre las cosechas, y los no musulmanes más tasas agrícolas fijas bajo el nombre de jaray, a menudo acordado mediante tratados efectuados en la conquista. Las dos formas de tasas eran diferentes, y no es siempre posible decir cual de ellas era más pesada. Los sujetos no militares no estaban obligados al servicio militar, pero si lo ejecutaban, no estaban obligados a pagar la capitación de ese año. En una de sus instrucciones a Mundhir, el Profeta decía que todo hombre que no poseyera tierra, o sea que se ganara la vida por otros medios, tales como la industria o el comercio, pagara 4 dirham y un abrigo (‘aba’ah) por año.

 

        Citaremos un último documento dimanante del Profeta y dirigido a Mundhir, con respecto a los magos:

“Si se someten al Islam, tendrán los mismos derechos y las mismas obligaciones que nosotros. A aquel que lo rechace, le impondrás la capitación, sin que podamos comer el ganado sacrificado por ellos, ni desposar a sus mujeres"

 

        Según el Corán, los musulmanes están autorizados a comer el ganado sacrificado por judíos y cristianos; aquí se les prohíbe cuando se trate de carniceros zoroastrianos. Probablemente su forma de matar al animal era menos higiénica. También está aquí prohibido el tomar a las mujeres zoroastrianas como esposas. Las religiones en general permiten casarse con la mujer, cualquiera que sea su religión, esperando probablemente una eventual conversión; dicho versículo del Corán permite a los musulmanes casarse con mujeres de la gente del libro (judías y cristianas), pero prohíbe formalmente casarse con una mujer idólatra. Pensamos que había también otra razón: El Islam daba una gran importancia a la pureza de sangre, y los magos practicaban matrimonios incestuosos, tales como entre hermanos consanguíneos, con sus hijas, etc., con lo que se perdía toda genealogía.

 

OTRAS COLONIAS PERSAS EN ARABIA

 

La tribu de Tarmim

        El Jefe de Bahrain, Mundhir, pertenecía a la tribu de Tarmim, de la que una parte llevaba vida nómada en el desierto. Por razones inexplicables, esta tribu del extremo Este de Arabia gozaba de cierta influencia en la administración de Meca, en el extremo Oeste de la península. En efecto, eran los Tamimíes quienes estaban encargados de los ritos de la peregrinación a ‘Arafa, y poseían el privilegio de la Iyaza o celebración del fin de las ceremonias. Eran igualmente ellos quienes ocupaban el cargo de árbitros en la gran feria de ‘Ukar en las afueras de Meca.

 

        Dice Suhaili que ‘Utarid al-Tamimi se presentó una vez ante Cosroes y solicitó de él permiso para llevar a su tribu a pastar a territorio persa, mientras durara la sequía. Cosroes pidió garantías de la buena conducta de la tribu durante su estancia, queriendo estar seguro de que partirían apenas terminara la estación. ‘Utarid, al modo beduino, ofreció su arco; hubo cortesanos que explicaron al asombrado emperador que ninguna garantía sería más eficaz que este arco beduino. Después de algunos meses, ‘Utarid se presentó ante el emperador, para agradecerle su hospitalidad, y para despedirse antes de volver al interior de Arabia, sin olvidar reclamar su arco depositado en garantía. El emperador, conmovido por la buena conducta de ‘Utarid y de su pueblo, le otorgó un manto real. El beduino estaba orgulloso de él y lo llevaba en las grandes solemnidades. Así lo hizo en su visita al Profeta, y fue censurado por éste: probablemente el manto era de seda. Ya volveremos a tocar este asunto.

 

        La misma fuente (11, 335) añade que los Tamim tenían un ídolo hecho de tela, y que adornaban con tintura de azafrán y con perfumes. Los Tamim lo visitaban en peregrinación. El poeta ar-Zibriqan parece ser que fue su servidor o guardián.

