Definición de Dîn
El Islam es el Dîn
de todos los mensajeros (mursalîn) y
de los profetas (nabíyin) enviados a la humanidad, desde Adán (Sidnâ Ádam, a.s.)
hasta Sidnâ Muhammad (s.a.s.), el último de todos ellos y
Sello de la Profecía (Játam an-Nubúwa).
Es como si hubiéramos dicho que la
Sumisión
(Islâm) es la Vía (Dîn) por la que se
nos ha enseñado que debemos encauzarnos hacia Allah, el Señor de los Mundos,
la Verdad Absoluta. Éste es el sentido que tiene el célebre versículo
coránico que dice ínna d-dîna ‘índa
llâhi l-islâm, “Ciertamente, el
Dîn -junto a Allah- es el Islam” (Âli ‘Imrân, 19), es decir, sólo se
llega a Él claudicando, llevando la frente al suelo, sin ponerle
condiciones, sin pretender limitarlo, sin amoldarlo a nada...
¿Qué significa
realmente la palabra Dîn? El término árabe Dîn
se suele traducir por ‘religión’, negándonos así la posibilidad de conocer su
verdadero alcance. Cuando decimos que el Islam es una ‘religión’ falseamos
por completo su significación y traicionamos su esencia, y reducimos el
Islam a un pobre y mezquino exclusivismo que nada tiene que ver con él. El
Islam es fundamentalmente amplio. Las ‘religiones’ son los negocios montados
sobre la espiritualidad, pero no son la espiritualidad ni abarcan el sentido
que tiene el hombre de lo trascendente -al contrario, lo distorsionan por
completo-. No en balde es la Iglesia cristiana -la primera multinacional- la
que ha creado este tecnicismo (que no se encuentra ni tan siquiera en la
Biblia) para dar nombre a su monopolio. Las religiones, las teologías, las
metafísicas, los mitos, las supercherías de todo tipo, son una adulteración,
una desviación y un sucedáneo. Los hombres inventan y se aferran a las
religiones por miedo al abismo que abre en ellos su intuición íntima de lo
Infinito, de Allah Señor de los Mundos. El Islam es un retorno a lo
verdadero, a lo original, encarando esos vértigos.
El Islam es la
Senda
(el Dîn) por antonomasia, es lo que
han enseñado todos los profetas, desde Adán el primero hasta el último de
ellos, Sidnâ Muhammad (s.a.s.). Y Allah mismo se hace cargo de mantener este
carácter del Islam: wa innâ lahû la-hâfizûn,
“Nos lo protegemos” (al-Háÿar,
15),... Allah lo salvaguarda de toda corrupción. La idea de
Senda o Vía para traducir Dîn
también nos parece pobre, y por ello queremos insistir en las ideas y
sugerencias básicas que subyacen en el término árabe. El Islam es pura
autenticidad. Es ‘rendición’ a Allah, no a las ‘religiones’, es recuperar la
inclinación del ser humano hacia su Señor, y es hacerlo con sentido de
universalidad y de integralidad. Cada musulmán es
heredero de todas las tradiciones, y es musulmán
con todo su ser: esto es su Dîn,
es decir, su manera de afrontar a su Señor. Según Sidnâ Muhammad (s.a.s.),
el Dîn es Rendición (Islâm),
Apertura
(Îmân) y Excelencia (Ihsân),
reuniendo estas tres palabras-clave todo lo que
es
y todo lo que hace el musulmán
auténtico, el hombre que enfoca la Verdad Absoluta. Ser
musulmán
(múslim) es algo a lo que hay que
aspirar, y era el deseo de todos los profetas. A nosotros, a los musulmanes,
nos ha sido regalado como nombre aquello en lo que anhelaban convertirse los
grandes de la humanidad...
