ABÛ
BAKR
El
primer califa del Islam
1-
Su nombre, su familia y la primera parte de su vida.
Nació
probablemente después del año 570 de la era cristiana, pues se afirma que tenía
tres años menos que Muhammad (s.a.s.). Su padre era Abû Quhâfa (‘Uzmân)
ibn ‘Âmir, del clan de los Taym, de la tribu de Quraysh, y es por lo que
algunas veces Abû Bakr aparece con el nombre de Ibn Abî Quhâfa. Su madre era
Umm al-Jayr (Salmà) bint Sajr, del mismo clan.
Los
nombres de ‘Abd Allâh y de ‘Atîq (‘esclavo liberado’) le son
atribuidos igual que el de Abû Bakr, pero las relaciones respectivas de esos
nombres entre sí, así como su significación original, no son claras. Parece
que Muhammad (s.a.s.) hizo un retruécano sobre el nombre ‘Atîq diciendo de
él que era un ‘atîq an-nâr, ‘alguien que ha sido librado del fuego (del
infierno)’. Más tarde se le llamaría as-Siddîq, el Muy
Sincero, el verídico, el honesto, o, mejor aún, ‘aquél que ha apreciado la
verdad’. Este último sentido se apoya en el hecho de que él fue el único en
aceptar inmediatamente la veracidad de la historia del Viaje Nocturno de Sidnâ
Muhammad (s.a.s.).
En
el curso de su existencia, tuvo cuatro mujeres: 1) Qutayla bint ‘Abd al-‘Uçça,
del clan makkí de los ‘Âmir, quien le dio dos hijos, ‘Abd Allâh y Asmâ
(la cual se casó con az-Zubayr ibn al-‘Awwâm); 2) Umm Rûmân bint ‘Âmir,
de los Kinâna, que le dio un hijo, ‘Abd ar-Rahmân (primitivamente
llamado ‘Abd al-Ka‘ba o ‘Abd al-‘Uçça) y ‘Âisha; 3) Asmâ bint
‘Umays, de los Jaz‘am, que le dio un hijo, Muhammad; 4) Habîba
bint Jâriya, del clan medinés de al-Hâriz, de la que tuvo una hija póstuma,
Umm Kulzûm. Sus dos últimos matrimonios tuvieron lugar hacia finales de su
vida y fueron sin duda políticos; Asmâ bint ‘Umays era viuda de Ya‘far ibn
Abî Tâlib (muerto en 629). Los dos primeros matrimonios fueron
probablemente simultáneos, pues ‘Abd ar-Rahmân era el mayor, pero sólo
Umm Rûmân acompañó a Abû Bakr a Medina.
Se
sabe poco de la vida de Abû Bakr antes de su conversión al islam. Era
comerciante (tâyir) al que se atribuía un crédito de 40.000 dirhams, lo que
indica que sus negocios eran relativamente poco importantes. No se señala que
haya realizado ningún viaje a Siria (lo que era normal entre los grandes
comerciantes), pero sí se dice que era experto en la genealogía de las tribus
árabes.
2-
Su vida de musulmán hasta la muerte de Muhammad (s.a.s.).
Abû
Bakr era probablemente amigo de Muhammad (s.a.s.) antes de que tuviera la
Revelación. Según los hadices, fue el primer musulmán varón después del
Profeta (pero la misma dignidad se atribuye también a ‘Ali y a Zayd ibn Hâriza,
según otras fuentes). Fue el responsable de la conversión al Islam de
personajes que luego serían eminentes, como ‘Uzmân ibn ‘Affân, az-Zubayr,
‘Abd ar-Rahmân ibn ‘Awf, Sa‘d ibn Abî Waqqâs y Talha
ibn ‘Ubayd Allâh. Estos cinco, junto a ‘Ali, mucho más tarde, formaron el
consejo (shurà) que eligió a ‘Umar ibn al-Jattâb como segundo califa
del Islam después de Abû Bakr. Podemos deducir que Abû Bakr, ya antes de la Hégira
(Hiyra) era el principal miembro de la comunidad musulmana después de Muhammad
(s.a.s.).
