EL SUFI CONTRA EL PODER
Cuentos de SADI DE SHIRAZ extraídos de su Gulistán


CUENTO PRIMERO

Había dos hermanos, uno de los cuales estaba al servicio del sultán y el otro se ganaba el pan con el sudor de su frente. El rico le dijo a su hermano:
- ¿Por qué no entras a formar parte del servicio del sultán y así te librarás de los rigores del trabajo?
El respondió:
- ¿Por qué no trabajas tu y te libras de la desgracia de tener que servir a otro?
Los sabios afirman: ‘es mejor comer pan de cebada y sentarse en el suelo que tener un cinturón de oro y ser un criado’.

Es mejor amasar cal con las manos
que juntarlas para pedir misericordia a un amo.
Cuántas vidas preciosas se han gastado en:
"¿Qué comeré en verano? ¿Qué vestiré en invierno?"
¡Oh, hombre insaciable! Conténtate con una hogaza de pan
para que no tengas que inclinar tu cabeza en señal de sumisión.



CUENTO SEGUNDO

Un dervishe que había hecho voto de soledad se había retirado a un desierto cuando pasó un rey con su séquito. El dervishe, que se hallaba en estado de meditación contemplativa, no levantó la cabeza, ni siquiera se percató del cortejo. El monarca, aunque estaba de buen humor, se irritó contra él y dijo:
- Estos que visten el manto andrajoso son brutos como los animales y carecen de educación y humildad.
El visir reprendió al dervishe diciendo:
- ¡oh, dervishe! El sultán de toda la tierra acaba de pasar. ¿No vas a rendirle homenaje como es debido?
El dervishe respondió:
- Que el sultán busque homenajes en aquellos que esperan beneficiarse de su buena voluntad. Dile, además, que los sultanes se crearon para proteger a sus súbditos, y no los súbditos parea servir a los reyes.
El rey quedó asombrado por la sabiduría del dervishe y dijo:
- Pídeme un deseo.
El dervishe respondió:
- Lo que deseo de ti es que no vuelvas a molestarme.
- Dame pues algún consejo –dijo el rey.
El dervishe contestó:
- Ahora que tienes entre las manos el poder y la soberanía, recuerda que pasan de mano en mano.

El rey es el guardián de los pobres aunque su reino sea espléndido.
Las ovejas no son para el pastor, sino que el pastor está para cuidar a las ovejas.
Si ves a un hombre afortunado, investiga a ver quién es desgraciado por su causa.
Espera unos días y el polvo habrá consumido el cerebro.
La diferencia entre soberanía y servidumbre no dura indefinidamente.
Cuando se haya cumplido el decreto del destino y exhumen las cenizas de los muertos, ¿cómo distinguirás las del pobre de las del rico?



CUENTO TERCERO

Un monarca injusto preguntó a un hombre justo que acto de piedad le recomendaba:
El respondió:
- Vuestra siesta, señor, pues durante ese breve tiempo el pueblo está libre de vuestra tiranía.

Vi a un tirano durmiendo y pensé: ‘Sería mejor que durmiera siempre’.
Cuando un hombre es mejor dormido que despierto, está mejor muerto que vivo.


CUENTO CUARTO

Llegó a Bagdad un dervishe cuyas du’a eran escuchadas por allah. El gobernador Hayyay Yusuf, un conocido tirano, fue informado de su llegada, le llamó y le dijo:
- Haz una du’a por mí.
El dervishe así lo hizo:
- Allah, quítale la vida a este hombre.
- Subhanallah –gritó el gobernador- ¿Qué clase de du’a es ésta?
El dervishe replicó:
- Es una du’a por ti y por los musulmanes. Porque tu muerte los liberará de tu tiranía y tú serás liberado de futuros desatinos.

¡Oh, vosotros que atormentáis a vuestros súbditos!
¿Por cuánto tiempo podréis reinar?
¿De qué os sirve vuestro poder?
Más os conviene la muerte que la tiranía.


CUENTO QUINTO

Se cuenta que estaban preparando unos kebabs para Naushirwan con la caza que acababan de matar en el coto. Los cocineros se quedaron sin sal, por lo que enviaron a un esclavo a un pueblo cercano para que consiguiera un poco. Cuando se marchaba, Naushirwan le pidió que se asegurase de entregar el precio de la sal que obtuviera, no fuera a convertirse en costumbre llevarse algo sin pagar y quedara arruinado el pueblo.
Algunos preguntaron:
- ¿Qué daño podría ocasionar tal nimiedad?
El respondió:
- Un pequeño acto de tiranía parece carecer de importancia, pero los que vienen luego van multiplicándola y acaba siendo de magnitudes imponderables.

Si un rey come sin permiso una manzana del huerto de un vasallo,
sus súbditos se sentirán autorizados a arrancarle el árbol.
Si el sultán se hace con un huevo por la fuerza,
sus tropas pondrán mil pollos en el asador.
El malvado que extorsiona no vive por siempre,
pero sí es eterna la maldición sobre él.