JUTBAS
Primera
Parte
Ha
comenzado el mes de Ramadán y con él se ha visto alterada nuestra
cotidianidad. Y en ello no sólo influye el ayuno, sino toda una serie de
connotaciones, que muchos simplemente intuimos y que hacen de ésta época del año
un tiempo muy especial. Son muchas las significaciones que Ramadán tiene para
cualquier musulmán, y la más importante es, sin duda, que hace del Islam algo
muy presente en cada momento. En Ramadán se tiene una sensación hasta física
y casi palpable de lo que es el Islam, y esto es muy importante porque el Islam
no es cualquier cosa. El Islam es el Poder Doblegador de Allah, y por eso el término
que designa a nuestro Dîn se traduce como Rendición, como Sumisión, como
Claudicación absoluta ante Él, aunque en realidad significa Reconciliación,
volver a la paz, encontrarse de nuevo en el Salâm.
La
eficacia del mes de Ramadán es signo evidente de la fuerza del Islam, una energía
invisible capaz de hacer de repente que una nación entera de cientos de
millones de personas ayunen desde que sale el sol hasta que se pone. Los
musulmanes se rinden a Allah y cumplen su orden, y no lo hacen obligados más
que por Allah Uno-Único. Y, además, los musulmanes son muy conscientes de
esto, y para ellos el Islam es algo a la vez poderoso y familiar, tremendo e
inmediato, sobrecogedor y amable, majestuoso y bello.
Durante
este mes el Islam nos acompañará sin interrupción, fatigándonos de día y
devolviéndonos el aliento de noche, practicando nosotros la paciencia y la
perseverancia durante el día, y la gratitud durante la noche. Viviremos con
intensidad nuestra condición de musulmanes, y la viviremos como debe hacerse,
con contradicciones y con victorias. Y así hasta que finalice este mes,
habiendo saboreado la capacidad que tiene el Islam de estar absolutamente
presente, condicionando cada uno de nuestros instantes, haciéndonos conscientes
del paso del tiempo, del Poder de Allah para gobernarlo todo, de nuestra
debilidad humana y de nuestra fortaleza de espíritu...
Ayuno en árabe
se dice Siyâm y también Sáum. El Siyâm de
Ramadán es obligatorio para todo musulmán y musulmana que estén en
condiciones físicas de realizarlo. Muchos millones de personas están ahora
privándose con nosotros de comida y bebida durante el día, dejándose penetrar
por el Islam. Se vacían para sentirse ante Allah, para ser colmados por Él. Y
tradicionalmente se ha dicho que hay tres niveles de Siyâm. Está
primero el ayuno general que consiste en abstenerse de comer, beber y de
mantener cualquier actividad sexual durante el día. Quien cumple estas
condiciones cumple con el ayuno de Ramadán y practica este pilar del Islam. Con
ello se cumple suficientemente, y esta forma de ayuno tiene un momento concreto
que es el mes de Ramadán.
Pero
después hay otro nivel de ayuno más profundo, que es el quienes se abstienen
de todo mal, y no se dañan a sí mismos ni a los demás. Se trata del ayuno de
quienes calman sus cuerpos, es decir, quienes se apartan de toda violencia, de
toda mentira, de toda injusticia,... es el ayuno de quienes encuentran la paz en
el sosiego de un corazón perfecto. Cada órgano tiene su ayuno, y se abstiene
de un mal que le es propio: en este grado, la mano del ayunante abandona las
agresiones, sus ojos se purifican de toda mirada siniestra, sus oídos dejan de
atender a las mentiras, sus pies ya no lo encaminan hacia su destrucción, su
vientre no encuentra placer en los alimentos de procedencia deshonesta, su corazón
se vacía de sentimientos innobles, y así hasta el último de sus miembros.
Este tipo de ayuno debe practicarlo el musulmán siempre, ya que no tiene un
momento determinado, sin embargo, durante Ramadán debe aprovechar la
coincidencia con el mes del ayuno físico para intensificar sus esfuerzos,
aprovechando la fuerza de las connotaciones. Éste es un grado del ayuno más
profundo.
Pero
después hay aún otro nivel más hondo, y es el ayuno de los que se abstienen
de todo lo que no sea Allah. Son los que se sumergen completamente en el
Recuerdo de su Señor y se ausentan. Se abstienen del mundo y de cuanto contiene
y fluyen con la Verdad que gobierna a los cielos y a la tierra. Ese es el ayuno
de los perfectos. A este ayuno se le llama Ayuno del Corazón, Sáum
al-Qalb. Este ayuno comienza cuando quien quiere practicarlo empieza una auténtica
lucha interior en la que combate todo lo que le aleje de Allah, agacha la mirada
y cuida su lengua, volviéndose silencioso. Éste es el que busca la compañía
de Allah, hasta que la alcanza. En cierta ocasión, Rasûlllâh (s.a.s.) dijo:
“Allah no tiene necesidad de que abandone su comida y su bebida quien no
deja de calumniar y actuar según las calumnias”, es decir, Allah acoge al
que abandona la mentira... pues ése es el que ayuna de verdad.
