JUTBAS

     INDICE

Primera Parte  

         al-hámdu lillâh...  

        

            Algo que caracteriza notablemente al Islam es la abundante información que tenemos acerca de Rasûlullâh (s.a.s.). No sólo conocemos las grandes líneas de su vida, sino incluso detalles aparentemente secundarios que permiten, al musulmán que los reproduce, sentirse cerca del Profeta (s.a.s.). Al hacer nuestros sus gestos nos identificamos plenamente con él y lo hacemos presente. Sidnâ Muhammad (s.a.s.) es el maestro actual de cada musulmán y el amor que éste siente hacia él lo simboliza adecuándose a sus formas, obedeciendo sus consejos y absteniéndose de lo que él detestaba. Es así cómo actúa el amante con el amado, el discípulo con el maestro, es lo que hace el que admira con el objeto de su admiración. Y esto da pleno sentido al nombre de Muhammad (s.a.s.), que significa el Elogiado, el Admirado.

         Acercarnos a Muhammad (s.a.s.) es acercarnos a quien estuvo cerca de Allah y anunció las verdades contenidas en la esencia de las cosas. Lo asumimos en nuestras vidas, y con esa reproducción trazamos nuestro camino dentro del Islam hacia el Señor de los Mundos, Allah Rabb al-‘Âlamîn. Cuando adecuamos nuestros actos a los de Sidnâ Muhammad (s.a.s.) hacemos que cada pormenor de nuestras vidas sean momentos en los que rendimos homenaje a Allah. Por ello, a esa reproducción se la llama Ádab, que significa Cortesía. La cortesía consiste en reconocer el valor de algo y mostrar la actitud conveniente. Es, por tanto, un acto de conocimiento que tiene la ventaja de abrirnos las puertas a un paladeo más profundo de cada instante, y así, a su vez, ese paso nos conduce a un saber mayor.

         Algo tan sencillo como lavarnos las manos antes de comer puede ser una simple medida de higiene, pero si lo hacemos porque lo hacía Rasûlullâh (s.a.s.) resulta que el gesto contiene algo más y tiene otras implicaciones. Resulta que ese sencillo gesto se convierte en Ádab, en un paso hacia Allah. Si comemos sentados en el suelo -cuando no resulte incómodo o provocativo- entonces imitamos la humildad de Muhammad (s.a.s.) que ‘comía como comen los esclavos’, pues al fin y al cabo era un servidor de su Señor. Si, además, nos sentamos para comer sobre la pierna derecha doblada debajo de nosotros mientras nos apoyamos sobre la izquierda, entonces seguimos el modo en que tenía Rasûlullâh (s.a.s.) de sentarse. Si al comer disfrutamos de lo que Allah nos ha dado y lo hacemos para recuperar fuerzas con las que seguir sobre su Senda, la comida se convierte en una ‘Ibâda, en un acto meritorio dentro del Islam, en una práctica espiritual con resonancias más allá de lo que podríamos esperar. Si no nos saciamos sino que damos a nuestro estómago un tercio de su capacidad en alimentos sólidos, un tercio de alimentos líquidos y dejamos libre para el aire el último tercio, además de no extender la mano hacia un plato antes de estar hambrientos y retirándola antes de estar llenos, nos portamos con la austeridad de Muhammad (s.a.s.) y casi no necesitaremos médicos. Rasûlullâh (s.a.s.) se conformaba con poco, nunca despreciaba nada ni se quejaba de lo que le ofrecieran, y procuraba que cuantos más mejor participaran de su plato.

