JUTBAS

     INDICE

Primera Parte  

         al-hámdu lillâh...  

        

                Los ‘ulamâ, los que han estudiado con profundidad las fuentes del Islam y han consagrado sus vidas a su divulgación, están de acuerdo en que el Çawâÿ -el matrimonio-, es mutahabb mandûb, es decir, muy recomendable. El Islam insiste en la necesidad de que sus miembros contraigan matrimonio. Pero el Çawâÿ tiene ventajas e inconvenientes que se han de sopesar. Entre sus ventajas se cuentan las siguientes.

            Primero, la satisfacción de las exigencias sexuales, que son naturales y deben ser atendidas. El Islam no valora el celibato ni lo considera adecuado para el ser humano. La palabra Çawâÿ significa literalmente ‘emparejamiento’. Es más, un sinónimo de Çawâÿ es Nikâh, con el que también se designa al matrimonio pero que significa a la vez ‘relación sexual’, destacándose desde el principio la importancia de la función del matrimonio como acuerdo entre dos partes para el mantenimiento lícito y mutuamente consentido de relaciones sexuales.

            Segundo, la descendencia en la que el hombre y la mujer responden a los instintos de paternidad y maternidad: tener hijos es participar en la continuación de la especie humana por un lado y es aumentar la Nación de Sidnâ Muhammad (s.a.s.). Además, nada hay mejor que tener hijos que invoquen en favor de sus padres una vez hayan fallecido: Allah responde a sus ruegos al igual que responde al de los padres en favor de sus hijos.

            En tercer lugar, el matrimonio aparta a Shaitân que ataca a los solitarios. El hombre con la mujer y la mujer con el hombre se hacen compañía y resisten mejor las agresiones que vienen del mal. El Corán enseña que el hombre es lugar de paz para la mujer y la mujer es lugar de paz para el hombre.

            Cuarto, la complementariedad libera al hombre y a la mujer descargándoles de ocupaciones y permitiéndoles tiempo que dedicar a Allah y a la vida espiritual. Lo más habitual es que el hombre se encargue de suministrar a la familia medios de vida mientras la mujer atiende a la casa y a los hijos, sin que esto quiera decir que ella no pueda tener una economía independiente ni que el hombre no colabore en las tares domésticas, tal como ocurría en la Casa de Rasûlullâh (s.a.s.), y sobre lo cual tenemos innumerables ejemplos brillantes.

            Quinto, la mu‘âshara, la convivencia, tiene exigencias importantes que mejoran el carácter de quien sabe cumplir con sus cortesías y lo pulen perfeccionándolo espiritualmente. Y éste es un punto fundamental en el que muchos fracasan. En el matrimonio hay que practicar la muÿâhada, la lucha contra el egoísmo limando asperezas; la riyâda, que es la disciplina en la que se forja el carácter; el sabr, la paciencia que es también perseverancia; el ihtimâl al-adzà o soportar con sabiduría los malos momentos del o de la cónyuge; el sa‘i fî l-ish, o esfuerzo por mejorar la situación del otro; el  irshâd, es decir, conducir y guiar al compañero o a la compañera por el Islam, instruyéndole y dándole ejemplo; el iÿtihâd fî kasb  al-halâl que es ganarse honestamente la vida proporcionando a la familia bienes lícitos; al-qiyâm bi-tárbia al-awlâd, preocuparse por educar a los hijos. Todos estos esmeros son de un gran mérito y fuentes de excelencia que engrandecen al hombre y a la mujer ante Allah.

            Contraer matrimonio y crear una familia es empezar un Yihâd, es dar comienzo a una lucha, es decir, es un esfuerzo decidido, que sólo debe afrontar el que sabe que puede responder a sus demandas, el que tenga armas suficientes y recursos de todo tipo con los que satisfacer el deber que se impone a sí mismo. De lo contrario es mejor abstenerse, aunque el Islam anima decididamente a que sus miembros acepten el reto y se forjen en ese combate. Si la empresa fracasa, se puede romper el vínculo y rehacer cada uno su vida, respondiendo siempre a las responsabilidades. Es muy importante dentro del Islam que cada uno sea consciente de sus responsabilidades y las cumpla en la medida de sus fuerzas.

            Por otro lado, el matrimonio tiene peligros y desventajas que hay que tener muy en cuenta y estar en guardia contra ellos.

            Primero, las fuertes exigencias de la familia puede inducir a alguno de sus miembros a cometer algo ilícito para satisfacer a los suyos. El musulmán debe evitarlo con todas sus energías, pues no hay nada bueno en lo que no se consigue honestamente y en conformidad con la Sharî‘a.

            Segundo, el mal carácter que puede tener el cónyuge o la cónyuge, sus excesivas demandas, sus impertinencias, todo ello puede agriar el carácter de alguien, pero cada miembro de la familia es responsable y debe evitar que la relación degenere y tener una actitud moderada y reconciliadora siempre.

            Tercero, la atención desmedida u obsesiva a la familia puede dispersar al hombre o a la mujer impidiéndole tener momentos que dedicar al Recuerdo de Allah y a la soledad, y esto no es bueno.

            El camino del musulmán consiste en guiarse hacia Allah, hacia la Plenitud. Para ello tiene numerosos medios, siendo el matrimonio uno de los más nobles si se cumplen sus ventajas y se anulan sus inconvenientes.

        

 

        al-hámdu lillâh...  

             

            El matrimonio es una estado conveniente y satisfactorio para el musulmán y la musulmana que estén dotados de sabiduría, prudencia y fuerza. Cada cual debe analizar sus circunstancias y tomar la decisión que más le convenga. Si ve que sus deseos se inclinan hacia el matrimonio y la fundación de una familia, que tiene recursos y capacidades para responder a ese propósito, entonces debe afrontar el reto y perfeccionarse a sí mismo en esa fragua llena de bendiciones. Si por el contrario ve que es incapaz de responder a las exigencias, entonces debe abstenerse, porque nadie debe soportar lo que no puede. De ello no deriva nada bueno. Éste es el consejo que dan los ‘ulamâ después de insistir en que el matrimonio es mustahabb mandûb, muy recomendado, pero ese consejo debe seguirse con sensatez.

du‘â ...

 

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