El fenómeno
del terrorismo “islámico” o “islamista”, como se prefiera, se presenta
con tanta virulencia que hace imposibles todos los intentos sosegados de estudio
y análisis. Las muertes son demasiado obvias, y es inmoral e inaceptable todo
discurso que escabulla la condena. Pero al igual que la brutalidad y el crimen
no son justificables en ningún caso, tampoco se deben permitir las
generalizaciones que criminalicen a inocentes. Muchas veces, cuando se intenta
esto, desde ciertas instancias se deja correr la idea de que se trata de un
deseo oculto de relativizar la magnitud de la barbarie por parte de quienes
quieren dejar clara la inocencia de los que no tienen nada que ver con el
terrorismo.
En el imperio
de la vaguedad, todos los musulmanes se han convertido en personas sospechosas,
y raramente se atiende a sus protestas. Sin embargo, esas protestas, en muchos
casos, son fuente de pistas que ayudarían a esclarecer lo que está sucediendo.
Sin embargo, se deja de lado la voz de los musulmanes, y es tal la fuerza de las
generalizaciones que se corre el riesgo de que se conviertan en mentiras tras
las que queden protegidos los verdaderos responsables del terrorismo que asola
al mundo.
Se están dando
explicaciones patéticas, sin ningún fundamento, que sirven sólo para
redondear la generalización. Atribuido el terror al Islam, se buscan
antecedentes en su historia, pero la seguridad con la que se habla disimula la
precariedad de los argumentos. Wahhabismo, salafismo, Hermanos Musulmanes,
movimientos islámicos, Hamas, Hezbolá, al-Qaeda, Sayyid Qutb e, incluso, Ibn
Taymiyya, de quienes pocos saben algo en occidente, forman un totum revolutum,
que crea la imagen de un trasfondo ideológico del terrorismo. Y no hay nada más
lejos de la verdad.
En el
batiburrillo que se está montando para ‘explicar’ lo que está sucediendo
se olvida que el wahhabismo es una interpretación pobre del Islam cuyas víctimas
son, fundamentalmente, las mujeres musulmanas y los sufíes, que sirve de
respaldo para un estado totalitario, Arabia, de la que nada puede temer
occidente. Se olvida que el salafismo fue un interesante movimiento de reforma
del Islam que en la actualidad se mezcla con el wahhabismo y termina teniendo
los rasgos citados para el último. Se olvida que los Hermanos Musulmanes y los
movimientos islámicos derivados de ellos jamás han predicado la violencia
indiscriminada ni la han practicado, que son -por islámicos- contrarios a esa
violencia y que sus acciones revolucionarias las han llevado a cabo contra
Israel o contra los símbolos del totalitarismo en el mundo musulmán. Se olvida
que Sayyid Qutb, ideólogo de los Hermanos Musulmanes, fue un intelectual digno
de gran consideración por sus aportaciones a la renovación de ideas dentro del
mundo musulmán. Se olvida que Ibn Taymiyya, en quien dicen basarse los wahhabíes,
fue un autor de hace cinco siglos de un extraordinario mérito, a pesar de las
simplificaciones actuales de su pensamiento. Se olvida que Hamas y Hizbulláh, por
ejemplo, luchan por causas legítimas contra una de las aberraciones del mundo
moderno: el sionismo. Y la ignorancia no disculpa estos olvidos, porque la
invención de argumentos para justificar un supuesto -el terrorismo islamista-
pervierte completamente un análisis de la cuestión que conduzca a la verdad.
El terrorismo de al-Qaeda no tiene precedentes en la historia del Islam (ni del mundo), es un fenómeno actual que cumple un papel fundamental en los cambios que se quiere que sufra el mundo en beneficio de no sabemos quién, y este es un dato de gran importancia. Su brutalidad sólo tiene parangón en las matanzas perpetradas por bandas de criminales en Argelia en los noventa (y que aún continúan), en las que estaban implicadas las fuerzas del ejército. Creemos que Argelia sirvió de laboratorio para ensayar ciertas estrategias. Las acciones de al-Qaeda, vinculándose a reivindicaciones legítimas de los musulmanes (Palestina, Chechenia, Iraq,...) las desprestigia. Pero sirven para que en todas partes, y de ello somos testigos en este país, queden excusadas todas las sospechas de las que son objeto los musulmanes.