A nuestros líderes políticos
LUISA MORGANTINI
Vicepresidenta del Parlamento Europeo
Ni una palabra, ni un sólo recuerdo, ni una señal de dolor por los cientos de muertos: mujeres, niños, ancianos y militantes de Hamás, también ellos son seres humanos. Hogares, edificios enteros, ministerios, escuelas, farmacias, comisarías de policía, hospitales hechos pedazos. ¿A dónde ha ido a parar vuestra compasión? ¿Cómo podeís seguir callados o disculpar siquiera la permanente política de agresión israelí?
Los habitantes de Gaza y de los Territorios Ocupados (West Bank) –todos palestinos– están pagando el precio del terrible fracaso de la comunidad internacional, incapaz de obligar a Israel a respetar la ley internacional y a poner fin a su sangriento colonialismo. Es cierto que Hamás, con sus cohetes, constituye también una amenaza para los colonos israelíes y para la población civil que debería ser condenada. ¡Basta ya con la impunidad de Israel y el continuo chantaje de sus líderes!
Desde 1967, Israel ocupa militarmente los territorios palestinos. Una ocupación brutal: el robo descarado de la tierra, la demolición de casas, los checkpoints donde los palestinos son continuamente humillados y hostigados; las colonias que no dejan de construirse de forma ilegal y que se apropian no sólo de la tierra, sino de todos los recursos acuíferos, destruyendo las cosechas; y miles de prisioneros políticos que ni siquiera tienen el derecho a recibir visitas de su familia.
Vosotros, líderes políticos: ¿acaso no habéis visto alguna vez la
desesperación en los ojos de un campesino palestino que,
desesperado, se abraza al tronco de su olivo mientras los bulldozers
intentan desarraigarlo, mientras los soldados le golpean con sus
rifles para obligarle a soltarlo? ¿O a una mujer dando a luz detrás
de una roca mientras su marido corta el cordón umbilical con una
piedra porque los soldados israelíes, simplemente, no le dejan
cruzar el checkpoint para ir al hospital? ¿Habéis visto a Um Kamel,
desalojada de su casa, construida con el sacrificio de toda una
vida, porque los fanáticos judíos –no las víctimas del Holocausto,
sino los de Brooklyn–, piensan que esa tierra les pertenece por
mandato divino y que, por lo tanto, tienen derecho a ocuparla para
construir otra colonia judía en el corazón de la ciudad vieja de
Jerusalén?
¿No habéis visto, quizá, a los
niños de los pueblos de los alrededores de Tuwani, al sur de Hebrón,
que para ir a la escuela se ven obligados a caminar durante más de
una hora y media porque los judíos han construido una colonia en el
medio de la carretera que une las dos ciudades y si les ven pasar
por allí son atacados con piedras y otros objetos? ¿O a los pastores
de Tuwani, que ven las aguas de sus pozos envenenadas por los
fanáticos y no pueden dar de beber a su ganado? ¿O la ciudad de
Hebrón, reducida a la nada porque 400 colonos judíos han ocupado la
ciudad vieja que, a su vez, se ha visto rodeada por miles de
soldados que han expulsado de sus casas a sus propietarios
palestinos obligándoles a cerrar más de 840 comercios?
¿No habéis visto, acaso, el muro
que atraviesa calles y barrios; que roba tierras de cultivo; que
separa a las familias palestinas; que se apropia de la tierra fértil
y de los acuíferos en beneficio de Israel? ¿No habéis visto a los
pacientes de cáncer esperando en el paso de Eretz el permiso para
poder recibir tratamiento en los hospitales y siendo detenidos y
obligados a regresar por “razones de seguridad”?
En los últimos 19 meses, 283
personas han muerto por falta del cuidado médico que deberían haber
recibido en algún lugar del extranjero porque no les permitieron
cruzar a pesar de recibir garantía por parte de los médicos
israelíes, pertenecientes a un grupo de defensores de los Derechos
Humanos.
¿Habéis sentido el frío de las
noches de Gaza, un frío que atraviesa los huesos porque no hay ni
luz, ni combustible?¿O acaso sabéis de los bebés prematuros nacidos
en el hospital de Shifa, cuyos pequeños cuerpos luchan por
sobrevivir, pero que mueren irremediablemente cuando su incubadora
se queda sin luz durante media hora?
¿No habéis visto el miedo, el
terror en los ojos de los niños, sus cuerpos destrozados?
Ciertamente, el miedo de los niños de Sderot no es diferente y los
cohetes de Hamás también pueden matar, pero, al menos, ellos tienen
un lugar donde cobijarse y, afortunadamente, nunca han tenido que
ver sus edificios bombardeados, docenas de cuerpos desmembrados o
aviones que lanzan bombas de fragmentación sobre sus cabezas. Una
sola muerte es ya mucho, pero el “número de muertes” también suma en
la cuenta del horror.Desde 2002, 20 personas han muerto debido a los
cohetes, mientras que en Gaza miles y miles de casas han sido
destruidas y más de 3.000 gazawis han resultado muertos, incluyendo
cientos de niños que no tenían nada que ver con el lanzamiento de
cohetes.
Cuando, en las manifestaciones que
están teniendo lugar en toda Europa, se queman banderas israelíes,
vosotros, los líderes políticos, mostráis enseguida vuestro enérgico
rechazo, gritáis vuestra condena a los cuatro vientos. Estáis en
vuestro derecho. Yo no quemo banderas de Israel, ni las de ningún
otro país, y creo que también Israel tiene derecho a existir, pero
me hubiera gustado oír también vuestros gritos de rechazo y de pena
ante todas estas muertes y toda esta destrucción debida a la
arrogancia y a la crueldad de un Estado que ni siquiera respeta la
ley internacional. Me hubiera gustado oíros mandar a Israel que cese
de disparar, que ponga fin al bloqueo de Gaza, que detenga la
construcción de colonias en los territorios ocupados, que acabe con
la ocupación militar, que respete y ponga en practica las
resoluciones de las Naciones Unidas. Porque esa y sólo esa sería una
forma efectiva de acabar con su inseguridad.
Y, de paso, escuchen también a los
miles de ciudadanos israelíes que se manifiestan en Tel Aviv.
Escuchen lo que gritan: “No queremos ser enemigos, detengan la
ocupación, detengan la masacre”.
¡Dios, en qué mundo tan
horrible estamos viviendo!
Luisa Morgantini es Vicepresidenta del Parlamento Europeo
Traducción de Pilar Salamanca