Cumplir
con este ayuno es a lo que aspiran los mejores de entre los musulmanes, y
tampoco tiene un momento preciso. Es más, es el ayuno de los que abandonan el
espacio y el tiempo. No obstante, Ramadán es también una ocasión para
saborear los aledaños de este Siyâm. Por ello durante este mes se viven
con mayor intensidad las prácticas islámicas habituales, y es porque están
impregnadas por la radicalidad de las connotaciones del ayuno de los perfectos.
Sumergirse en Ramadán es presentir esas significaciones profundas, es vivirlas
cada uno al nivel que le permitan sus fuerzas.
El
mes de Ramadán es el mes del ayuno. Se practica el ayuno físico, pero éste
debe servir de soporte material para la practica de los otros dos grados. Ésa
es la aspiración de todo musulmán sincero. Es así porque todas las ‘Ibâdas
-todas las prácticas islámicas- tienen como objetivo esencial el Recuerdo
de Allah, Dzikrullâh. El Corán dice: “El Recuerdo de Allah es
lo más grande”. Las prácticas existen para servir de acicates al
Recuerdo. Nos privamos de comida y bebida para incentivar en nosotros el
Recuerdo, el Dzikr. No nos debemos quedar en la privación, sino que ella
debe ser una puerta hacia el Dzikr. De lo contrario, es como si nos quedáramos
en el vestíbulo: llamamos a la puerta y luego no queremos entrar. Aprovechemos
el mes de Ramadán para el Recuerdo, y para que éste se encienda en nosotros
tenemos que profundizar en el conocimiento del Islam para que todo lo que
hagamos como musulmanes sea resultado de saber, y no simplemente de copiar a
otros. Y también aprovechemos el tiempo para tensar cada uno de nuestros Salâts.
Es así como iremos sacando fruto a Ramadán, y sea para nosotros fuente de
bendiciones, in shâ Allah.
Algunos
de los consejos que el musulmán debe seguir en Ramadán son los siguientes.
Primero, comer algo por la madrugada justo antes del momento en que vaya a
comenzar el ayuno. Esta comida se llama suhûr. Y en cuanto se
ponga el sol debe comer algo, y a esa comida se la llama iftâr.
Así, pues, en la medida de lo posible, se debe comer antes de que se comience a
ayunar e inmediatamente cuando acabe su tiempo: así actuaba Rasûlullâh (s.a.s.)
y su ejemplo debe ser seguido. Lo mejor es romper el ayuno con dátiles.
Segundo,
es muy aconsejada la generosidad durante Ramadán, conforme a un hadiz en el que
se nos dice que, siendo Sidnâ Muhammad (s.a.s.) el más generoso de los
hombres, lo era mucho más en Ramadán. Todo bien que se haga durante este mes
tiene un mayor valor junto a Allah, de igual modo que todo mal es peor ante
Allah, pues, durante este mes lunar, la existencia entera es más sensible por
razones que se nos escapan. Por ello se aconseja el ma‘rûf, es decir,
lo que la gente entiende como bueno, y también está aconsejada la sádaqa,
es decir, toda muestra de generosidad hacia los demás.
Tercero,
de igual modo se insiste en que durante este mes se estudie el Corán de una
forma más intensa, y se recite a todas horas, especialmente en las horas más
tardías de la noche.
Cuarto,
el I‘tikâf, el retiro, es muy recomendable durante Ramadán, y más aún
durante sus últimos diez días. La forma correcta de realizar el I‘tikâf
aparece descrita en los tratados de Fiqh.
En
resumen, se le dice a los musulmanes que Ramadán es una oportunidad para
redoblar los esfuerzos, en coincidencia con el secreto de un mes que es mubârak,
un mes de bendiciones en el que hay una noche que es mejor que todo el tiempo
junto.
Somos
una pequeña comunidad de musulmanes andaluces que celebra el Ramadán en esta
tierra. Es como si recogiéramos una antorcha, y ello debe hacernos sentir
responsables. No sólo ayunamos con toda la Nación musulmana, sino que ayunamos
también con todos nuestros antepasados musulmanes, andaluces que iluminaron
esta tierra con su Islam y que lucharon por él. Esto forma parte de nuestro Tawhîd,
de nuestro sentido de la Unidad. Nunca estamos aislados, nunca lo hemos estado.
Por eso, el sentido de la comunidad está tan arraigado en el Islam, pero es un
sentir más profundo del que intuimos. Estamos unidos por todos lados, con el
presente, con el pasado y con el futuro. El Islam lo reúne todo, y ésa es su
grandeza. Por ello, no es extraño que recordemos en Ramadán también a
nuestros antepasados, los musulmanes que nos precedieron aquí. A muchos de
ellos se les obligó a romper el ayuno. Nosotros ahora lo recuperamos, e
iluminamos la tierra de al-Ándalus con la luz de nuestro Islam, wa l-hámdu
lillâhi rábbi l-‘âlamîn.
du‘â ...