        La islamización tuvo lugar en circunstancias curiosas: en el año 9 H., el Profeta envió un funcionario ante la tribu de Juza’a, para recibir las tasas anuales sobre el ganado que pastaba alrededor del lago Dhat al-Achtat. Algunas familias de los Tamimíes, (sobre todo los Banu’l ‘ansbar), se encontraban también en el mismo lugar (acogidos seguramente en hospitalidad durante una sequía). Los Juza’ities estaban islamizados y pagaron sus tasas sin murmurar. El recaudador de impuestos exigió igual pago a los Tamimíes; estos según parece, no habiendo aún abrazado el Islam, se negaron a ello, y tomaron las armas. El recaudador volvió a Medina para dar parte del incidente al Profeta. Entre tanto, los Juza’itíes obligaron a sus incómodos huéspedes a abandonar el país por miedo a las consecuencias de sus amenazas a los delegados del Profeta. Los ‘Anbaríes buscaron otros protectores, pero un destacamento militar que vino de Meca pudo encontrarlos e hizo prisioneros de ellos a 11 hombres, 11 mujeres y 30 niños y los condujo a Medina: los otros escaparon. Los Tamimíes, ‘Anbaríes y otros, enviaron ante el Profeta una importante delegación bajo las órdenes de al-A’war ibn Bachchmah, cuya hermana Safiya se encontraba entre los prisioneros de guerra. Formaba parte de la delegación al-aqra’ ibn Habir- que había abrazado el Islam desde hacía por lo menos un año- ‘Utarid llevaba el manto de Cosroes) el poeta Zibraqan, y otros. El encuentro fue muy pintoresco: tan pronto llegaron, estos rudos beduinos comenzaron a gritar delante de la puerta de la casa del Profeta para que él saliera y los recibiera inmediatamente; añadieron que ellos eran capaces de deshacer la reputación del que fuera. Muhammad salió, les habló dulcemente durante unos momentos. Después se dirigió a la mezquita para presidir los oficios del medio día. Después del salat, los recibió en audiencia. Inmediatamente ‘Utarid se levantó y pronunció un discurso, en el que dijo que los Tamimíes  tenian en su seno  unos reyes, que eran tan ricos como generosos, y que ellos eran muchos y poderosos. Esto era un desafío a la beduina. Muhammad pidió a su secretario mediní, Thabit ibn Qais que le respondiera. Este tenía fama de su potente voz. En su improvisado discurso, dijo entre otras cosas que ellos en lugar de reyes  Allah les habían dado algo infinitamente mejor: un Profeta, un Libro Santo (Corán) y una religión para el bien de todo el mundo. Añadió: contrariamente a lo que ocurre entre vosotros, nosotros seguiremos a este Profeta, lo protegeremos y sacrificando nuestra vida y nuestros bienes combatiremos contra todo aquel que se oponga a él.

 

        El poeta Tamimí Zibriqan se levantó entonces; y enumeró les méritos de su tribu. El poeta mediní Hassan fue llamado a responderle. Su improvisado poema no fue menos sonoro. Los Tamimíes se retiraron para deliberar y se dijeron entre ellos: su orador es mejor que el nuestro, y lo mismo su poeta; tiene la voz más dulce también; además Muhammad ha sido más caballero que nosotros, que nos hemos conducido con rudeza. Decidieron abrazar el Islam. Seguidamente solicitaron el perdón para los prisioneros. Muhammad pidió a uno de los delegados Tamimíes presentes, Sabirah ibn ‘Amr, que fuera juez de la cuestión. Diciendo que él aceptaría su decisión. Este decidió que la mitad de los prisioneros fuera liberada gratuitamente, y la otra mitad lo fuera por medio del rescate habitual. Ibn Hicham añadió: cuando se produjo esta expedición, ‘Aicha, esposa del Profeta dijo un día: “OH mensajero de Allah, hice hace mucho tiempo voto de liberar de la esclavitud a un descendiente de Ismael ( un árabe)”, y el Profeta le respondió: Aquí tenemos a los Tamimíes que vendrán muy pronto, así podrás liberar al que quieras de ellos. Y ella lo hizo cuando los cautivos fueron llevados a Medina. En cuanto a la hermana del jefe de la delegación, Muhammad se la dio gratuitamente. Además el Profeta dio regalos a cada uno de los miembros de la delegación, incluso al chico que guardaba los camellos.

 

        Así el incidente fue arreglado amistosamente, y el Islam comenzó a penetrar en esta región del Golfo Pérsico, país de los Tamim.

 

        La historia nos habla de al menos 9 cartas del Profeta a los Tamimíes; desgraciadamente los textos de la mayor parte de estos documentos no han sido conservados. En lo que concierne a dos destinatarios, Qatadah ibn al-A’war y Hussain ibn Muchmit, Muhammad les otorgó unos feudos; en cuanto a Ahmar ibn Mu’awiya, le aseguró su protección para todos sus bienes, e hizo proclamar que cualquiera que perjudicara a esta familia sería severamente castigado. La carta a la Tamamí Qaila bint Majramad es curiosa:

“El Profeta escribió esto que sigue en un trozo de piel roja: Para Qaila y para las mujeres que son hijas de Qaila; que ninguno de sus derechos sean violados, y que no sufran ningún matrimonio con coacción. Cualquier creyente sumiso ganará su prestigio. Que ellas hagan el bien y eviten el mal”

 

        Ignoramos las circunstancias de esta carta. Mucho más importante fue la intervención de esta Qaila en otro asunto: Aunque Tamimi, estaba casada en otra tribu (posiblemente los Bakr ibn Wa’il); una delegación de esta última tribu, islamizada por otra parte, había solicitado del Profeta que le concediera todo el desierto de Dahna como feudo a esta tribu. Los intereses de los Tamimíes se vieron fuertemente comprometidos. Viendo esto, Qaila intervino enérgicamente para disuadir al Profeta de conceder tal injusticia; y lo logró.

