EL ISLAM EN LA ESCUELA

 

 

-         la polémica desenmascara a la sociedad.

-         La formación espiritual de los ciudadanos versus el adoctrinamiento

-         La reacción de la iglesia.

-         La madrasa como alternativa.

 

        Si algo están demostrando estos agitados tiempos es que, por lo menos en lo que a educación cívica se refiere, nuestra joven “democracia”atraviesa por la conflictiva edad del pavo. Por un lado, vemos como el sistema educativo se va deteriorando por momentos: Nuestros jóvenes son cada día más simplones, vagos y prepotentes (salvo muy honrosas excepciones), el nivel mínimo de exigencia en cada materia se reduce a su mínima expresión y los profesores constatan curso a curso que enseñar en España es llorar o cuando menos tener que darse de baja por depresión. Por otro, el fantasma de la “una, grande y católica” (por imperativo ético me niego a decir lo de libre) coletea aún entre nosotros en forma de honrados vecinos que se oponen a la apertura de mezquitas en sus barrios o de federaciones de padres católicos que defienden el monopolio de cierta superestructura religiosa alegando ese caricato tan socorrido hoy en día como es el del terror islámico. Sin duda, lo que la verdad esconde tras estos hechos es una gran inmadurez democrática preñada de un arcaico desprecio al pluralismo cultural y religioso.

 

        El laicismo fundamentalista por su parte, armado de palabras siniestras como “adoctrinamiento” aboga por expulsar la religión de los centros públicos ya que entiende la fe cómo algo estrictamente personal y privado; Este razonamiento podría llevarnos a cuestionar otras asignaturas con la misma legitimidad, al fin y al cabo un padre podría preguntarse por qué sus hijos deben aprender inglés que es la “lengua de un imperio con tendencias claras a practicar el más despiadado genocidio” y acto seguido las turbas bienpensantes se le echarían encima tildándolo de cateto como calificativo más suave. Siguiendo con este divertido juego el hipotético progenitor podría dudar sobre el deber de la escuela pública de ofertar la educación física: El que quiera que sus hijos hagan deporte que los apunte a un gimnasio. Además esta asignatura fue demasiado mimada durante los regímenes fascistas, y claro; podemos correr el riesgo de que nos estén criando pequeños Mussolinis y francos a costa del erario público. ¿Y la música? Pues apunte a su hijo al conservatorio y además no es recomendable, que los músicos son gente bastante rara.

 

         Así el grado de radicalización nos llevaría como poco a mantener en la escuela tres asignaturas a lo sumo, si es que no acabamos encontrando sospechosas doctrinas esotéricas en el teorema de Pitágoras.

 

        La espiritualidad, aunque les duela, también forma parte esencial de la educación de los ciudadanos del mismo modo que las religiones han dejado un importantísimo poso cultural en todas las civilizaciones. Negar este hecho es amputar sin piedad una dimensión del conocimiento tan esencial como las matemáticas o la lengua. Para admirar una pintura románica en toda su plenitud hay que saber interpretar sus símbolos y esto no forma parte necesariamente de los currícula de historia e historia del arte. Para admirar los arabescos de la Alambra hay que llegar más allá del socorrido “fijaos en la minuciosidad de la escritura cúfica”. Será necesario abrir ante el alumno un maravilloso universo de símbolos, sentimientos y experiencias, sin que ello tenga nada que ver con tenebrosos proselitismos, que a propósito,  pueden darse en otras incuestionables materias.

 

        Pero lo que más sorprende en medio de este agitado debate, es la actitud de la iglesia católica. Enredada en una agria polémica contra el gobierno, no ya porque se le esté discutiendo su puesto en la escuela pública, sino porque se ha retirado el carácter evaluable de la asignatura de religión y moral católicas, no duda en mirar de reojo y haciendo ver su capacidad de estar en misa y repicando declara su oposición a que se imparta la religión islámica y no sabemos si cualquier otra. Acto seguido se movilizan los fieles laicos y desde la CONCAPA se advierte que las clases de Islam introducirán en el aula valores anticonstitucionales.

 

        Sorprende pues, la falta de pudor al esgrimir semejante arsenal de ignorancia y prejuicios. Habría que recordarles a nuestros conciudadanos católicos la beligerancia que mostró su iglesia ante la democracia y la libertad de pensamiento prácticamente hasta ayer mismo (Concilio vaticano II. Concluido en 1.965), habría que recordarles cuán inconstitucional y antidemocrático es el contrato laboral de los profesores de religión y moral católicas y cómo abunda el enchufismo más arbitrario en la elección de los mismos. Habría que recordarles que conceptos como tolerancia y libertad son tan nuevos para su todopoderosa jerarquía célibe que apenas puede balbucearlos. Sería excelente también que salieran del cascarón alguna vez y se atrevieran a pensar e investigar por sí mismos. Tal vez se dieran cuenta de que el Islam no es patrimonio exclusivo de inmigrantes magrebíes e incluso se percataran de que la mezquita de Córdoba, por citar tan sólo uno de tantos ejemplos no es un pabellón de ninguna expo 92. Llegados a este punto hasta se asombrarían de que los musulmanes españoles tenemos los mismos derechos y deberes que ellos (¿O será que estoy soñando?).

 

        Y vamos a por más; Se sonrojarían más de  tres si supieran que hasta el año 1.985 en muchos colegios católicos aún se obligaba a los alumnos a cantar el cara al sol y esto con la constitución ya en pleno vigor. También hoy mismo proliferan los centros católicos dónde se imparte una enseñanza moral tridentina (siglo XVI), pero claro; el apellido fundamentalista sólo se aplica deliberadamente al Islam y los musulmanes. Les conviene mantener semejantes tópicos y les conviene sobremanera mantener a los musulmanes en sórdidos garajes para así criminalizarlos con mayor holgura ya que no hay que descuidar la puesta en escena.

 

        En conclusión, la presencia de la dimensión religiosa del hombre en la escuela está fuera de todo cuestionamiento; Es verdad que se le puede dar un toque aconfesional creando una asignatura de historia y cultura religiosa en la que el alumno pueda acceder a todas las espiritualidades que enriquecen el bagaje humano. Por su parte el estado debería formar un cuerpo de profesores especializados para impartirla.

 

        Los creyentes entonces, tendrían que llevar a sus hijos a las catequesis parroquiales, a las madrasat islámicas o a las yeshivot judías. Pero esto acarrearía no pocos cargos a la res publica, que tendría que hacer llover el maná de las subvenciones si quiere controlar lo que en ellas se imparta (dicho sea de paso: dudo mucho que el estado controle a los catequistas católicos. Seríamos nosotros, los levantiscos moros, los que pasáramos por el trámite).

Pero Allah sabe más.

 

Behzat al farsi.