Permaneció
en Meca cuando numerosos musulmanes se vieron obligados a emigrar a Abisinia a
causa de las persecuciones que se desataron contra ellos. Tal vez su pertenencia
al clan de los Taym que formaba parte de la alianza conocido bajo el nombre de Hilf
al-Fudûl le sirviera de protección contra las agresiones. Pero tal
protección no duró mucho y su clan no pudo o no quiso brindársela por más
tiempo y tuvo que buscar alianzas fuera de su círculo. Tuvo que abandonar Meca
por un tiempo y sólo volvió cuando Ibn ad-Dugunna, jefe de un grupo nómada
aliado de Quraysh le aseguró los
beneficios de un tipo de protección llamada yiwâr. Abû Bakr se hizo célebre
por comprar esclavos que luego liberaba, como ‘Âmir ibn Fuhayra y Bilâl,
quienes, sin embargo, a pesar de su nuevo estatuto de hombres libres, sufrieron
la violencia de las persecuciones de los Qurayshíes. Esta costumbre de comprar
esclavos para luego liberarlos (signo del fuerte compromiso de Abû Bakr con el
Islam), junto a una probable presión económica por parte de los grandes
comerciantes de Meca, redujo el capital de Abû Bakr drásticamente hasta los
5.000 dirhams.
Abû
Bakr fue elegido por Muhammad (s.a.s.) para acompañarle en su emigración a
medina (a ello alude el Corán en IX, 40). Su familia (Umm Rûmân, ‘Âisha y
tal vez ‘Abd Allah) siguieron pronto sus pasos. No obstante, su padre (Abû Quhâfa)
permaneció en Meca, y su otro hijo, ‘Abd ar-Rahmân, combatió contra
los musulmanes en Badr y Uhud, pero abrazó el islam antes de la
conquista de Meca. En median, Abû Bakr se instaló en el barrio conocido bajo
el nombre de as-Sunh. Su posición especial en la comunidad fue
consagrada por el matrimonio de Muhammad (s.a.s.) con su hija ‘Âisha. Abû
Bakr participó en todas las expediciones conducidas por Muhammad (s.a.s.) en
persona, y se le encontraba constantemente a su lado, dispuesto a servirle. En
los momentos críticos, Abû Bakr era firme como una roca y no perdía el
coraje. Reinó una armonía perfecta entre el maestro y el discípulo. Cuando
otros (entre los que se contaba a ‘Umar, que era inseparable de Abû Bakr)
discutieron la decisión del Profeta de hacer la paz en al-Hudaybiya y
abandonar el cerco al que tenían sometida la ciudad de at-Ta’if,
Abû bakr sostuvo inmediata y calurosamente la decisión de Muhammad. Fue el
primero en ser informado del verdadero objetivo de la expedición del año 630,
en el curso de la cual fue conquistada Meca. Dicho en otros términos, Abû Bakr
era el principal consejero de Muhammad (s.a.s.). No ejerció jamás un mando
militar separado, a excepción de un pequeño grupo destacado de una unidad más
importante en 627, y de una expedición
de poca envergadura contra la tribu Hawâçin en 628. En 629, sirvió con
‘Omar bajo el mando de Abû ‘Ubayda. Fue designado como sucesor del Profeta
cuando fue encargado de dirigir la peregrinación del año 9 de la Hégira,
dirigir la oración pública en Medina durante la última enfermedad de
Muhammad, y gracias a otros signos de consideración.
3-
Su califato (11/632-13/634).
El
día de la muerte de Muhammad (s.a.s.) fue un momento crítico para la joven
nación musulmana (13 de rabî’ Iº del año 11 de la Hégira/18 de junio de
632). Los Ansâr quisieron designar un jefe entre ellos, pero se dejaron
persuadir por ‘Omar y otros para aceptar a Abû bakr. Tomó el título de Jalîfat
Rasûl Allah, ‘Sucesor del Enviado de Allah’, y poco tiempo después se
instaló en una casa situada en el centro de Medina.
Su
califato, que duró poco más de dos años, estuvo consagrado sobre todo a
reprimir la ridda, ‘apostasía’. Ese fenómeno, como lo muestra el nombre
que le dieron los historiadores, fue considerado simplemente como un
movimiento puramente religioso. Más recientemente, algunos sabios
occidentales han emitido la opinión de que se trataba de algo esencialmente político.