 

        El Tamimí al-Aktham ibn Saifiy quería presentarse personalmente ante el Profeta, pero sus parientes se lo impidieron, diciéndole que era demasiado viejo y que había muchos peligros por el camino. Entonces envió la siguiente carta, que llevó su hijo.

 

      “En tu nombre, OH Allah. De un siervo (de Allah) a otro siervo. Haznos llegar lo que te ha llegado, porque hemos recibido noticias concernientes a ti de las cuales no conocemos su origen. Si has sido guiado, guíanos tú a nosotros; y si se te ha enseñado, enséñanos tú y haznos participar de tu bien. Te saludamos”.

 

      “De Muhammad, enviado de Allah, a al-Aktham ibn Saifiy. La paz de Allah. Yo te envío las bendiciones de Allah. En efecto Allah me ha mandado decir que no hay otro Allah más que el propio Allah, sin ningún asociado, y que yo ordeno a las gentes que lo digan igualmente. Las criaturas son criaturas de Allah y todas les pertenecen. Allah las ha creado; es Allah quien les da la muerte, y es él quien las resucitará, y hacia él irán. Os llamo por la llamada de los Profetas. En verdad serás interrogado sobre este gran acontecimiento, y en verdad, podrás transmitir la noticia.”

 

        Pero hay que reconocer que las más antiguas fuentes no hablan de este intercambio epistolar.

 

        Terminemos la cuestión de los Tamimíes mencionando que después de la muerte de Muhammad, se detecta en ellos un cierto alejamiento: estaba dirigido por una tal Sayahi, que pretendía ser una profetisa. Poco después ella se casó con otro impostor, Musailimah, de la tribu de los Banu Hanifah, renunciando a su título de profetisa. Más tarde ella retornó al Islam, y murió a edad avanzada. El caso de Sayahi, como profetisa, es interesante en la historia islámica: nos da medios para juzgar la posición de la mujer árabe en esa época.

 

        Entre los vecinos de la región de Bahrain sometidos a la influencia iraní se encuentra la gran tribu de los Bakr ibn Wa’il. Habitaba esta tribu en el extremo norte de la península, al N.O. de Basrah. Antes del Islam se distinguió por su talante belicoso: Taghlib era hermano de Bakr, y la fratricida guerra de Bakr y Taghlib fue una de las más largas y sangrientas de la Arabia preislámica. Los Sasaníes habían castigado duramente a esta tribu entre las demás y por tanto eran muy hostiles hacia Persa. No nos asombremos que el Profeta se interesara por ella y le escribiera una carta pidiendo su adhesión. Ibn Sa’d añade que no había nadie en el seno de la tribu que pudiera leer esta carta, hasta que un miembro de la tribu Banû l-Katib se trasladó a ella. Las fuentes no precisan cuál fue la reacción, pero es seguro que Huraith ibn Hassan, de la rama de Chaibran, dirigió una delegación de los Bakr ibn Wail ante el Profeta para anunciarle la islamización de su pueblo. Fue este Huraith quien había solicitado la donación como feudo de todo el desierto de Dahna, a costa de los Tamimíes, hecho que acabamos de señalar. Ibn al-Athir nos dice que el Profeta escribió una carta en favor de ‘Adi ibn Charahil (de la rama de ‘Amir ibn Dhuhl, entre los Bakr ibn Wa’il), pero no cita su contenido. Puede tratarse de una protección de bienes o de un otorgamiento de tierras en concepto de feudo.

 

        Ibn Hanbal habla de un Wa’ili que decía: “He preguntado al Profeta: Recaudas los diezmos a mi pueblo y él respondió: No, los diezmos pesan sobre los judíos y cristianos; los musulmanes no tienen que pagar diezmos. ¿Se trata quizás de impuestos aduaneros, o de impuestos sobre las minas?. Los musulmanes pagaban sólo una veinteava parta.

        Señalemos por fin que algunos meses después de la muerte del Profeta, los Chaibaníes islamizados estaban en plena revuelta contra la dominación persa; los primeros éxitos de esta tribu persuadieron al califa Abû Bakr de enviarles no sólo refuerzos, sino incluso al mejor comandante musulmán: Jalid Espada de Allah. ¿Podemos creer que los Chaibaríes y las otras ramas de Bakr ibn Wa’il habían recibido instrucciones precisas por parte del Profeta en cuanto a la política a seguir con los persas?