LA PRÁCTICA DEL SALÂT ‘ALÀ N-NABÍ

 

    ínna llâha wa malâ:ikatahu yusallûna ‘alà n-nabí*

yâ: ayyuhâ l-ladzîna â:manû sallû ‘aláihi wa sallimû taslîma*

 

Ciertamente, Allah y sus ángeles bendicen al Profeta.

¡Oh, vosotros, los que habéis abierto vuestros corazones a Allah! bendecidlo y saludadlo con frecuencia.

(Corán)

 

         El acto de bendecir al Profeta (Salât ‘alà n-Nabí) es una práctica insistente que consiste en que cada vez que se menciona al Profeta (Rasûl, Nabí) su nombre va seguido de la expresión sallâ llâhu ‘aláihi wa sállam, Allah lo bendiga y salude, que en esta publicación abreviamos con las iniciales s.a.s. Además, los musulmanes dedican tiempo a concentrarse en esta saludable costumbre, y emplean para ello invocaciones que tienen su origen en el Profeta mismo y otras inspiradas por grandes maestros, logrando así estar constantemente en presencia de Sidnâ Muhammad (s.a.s.). Especialmente entre los sufíes, esta práctica es un método de un gran valor y eficacia espiritual, capaz de desencadenar importantes experiencias místicas.

 

         En este caso, hemos traducido el término Salât por Bendiciones aunque somos plenamente conscientes de la insuficiencia de esta versión. El término árabe es rico en matices cuya exposición rebasaría los límites de este artículo. Valga por ahora esta aproximación, que intentaremos corregir en próximas ocasiones en Musulmanes Andaluces, in shâ Allah.

 

         He aquí a continuación un texto sufí perteneciente a la escuela qâdiri que enumera las bondades y ventajas de esta práctica, muy aconsejada a todos los musulmanes sin excepción:

         Has de saber que el acto de invocar bendiciones en favor del Profeta (Salât ‘alà n-Nabí) es una de las mayores ofrendas con las que el ser humano se acerca a Allah, es también una obediencia excelsa a sus órdenes y la más elevada de las prácticas espirituales. Allah nos ha ordenado realizarla como forma de enaltecer y honrar al Profeta, reconociendo su excelencia y glorificando su rango, y ha prometido a quien se consagra a bendecir al Profeta el más hermoso de los destinos y la consecución de una recompensa abundante. Pronunciar esas bendiciones es una de las acciones cuyo éxito es más seguro. Son las palabras más prudentes. El estado de quien realiza esas bendiciones es el más puro. Es la ofrenda más afortunada y la fuente más abundante de bondades para quien insiste en esa noble práctica. Con ella, el siervo se acerca al Misericordioso, se conquista la felicidad y la satisfacción, y es la que permite manifestarse a la Báraka y con ella Allah responde a las invocaciones y ruegos que se le dirijan. Esas bendiciones pronunciadas son escala a los más altos grados, recomponen los corazones y por ellas son disculpadas las peores torpezas del ser humano.

 

         Por esas bendiciones que dirige al Profeta, el siervo obtiene diez carismas: 1- la cercanía al Misericordioso, 2- peso añadido a su favor en la Balanza, 3- la entrada en los Jardines, 4- aumento de sensibilidad espiritual, 5- elevación de rango espiritual sobre sus semejantes, 6- salvarse de los Çabânia guardianes del Fuego, 7- desaparición del olvido, 8- testimonio en su favor de los dos ángeles que acompañan al ser humano, 9- que éstos además invoquen en su favor, 10- seguridad ante la Ira de Allah.

 

         Ibn Farhûn dijo que la práctica del Salât ‘alà n-Nabí es causa de otros diez carismas: 1- provocan a su vez que el Rey Inmenso bendiga a quien bendice al Profeta, 2- obligan al Profeta a interceder ante Allah en favor de quien lo bendice, 3- con esas bendiciones, el siervo se asemeja a los ángeles puros, 4- con ellas el siervo también se diferencia de los hipócritas y los no-musulmanes, 5- borra sus errores y toda causa de vergüenza ante Allah, 6- son auxilio a la hora de acabar con desgracias y tribulaciones, 7- iluminan el cuerpo y el corazón, 8- salvan de la calamidad en la Morada del Sufrimiento, 9- permiten entrar en la Morada de la Eternidad, 10- hacen vivir en la Paz del Compasivo, el Disculpador.