En realidad, fue las dos cosas a la vez. Medina se había convertido en el
centro de un sistema social y político en el que la religión era una parte
integrante; en consecuencia, era inevitable que toda reacción contra ese
sistema tuviera un aspecto religioso: Hubo seis centros principales de
resistencia. En cuatro de esos centros, el jefe tenía un carácter religioso y
es considerado frecuentemente como un ‘falso profeta’: al-Áswad al-‘Ansî
en el Yemen, Musáylima en la tribu de Hanîfa en la Yamâma, Tuláyha
en las tribus de Ásad y de Gatafân, y la profetisa Sayah en la
tribu de los Tamîm. La forma de la ridda (apostasía) era diferente en cada
centro según las circunstancias locales; implicaba el rechazo a enviar tasas a
Medina y la obediencia a los agentes despachados por el poder central. En Yemen,
la ridda comenzó antes de la muerte de Muhammad (s.a.s.), y cuando Abû bakr
llegó al poder, al-Áswad había sido reemplazado por Qáys ibn (Hubayra ibn
‘Abd Yagûz) al-Makshûh. Por otra
parte, el movimiento dirigido contra la dominación de Medina debió estar
latente desde hacía un tiempo, pero no degeneró en revuelta más que tras la
muerte de Muhammad (s.a.s.). Mientras que el principal ejército musulmán
estaba ocupado en Siria bajo el mando de Usâma ibn Zayd, algunas tribus vecinas
intentaron tomar Medina por sorpresa, pero fueron batidas en Dzû l-Qassa.
Tras el retorno de la expedición de Siria, un fuerte ejército mandado por Jâlid
ibn al-Walîd fue enviado contra los rebeldes. El primero, Tulayha,
fue derrotado en el curso de una batalla en Buzâja y el territorio
reconquistado para el Islam. Poco después, Tamîm abandonó a Sayah y se
sometió a Abû Bakr. La batalla más importante de la ridda fue la de ‘Aqrabâ
en la Yamâma (hacia rabî‘ Iº 12/mayo 633), llamada ‘el jardín de la
muerte’ en razón del gran número
de víctimas en ambos bandos. Musaylima, el adversario más serio de los
musulmanes, fue derrotado y muerto, y la Arabia central fue reconquistada por el
Islam. Se confió a algunos jefes subalternos operaciones ‘secundarias’ en
Bahrayn y ‘Omán (Mahra, mientras Jâlid pacificaba la Yamâma antes de
dirigirse a Irak. La ridda de yemen y de Hadramawt fue reprimida por otro jefe,
al-Muhâyir ibn Abî Umayya. Abû Bakr dio prueba de mucha clemencia en el trato
de los jefes prisioneros, y loa mayor parte de ellos acabaron siendo celosos
partidarios del Islam. La opinión tradicional era que la ridda fue reprimida
antes del fin del año 11 de la Hégira (marzo de 633), pero algunos autores
modernos sostienen que los acontecimientos se fueron jalonando durante un
periodo más largo, y que debieron continuar hasta el 13.
La
envergadura de las expediciones de Muhammad (s.a.s.) a lo largo de la ruta de
Siria muestra que era urgente la expansión si se quería mantener la paz entre
las tribus árabes. Abû bakr estaba imbuido de este principio estratégico.
Desde los primeros días de su califato, a pesar de las amenazas de rebelión en
Arabia, hizo suyo el plan de Muhammad consistente en enviar un gran ejército a
Siria bajo el mando de Usâma. Más tarde, cuando todo el peligro de Musaylima
fue rechazado en Arabia central, dirigió a Jâlid hacia Irak sin perder tiempo.
Y así fue como bajo el impulso de Abû Bakr fue comenzada la gran conquista de
países. A la muerte de Abû bakr, la situación parece haber sido la siguiente:
Jâlid, reuniéndose con el ejército de Ibn Bakr ibn Wâ’il bajo el mando de
al-Muzannà ibn Hâriza, penetró profundamente en Irak y amenazó al-Hîra.
Mientras al-Muzannà se quedaba en ese sector, Jâlid emprendió su célebre
marcha sobre Damasco y se unió a tres columnas musulmanas que, bajo el mando de
Yazîd ibn Abî Sufyân, Shurahbîl ibn Hásana y ‘Amr ibn
al-‘Âs, volvían de una operación exitosa en Palestina, pero se
retiraban ante un ejército bizantino superior en número. Las fuerzas
musulmanas reunidas derrotaron al enemigo en al-Aynâdayn, entre Jerusalén y
Gaza, a fines del yumàdaâ Iº 13/julio 634. Por tanto, la expansión por el
imperio persa fue empezada por Abû Bakr, pero se interesó más aún por Siria.
Abû Bakr murió el 22 de yumâdâ II 13/23 de agosto de 634 y fue enterrado al lado de Muhammad (s.a.s.). Se le atribuye también la primera recensión del texto coránico. La gran simplicidad de su vida, su renuncia a toda riqueza, a toda pompa y a toda pretensión, le dieron fama de hombre extraordinario situándolo entre los personajes más destacados de la historia del Islam.