El significado de la palabra Ilâh

 

        Los musulmanes declaramos que: lâ ilâha illâ llâh, no hay más ilâh que Allah. ¿Qué significa la palabra ilâh? Para los antiguos árabes los áliha (plural de ilâh) eran los dioses que adoraban, pero es necesario profundizar un poco más en las connotaciones del término ilâh.

 

        Los habitantes del desierto -los nómadas- son expertos en la precariedad de la existencia humana. Se dieron cuenta fácilmente de que nuestras vidas penden de un hilo. El hombre necesita de muchas cosas para mantener su existencia, y la escasez de agua, de alimentos, de frescor y sombras, tal como sucede en el desierto, invita a reflexionar sobre esta realidad que en nuestras sociedades consumistas hemos olvidado o intentamos olvidar. Los desastres naturales, las enfermedades, las hambres, la violencia, el tiempo, son una espada de Damocles que gravita inevitablemente sobre nuestras vidas. En este contexto, el ilâh es un ser al que se atribuye consistencia y eficacia. A diferencia del hombre, el ilâh no sólo no está sometido a las circunstancias de los mortales sino que es capaz de satisfacer las necesidades de los seres.

 

        En los áliha, los àrabes buscaron consuelo contra una naturaleza áspera que no dejaba de recordarles su triste situación. Los beduinos acudieron a los áliha esperando que amortiguaran sus inseguridades. Al igual que todos los pueblos antiguos inventaron una mitología con la que explicarse el mundo y situarse en él con mayor decisión, pues las mitologías proporcionan un asidero que evita preguntarse directamente por la verdadera condición del ser ser humano. En lugar de enfrentarse con la realidad, con la muerte y lo circunstancial de la existencia, el adorador de ídolos ha encontrado una respuesta a sus interrogantes que le evita el desasosiego que surge de constatar que casi nada está en nuestras manos.

 

        El Islam niega a los áliha, y enseña que Alah es la Única Verdad, pero allah es inalcanzable e incontrolable. No tiene los contornos precisos de un ilâh, no está cerca como los dioses de los árabes antiguos. Para el Islam, los áliha eran un consuelo fácil. Pero el Islam no pretende hacer fáciles las cosas, sino que busca una profunda transformación en el ser humano y lo hace enfrentarse sin más con su nada. Aunque se partía de una intuición profunda, los áliha eran fruto de una elaboración, se convirtieron en objetos manipulables, pasaron a constituir incluso un próspero negocio y a su alrededor se organizaron castas sacerdotales, pero Allah, el Nombre que se puso a esa Verdad intuida más allá de todas las elaboraciones, escapa a los intentos de dominio del ser humano. Por ello, para los habitantes de Meca, el Islam era peligroso: no entendían su alcance, y sólo detectaron en él un peligro para sus cambalaches.

 

        Los áliha eran ídolos, objetos creados o recreados por el hombre, y la expresión lâ ilâha illâ llâh ataca precisamente eso. La Verdad que cimenta todas las cosas no es obra del ser humano, sino que es anterior y posterior a él, y desde el principio el musulmán se niega a definirla. Allah es el Nombre que se dio a esa Verdad no contaminada por los tejemanejes de las criaturas. El Profeta (s.a.s.) enfrentó a los árabes con sus propias certezas: efectivamente, cuanto existe depende de muchas cosas, es extraordinariamente limitado, y la existencia del hombres es precaria y efímera, pero la búsqueda de consuelo en inventos no satisface su ansiedad más profunda. Su intuición de lo eterno es adormecida por los ídolos, porque hasta los ídolos son ilusiones o conceptos creados. En lugar de entregarlos a la imaginación, el Profeta (s.a.s.) invitó a sus contemporaneos a la destrucción de los ídolos en la búsqueda de algo siempre más esencial y remoto: Allah, la Verdad última e integradora de todas las cosas.

 

        El Islam no pone a la ansiedad del ser humano ningún techo, no la domestica con un dios. Al contrario, le propone su misma infinitud como vía hacia el conocimiento profundo de la existencia y al saboreo de la magia de la vida. El Islam arroja al hombre a su propia soledad para que en ella encuentre asu verdadero ilâh. Se ha dicho que el Profeta (s.a.s.) invocaba diciendo: "Allah, aumenta mi perplejidad acerca de Ti", porque precisamente es la capacidad de asombrarse la que conduce al hombre hasta las inmensidades que hay en sus adentros.

 

        Al igual que los árabes antiguos, los hombres modernos también evitan encarar la Verdad. La ocultan tras dioses contemporáneos: el dinero, el éxito, la salud,... son los áliha de estos tiempos. Dedicando todos sus esfuerzos a adorarlos, el hombre moderno sigue intentando obviar las grandes preguntas que anidan en su interior. Teme enfrentarse a Allah, al vacío incolmable, y le busca sustitutos agradables. Pero el Corán enseña: "¿Hay algún ilâh junto a Allah? Allah está por encima de lo que el hombre quiera asociarle".