En las religiones hay
‘actos de fe’, en el Islam no. El
Îmân
(palabra fundamental que por desgracia se traduce por ‘fe’ en el falseamiento
que ha habido en este siglo de lo que es el Islam) es una acto de valor, no
de fe. El Îmân es mucho más grande que la ‘fe’, es la respuesta del ser humano
entero a su intuición más profunda. El Îmân es pura sensibilidad espiritual, y no es ‘fe en misterios’, ni
es ‘credulidad’, ni es ‘admisión de lo absurdo’, ni es ‘negación del sentido
común’. La ‘fe’ es detenerse, el Îmân
es ‘empezar’. La ‘fe’ es una enfermedad de la inteligencia y de la voluntad,
el Îmân es un arma poderosa, y es
la capacidad que tiene el corazón de afrontar el reto de Allah, de encarar
el desafío contenido en las inmensidades que el ser humano presiente en lo
más hondo de sí y de la existencia entera. Por todo esto, el Islam no es ni
puede ser una ‘religión’. Es más bien una ruptura liberadora, además de ser
una negación de las religiones y los sistemas. El Islam es autenticidad, es
Dîn, es caminar sobre la espontaneidad del
Îmân, y por ello el Corán dice lâ
ikrâha fî d-dîn, “No hay
imposición en el Dîn” (al-Báqara, 256), porque todo en él fluye con
naturalidad. Esta cuestión ya ha sido ampliada en otros artículos aparecidos
en Musulmanes Andaluces, donde fue relacionada con el concepto de
Fitra, la primordialidad.
Y en otro artículo se ha vinculado la idea a la imagen poderosa del Viaje
Nocturno del Profeta (s.a.s.) y en el que se reconoce la dimensión cósmica
que adquirió el Islam...
Si juntamos lo que
hemos dicho entenderemos la definición que hemos dado más arriba al
principio de este artículo. El Islam es universalidad, es esencialidad, es
autenticidad, es el Dîn de todos
los profetas, de todos los anunciadores, de todos los iluminados, sin
exclusiones. Es absoluta Sumisión,
es Claudicación ante Allah, ante
la Verdad, y ésta es una mentalidad opuesta a la religiosa, que se adueña de
la Verdad, que busca poseerla y reducirla a sus esquemas y a prioris,... El
Islam es Dîn, un Sendero, un
Camino, sobre el Îmân, sobre el
rigor y la seriedad de una sensibilidad espiritual que no admite
‘sustitutos’ de Allah ni se enfrasca en mitos ni leyendas, ni se detiene en
sueños ni esperanzas. El Dîn del
Islam es la senda de los que abren sus corazones ante Allah y transitan y
avanzan hacia Él sumergiéndose en las implicaciones de eternidad implícitas
en el Nombre Supremo (Allah).
Y todo eso no lo
inventó el Último de los Profetas, el
Játam al-Anbiyâ Sidnâ Muhammad (s.a.s.), sino que él mismo reconoció que
su misión era la de rescatar y restaurar esa espiritualidad antigua,
telúrica, enraizada en lo humano y en el cosmos, y de ahí la insistencia en
el carácter absoluto del Islam, su radicalidad. Él (s.a.s.) dijo: “Los
profetas son hermanos hijos de diferentes madres, pero su Dîn es uno”
(hadiz recogido por al-Bujâri y Muslim). El Islam es la superación de las
religiones y la recuperación de lo primordial, es reencuentro con lo
original y es punto de partida. Eso es el Islam, y eso es lo que implica el
término Dîn al-Islâm,
intraducible pero que hasta cierto nivel queda pergeñado en lo que hemos
señalado.
El Islam es el
Dîn
de la humanidad, la senda espiritual
de todos los seres humanos, la adecuada a todos porque es innata en cada
hombre. Los implica a todos ellos e implica todo lo que son y los integra en
su principio básico que es el Tawhîd,
el Proceso hacia la Unidad. El
término ‘espiritual’ que hemos utilizado es una simple concesión a la
inteligibilidad, y tenemos que matizarlo, pues puede ser tan falseador y
funesto como el de ‘religión’. Con ‘espiritual’ nos referimos a un
sentir hondo y transformador en las raíces del ser. Este
sentir
en el Islam no excluye nada, no desintegra nada, no distingue entre cuerpo y
alma, entre espíritu y materia, entre lo sagrado y lo profano. Muy al
contrario, la ‘espiritualidad’ debemos entenderla, dentro del Islam, como
reconciliación, como la vivencia
de la Unidad y Unicidad
que gobiernan la existencia entera. No es un rechazo a nada, sino la
integración de todo; y es, sobre todo, una poderosa aspiración, un anhelo
que anida en lo más profundo de cada hombre, y de ahí que digamos que el
Islam es el ‘espíritu de la humanidad’. Si lo entendemos así -si somos
capaces de abarcar en nuestro entendimiento las implicaciones remotas de esa
sensibilidad islámica-, podemos entonces seguir empleando el término. Pero
si tenemos en mente su sentido cristiano y reduccionista, la palabra es tan
pobre y abominable como la de ‘religión’.
