LA PERCEPCIÓN DEL INFINITO

 

Allâhu lâ ilâha illâ Hu

ALLÂH,… no hay más verdad que… Él

(Corán, 2/255)

 

         Para comprender en toda su dimensión lo que Allah significa para los musulmanes, y la radicalidad telúrica, las consonancias abismales y las exigencias tremendas de ese Nombre Majestuoso, para desentrañar los sentimientos y pasiones que esa palabra desata en los corazones, es del todo fundamental que nos hagamos una idea lo más correcta posible de lo que implica la noción de lo infinito en el Islam.

 

         Paradójicamente, no hay una palabra árabe exacta para la idea de “infinito” (el término lâ nihâí -literalmente, no fin, sin final- fue un neologismo que se utilizó en la traducción de textos griegos y se acepta en la actualidad como versión de infinito). Pero a falta de un equivalente, abundan las palabras que tienen en su trasfondo esta noción. Veremos algunas de ellas en el curso del presente artículo, y son más válidas que el término infinito porque aluden con más exactitud a un misterio inabarcable en lugar de darle un nombre definitivo (una “definición” de lo que carece de límite, que sería lo que pretende la palabra “infinito”, inadecuada, precisamente por ello, para encerrar lo que significa). Sin indicarlo directamente, el Nombre Allah invita inmediatamente a una inmersión en lo inabarcable, siendo una sugerencia (ishâra) eficaz que nos asoma y arrastra al océano indeterminado que intuye el corazón en las profundidades de la realidad.

 

         Las exposiciones de los Fundamentos del Islam (Usûl ad-Dîn) siempre comienzan con una sección dedicada al Tançîh, la Pureza de Allah. El Tançîh pone el acento en el carácter indefinible de Allah, en su ininteligibilidad, en su condición de reto al entendimiento. De entrada, pues, se sitúa al lector frente a lo infinito, que es la respuesta que el hombre haya para el secreto de su propia inquietud y desasosiego. La Inmensidad de Allah, al igual que la bondad y la belleza de todo lo que se ama, es el correlato de la desazón generadora de la intuición de lo infinito.

 

         Una de esas palabras que, en árabe, se sostiene sobre lo infinito es al-Kull, el Todo. El Todo, en sí mismo, es necesariamente igual al Infinito: si se dice “todo” es que no hay nada fuera, no queda nada al margen de lo que se está mencionando. Esta evidencia coincide igualmente con la noción de infinito, que quiere decir no-acabado, no limitado bajo ningún aspecto; nada le es exterior pues lo que quedara fuera sería un límite, por lejano que fuera, y aquello a lo que calificamos de infinito ya no lo sería, no sería indelimitable. Pues bien, esta idea acompaña necesariamente la representación que el musulmán se hace de Allah, fuera del cual no hay nada, cerca todas las cosas, las incluye, las domina, las engulle, las vence. Todo lo que el hombre imagina al margen de Allah (min dûni llâh) es condenado por el Islam, y esa acción se la califica de Shirk, lo único que Allah jamás perdona… Iremos viendo el significado esto.

 

         No hay nada, pues, fuera del Infinito, que es, necesariamente Todo. Por ello mismo es absurdo hablar de una pluralidad de infinitos o, incluso, de una cosa infinita (como el espacio, el tiempo u otros conceptos); toda cosa particular, porque es una cosa determinada, no es a la vez otra cosa (gáir), y, por tanto, no es todo; está limitada por su propia naturaleza: siendo lo que es no puede ser otra cosa. Es muy importante comprender exactamente lo que esto significa para evitarnos fantasías panteístas. Lo que vemos en el mundo son cosas bien definidas, y por tanto no son Allah. Allah es un desafío a esa percepción, buscando hacerla penetrar en un universo donde las cosas pierden su identidad para dejar paso a la Verdad que las trasciende. Dice el Corán: “Todo lo que hay sobre la tierra muere, pero no el Rostro de Allah”.

 

         Si entendemos así esta noción de infinito, cualquiera que sea el nombre que le demos (el Todo, el Universal, el Absoluto, el Principio), deduciremos fácil y lógicamente -puesto que nada hay fuera de Él y Él es el Todo- que Él es, por ello mismo, Único (hid). Siendo, como es, Único, Él no es divisible. En efecto, si se divide el infinito se tendrá o dos infinitos, lo que nos devuelve al absurdo que hemos mencionado más arriba, o bien obtendremos dos cosas finitas, lo cual es igualmente absurdo porque la suma de dos cosas finitas no da como resultado una cosa infinita. El infinito es tal por naturaleza, no por adición al igual que no admite disminución.

 

         Siendo lo que es, el infinito es Permanente (Bâqî) o, dicho de otro modo, es Inmutable: “Todo lo que hay sobre la tierra muere, pero no el Rostro de Allah”. No pasa a ser Él mismo, porque Él ya es Todo Él Mismo. No puede convertirse en otra cosa, pues Él es Todo y nada hay fuera Él. Siendo indivisible, sin partes, es idéntico a Sí Mismo en todo estado y en toda relación. Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “Allah es, y nada hay con Él (kâna llâh, wa lâ sháia ma‘ah)”.

 

         En conformidad con todas estas consideraciones, hemos rechazado traducir la palabra ilâh por Dios en la traducción de la Shahâda, lâ ilâha illâ llâh (no hay más ilâh que Allah) así como en el versículo que encabeza este artículo (Allah, no hay más ilâh que Él). Si bien está asumida la versión de ilâh por Dios, hay en ello una distorsión que impide comprender y empobrece el verdadero alcance de la significación de la fórmula fundamental del Islam. Efectivamente, esa traducción convierte al Islam en una religión monoteísta cuando en realidad no lo es (monoteísmo es un tecnicismo teológico y cristiano dentro de las obsesiones clasificatorias, sin alcance espiritual). En el fondo, aunque resulte insólito, los musulmanes no dicen que no hay más que un dios. Esa no es la cuestión en el Islam. Afirman algo mucho más radical: que no hay más realidad ni nada fuera del Uno-Único (Allah), que todo está inserto en esa Verdad que reunifica a la existencia entera. El Islam nos invita al Salâm, a la paz, a la reconciliación cuya clave está en el abandono del Shirk, el acto de imaginar algo al margen de la Unidad. El Shirk -lo que Allah jamás perdona (y esto, en realidad, quiere decir que es la raíz de todos los conflictos que vive el ser humano, el Fuego en el que se debate hasta que rompe con sus dioses)- es resultado de un alejamiento ilusorio (Shaytân) que aísla al ser humano y lo sumerge en la frustración de lo que carece de consistencia, pues sólo la Verdad es Real (Haqq) y sólo el Camino de la Unidad (el Tawhîd), la reconducción de todo a Allah, es autenticidad. Sólo el Islam es claudicación del ser separado y retorno al seno acogedor de lo Infinito.