 

         En el libro “Jardines de Luz en las bendiciones y saludos al Profeta, el Elegido” se enumeran los frutos que recoge el siervo cuando se consagra al Salât ‘alà n-Nabí y las bondades con que lo revisten: 1- al bendecir al Profeta, el siervo cumple con una orden expresa de Allah, que le impone gratitud hacia Sidnâ Muhammad (s.a.s.), 2- al bendecir al Profeta, el siervo coincide con Allah, 3- también coincide con los ángeles, 4- por cada bendición que dirige al Profeta obtiene diez bendiciones de Allah, 5- cada bendición lo eleva diez grados, 6- se anotan en su Libro diez bondades, 7- se anulan diez de sus torpezas, 8- puede esperar que sus ruegos sean atendidos por Allah, 9- provoca la intercesión del Profeta, 10- son causa para que se le perdonen sus faltas y se disimulen sus defectos, 11- lo consuelan en la preocupación, 12- lo acercan al Profeta (s.a.s.), 13- sustituyen a una sádaqa (o valen lo que una sádaqa), 14- satisfacen necesidades, 15- hacen que Allah y los ángeles bendigan al que bendice a Sidnâ Muhammad (s.a.s.), 16- purifican e iluminan al que las realiza, 17- hacen que al siervo se le anuncie felizmente el Jardín antes de su muerte, 18- salvan del terror el Día de la Resurrección, 19- el Profeta responde a quien lo bendice y salude, 20- las bendiciones al Profeta hacen recuperar la Memoria, 21- cuando se pronuncian en una reunión la perfuman e impiden que se vuelva contra quien las dice causando su ruina el Día de la Resurrección, 22- las bendiciones en favor del Profeta combaten la pobreza, 23- eliminan el calificativo de ‘avaro’ de quien bendice al Profeta cada vez que se le menciona, 24- protege contra la maldición en que cae quien no bendice al Profeta (s.a.s.), 25- conduce a quien la practica por el Camino del Jardín mientras que la renuncia a bendecir a Sidnâ Muhammad (s.a.s.) guía por el Camino del Fuego, 26- la práctica del Salât ‘alà n-Nabí salvaguarda a quien la realiza del mal de toda asamblea en la que no es mencionado Allah ni el Mensajero (s.a.s.), 27- es el complemento que hace perfecta la mención primero del Nombre de Allah, 28- permite a quien la realiza tener éxito en la travesía, el Día de la Resurrección, sobre el Sendero Recto, 29- saca al siervo de la actitud de frialdad o el desdén en su relación con el Profeta (s.a.s.), 30- Allah propaga entre el cielo y la tierra las virtudes y elogios de quien bendice a Sidnâ Muhammad (s.a.s.), 31- desencadenan la Misericordia de Allah, 32- precipitan la Báraka, 33- siembra en el corazón de quien se consagra a esta práctica el amor hacia Rasûlullâh (s.a.s.), y lo aumenta y lo intensifica, y sentir ese amor es una de las condiciones para el despertar de la sensibilidad espiritual, 34- y, en contrapartida, provocan el amor del Profeta hacia quien lo bendice, 35- esas bendiciones encauzan la vida del siervo hacia el mejor de los destinos y son signo de la vida de su corazón, 36- la práctica del Salât ‘alà n-Nabí pone al que la realiza ante el Profeta (s.a.s.) y éste lo menciona, 37- da firmeza al pie (aumenta la resolución), 38- bendecirlo es lo menos que se puede hacer para devolverle su inmenso favor, 39- bendecir al Profeta lleva implícito un elogio de Allah, pues es Él el que nos ha beneficiado con Muhammad (s.a.s.), 40- las bendiciones en favor del Profeta deben ir mezcladas con ruegos dirigidos a Allah en beneficio propio, de modo que estos quedan reforzados por la mención del Nabí (s.a.s.), 41- la mayor de las virtudes de la práctica del Salât ‘alà n-Nabí es que sella con su noble forma el espíritu de quien se consagra a bendecir al Profeta, 42- esta práctica tiene el rango de la presencia de un Maestro.

 

         Existen hadices y noticias que nos han llegado, dichos por el Elegido, sobre la virtud de la práctica del Salât ‘alà n-Nabí:

         Se ha contado que Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: Allah ha dado a un ángel la potestad de oir todo lo que dicen las criaturas, y estará de pie ante mi tumba cuando yo muera.

 

         Cuando alguien me bendiga, el ángel me dirá: “¡Oh, Muhammad! Tal persona te ha bendecido”, y entonces Allah bendecirá a esa persona diez veces por cada bendición que haya pronunciado en mi favor.

 

         En otra ocasión dijo: Allah tiene un ángel cuyas alas van del oriente al occidente. Cuando alguien me bendice por amor a mí, ese ángel se sumerge en el agua y cuando sale de ella, con cada gota que resbala de él Allah crea un ángel cuya misión es rogarle en favor del que me ha bendecido hasta el Día de la Resurrección.

 

         También dijo: Quien me bendiga una sola vez de una forma que complazca a Allah, le serán disculpados los errores de ochenta años.

 

         Y dijo: Quien me bendiga la noche del viernes (es decir, la noche anterior, la del jueves), de su boca sale un brillo de luz cada vez que pronuncie una bendición y con cada una de esas chispas Allah crea ángeles que suben hasta el Trono y circunvalan el Pedestal que lo sostiene, bendiciendo al que me ha bendecido. Entonces Allah se manifiesta a esos ángeles y les dice: “¿Qué deseáis?”, y le responden: “Tu Gufrân (el Perdón) para nuestro dueño, y que entre en el Jardín sin rendir cuentas y sin castigo”. Allah les dice entonces: “Me he comprometido conmigo mismo que no quemaré con Fuego a quien alce su voz y bendiga a Muhammad, aunque sus faltas sean tan abundantes como la espuma del mar”.