         La Sunna es la Tradición de Sidnâ Muhammad (s.a.s.), su modo de actuar. Cuando la cumplimos, es Ádab, Cortesía por nuestra parte. Es Sunna decir bísmillâh al empezar a comer y decir al-hámdu lillâh al acabar. Es Sunna comer con la mano derecha recogiendo bocados pequeños, masticarlos bien, no extender la mano hacia el plato antes de haber tragado lo anterior, no criticar la comida, comer de lo que se tiene inmediatamente en frete, sin rebuscar en el plato ni tomar del lado de quien lo comparta con nosotros. No se debe soplar en la comida caliente. Lo mejor es no beber mientras se come, sino antes o después, tal como aconsejan los médicos. El Ádab respecto a la bebida es sostener el recipiente con la mano derecha, comenzando con tres sorbos separados, respirando entre ellos, beber sentado no de pie, y empezar diciendo bismillâh y acabar diciendo al-hámdu lillâh. Al terminar de comer, hay que lavarse las manos y enjuagarse la boca. Cuando se cuentan estas cosas, que parecen costumbres generalizadas y aconsejadas por el sentido común, se les da una mayor profundidad al ser la descripción de los gestos de Rasûlullâh. Al retomarlos, el musulmán se siente integrado en él (s.a.s.).

         Otras cortesías a la hora de comer son: esperar a que comience la persona de más edad o la que tenga más méritos. Si eres tú el que se espera que empiece, no debes retrasarte. No es aconsejable comer en silencio sino departir con los comensales. Tampoco es conveniente fingir timidez, de igual modo que la excesiva confianza puede molestar a alguien. No se debe mirar de forma fija a nadie para no provocar su pudor, ni se deben hacer gestos groseros ni nada que produzca repugnancia.

         Cuando se tenga invitados, es cortesía ofrecerles comida sin pedirles permiso para ello. Pero no debe exagerarse ni ir más allá de las posibilidades normales. Y es cortesía del invitado no hacer exigencias, y se le da a escoger, debe elegir lo más fácil de preparar y resulte menos engorroso para sus anfitriones. No debes presentarte de forma imprevista en casa de nadie a la hora que tenga acostumbrado comer. Si da la coincidencia, y te ofrece compartir con él la comida, debes ver si causas alguna molestia y, si es así, tu cortesía consistirá en rechazar con educación la oferta. Todo esto debe hacerse sin fingimientos ni artificialidad y son las circunstancias las que dictan la forma más correcta de comportarse.

         El musulmán reúne a la gente a su casa, y da de comer. Esta es una Sunna importante porque estrecha lazos y somos nosotros los responsables de crearlos, mantenerlos y reforzarlos. Somos los encargados de la cohesión entre los musulmanes y los encargados de forjar comunidad. Por ello, se aconseja invitar a la gente modesta y a los familiares, y sólo en casos excepcionales a los ricos y a los lejanos, para impedir que se trate de actos por los que se busque algún interés o reputación.

         Si se te invita, debes intentar acudir. Si se trata de una boda, tu asistencia es obligatoria. Incluso si se está ayunando voluntariamente, se debe romper el ayuno y participar de las reuniones de los musulmanes. Sólo se deben rechazar las invitaciones que tengan propósitos perversos o en las que se ofrezca a los comensales lo que el Islam prohíbe. Lo importante es que el fin sea noble y aumente la hermandad de los musulmanes.

      

    al-hámdu lillâh...  

     El Islam entero es Ádab, es estar de un modo sencillo y respetuoso en todas las situaciones, a imitación de Muhammad (s.a.s.). Él buscó en todo una simplicidad que hiciese cómodo sentirse musulmán. Y esa es la clave: la forma de vida del musulmán, al estar basada en una relación amable y sin extravagancias consigo mismo y con cuanto le rodea, se ajusta a las posibilidades de cualquier persona. Si evitamos las obsesiones y la intransigencia en el cumplimiento con la Sunna, haremos de ella una senda sensata hacia la realización de una vida armoniosa y placentera. De ella tenemos que recoger sus formas en la medida de nuestras posibilidades y su sentido en la medida de nuestra inteligencia, y entonces seremos musulmanes coherentes que avanzan en la creación de sus comunidades y progresan en su espiritualidad.   

du‘â ...

 

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