El Islam es
recuperación y punto de partida, por ello recoge en sí todas las tradiciones
anteriores, y el Corán lo subraya innumerables veces. El Corán dice que Noé
dijo: “Se me ha ordenado ser de los
musulmanes” (Yûnus, 72). Abraham e Ismael, según el Corán, dijeron: “¡Oh,
Señor! Haznos ser musulmanes ante ti” (al-Báqara, 128). Y Jacob, poco
antes de morir, dijo a sus hijos: “Allah
ha elegido vuestro Dîn: no muráis sino siendo musulmanes” (al-Báqara,
132). Y Moisés dijo a su pueblo: “¡Confiad
en Él, si realmente sois musulmanes!” (Yûnus, 84). Y el Corán dice de la
Torah (los primeros libros del Antiguo Testamento): “Los
profetas -que eran musulmanes- juzgaron de acuerdo a ella” (al-Mâida,
44). Y José invocó diciendo: “Hazme
morir como musulmán y adhiéreme a los rectos” (Yûsuf, 101). Los
hechiceros que el Faraón había reunido para vencer a Moisés dijeron cuando
se sintieron derrotados por el profeta: “¡Señor,
danos paciencia y haznos morir como musulmanes!” (al-A‘râf, 126). Y los
apóstoles de Jesús (los hawâriyîn), según el Corán, dijeron al Mesías
hijo de María: “Nos hemos abierto
hacia Allah. ¡Sé testigo de que somos musulmanes!” (Al ‘Imrân, 52). Y la
reina de Saba dijo: “Me rindo como
musulmana junto a Salomón ante Allah, el Señor de los Mundos” (an-Naml,
44). El hombre justo dijo en el Corán: “Cuida
de mi descendencia. Hacia Ti me vuelvo y soy de los musulmanes” (al-Ahqâf,
15).
A pesar de todo lo
dicho, el Islam no se suma a ninguna moda ecuménica ni aboga por ningún tipo
de sincretismo. El Islam tiene en sus raíces esas inmensidades en las que el
musulmán tiene la oportunidad de resonar con todos los profetas de la
humanidad, y no necesita elaborar ningún discurso hipócrita con el que ganar
puntos en este mundo de lenguajes políticamente correctos y espiritualidades
suavonas. El Islam siempre ha sido un espacio amplio, un lugar de encuentro
fecundo entre gente profunda, y así seguirá siéndolo a pesar de todo, y lo
será en la naturalidad de las esencias no en los montajes laberínticos que
quiera imponernos nadie en aras de un ‘encuentro’ artificial e interesado
entre culturas. La universalidad del Islam no es oportunismo sino una de sus
dimensiones, consustancial con su percepción de la existencia como
manifestación del Uno-Único.
Por ello, conscientes
de las diferencias, hablamos de un plural para la palabra
Dîn
que es Adyân. El Corán habla del
Dîn an-Nasârà, el Dîn de
los Cristianos o el Dîn al-Yahûd,
el Dîn de los Judíos, etcétera. Tampoco en estos casos debemos
traducir la palabra Dîn por
religión
pues es poco probable que los musulmanes de los tiempos de la Revelación del
Corán tuvieran idea de un concepto tan ‘elaborado’ como el de ‘religión’.
Dîn significaba para ellos algo vago como ‘espiritualidad’, ‘Ley Revelada’, ‘cultura de un pueblo’, una
‘cultura’ que no se distinguía de su sentido de la trascendencia. El
Dîn es la forma que tiene cada nación de encarar lo más profundo y de
reconocerse en torno a ese sentir, y que fácilmente degenera en la creación
de instituciones y jerarquías, y es entonces cuando cada
Dîn
adquiere sus propias características. El
Dîn
por antonomasia es el Islam (o el Dîn
al-Islâm cuando se quiere evitar confusiones), porque recupera la
Fitra, lo auténtico... En el próximo número de Zawiya, in shâ
Allah, estudiaremos el significado de la palabra Islam.