 

         Y dijo: Que me bendiga con frecuencia aquél al que le resulte difícil resolver sus problemas, porque la bendición en mi favor hace desaparecer preocupaciones, apaga tristezas y desata nudos, aumenta los bienes y soluciona las necesidades.

 

         Una vez, ‘Âisha estaba cosiendo poco antes de amanecer, se le cayó la aguja y se apagó la antorcha. En ese momento entró en su habitación Rasûlullâh (s.a.s.) y su luz iluminó la estancia y ella encontró la aguja. ‘Âisha le dijo: “¡Qué resplandeciente es tu rostro!”, y él le dijo: “¡Ay de quien no me vea el Día de la Resurrección!”. Ella le preguntó: “¿Quién no habrá de verte el Día de la Resurrección?”, y Sidnâ Muhammad (s.a.s.) le respondió: “No me verá el avaro”. Entonces ella quiso saber quién es el avaro, y Rasûlullâh (s.a.s.) le dijo: “Quien no me bendice al oír mi nombre”.

 

         También se ha contado que el Profeta (s.a.s.) dijo: Si el platillo de la Balanza de Allah en la que se depositen las bondades del mûmin no compensan la de sus malas obras el Día de la Resurrección, Rasûlullâh (s.a.s.) extraerá un trozo de papel del tamaño de la yema de un dedo y lo echará en ese platillo, y vencerá al de sus defectos. Ese hombre, agradecido, se volverá hacia quien le ha beneficiado de ese modo y le preguntará: “¿Quién eres tú, el de rostro resplandeciente?”, y le responderá: “Soy tu Nabí Muhammad y en ese papel estaban anotadas las bendiciones que me has dirigido, y yo te las devuelvo en el momento en que más necesidad tienes de ellas”.

 

         Y se ha dicho que Sidnâ Muhammad (s.a.s.) dijo: Cuando alguien me bendice una vez, un vocero en el cielo dice: “Y Allah te bendiga a ti cien veces”, y esa voz es oída por las gentes del segundo cielo, que dicen: “Allah le bendiga doscientas veces por esa bendición”, y esa voz es a su vez oída en el tercer cielo, y sus gentes dicen: “Allah lo bendiga mil veces”, y las gentes del cuarto cielo dicen: “Allah lo bendiga dos mil veces”, y las del quinto dicen: “Allah lo bendiga cuatro mil veces por esa bendición”, y los del sexto cielo dicen: “Allah lo bendiga seis mil veces”, y cuando los moradores del séptimo cielo lo escuchan dicen: “Allah lo bendiga siete mil veces”. Entonces, Allah dice: “Dejad de recompensar a ese siervo. Del mismo modo que él ha glorificado a mi Mensajero y lo ha bendecido con una aliento perfumado, Yo le disculpo todas sus faltas”.

 

         También dijo: Quien al despertar me bendice diez veces y al acostarse diez veces, tiene segura mi intercesión en su favor ante Allah.

 

         Y dijo: A quien me bendice cada día, yo le estrecharé la mano el Día de la Resurrección.

 

         Y dijo: Se verá más libre de los terrores del Día de la Resurrección el que más me haya bendecido en vida.

 

         Y dijo: Quien me salude diez veces es como si hubiera liberado un esclavo.

 

         Y dijo: Allah prescribe por cada bendición que se pronuncie en mi favor un quilate de oro, y cada quilate es como la montaña de Úhud.

 

         Los Maestros Sufíes han escrito que quien no encuentre un maestro que le guíe, que insista en la práctica del Salât ‘alà n-Nabí, y con ello verá cumplido su objetivo. Tal vez esto haya sido deducido de las palabras en las que Rasûlullâh (s.a.s.) anuncia a quien se consagra a bendecirlo que su tribulación desaparecerá y le serán perdonados por Allah sus defectos, pues el aspirante a la sabiduría de los sufíes busca un maestro que le ayude a purificarse y desapegarse de las obsesiones mundanales hasta que su único deseo sea Allah, y eso se logra con la práctica de bendecir a nuestro Nabí Muhammad (s.a.s.).

 

 

as-Salât al-Ibrâhîmía

 

allâhumma sálli ‘alà Muhámmadin wa ‘alà â:li Muhámmadin

Allahumma, bendice a Muhammad y a la gente de Muhammad

kamâ salláita ‘alà Ibrâhîma wa ‘alà â:li Ibrâhîm*

como bendijiste a Abraham y a la gente de Abraham,

wa bârik ‘alà Muhámmadin wa ‘alà â:li Muhámmadin

y proporciona Báraka a Muhammad y a la gente de Muhammad

kamâ bârakta ‘alà Ibrâhîma wa ‘alâ â:li Ibrâhim*

como se la proporcionaste a Abraham y a la gente de Abraham.

fî l-‘âlamîn ínnaka hamîdun maÿîd

En los mundos, Tú eres elogiado y glorificado.