JUTBAS

     INDICE

Primera Parte  

     al-hámdu lillâh...  

       

            En la jutba  del viernes pasado hablamos de los huqûq al-islâm, los derechos del Islam. Hay que respetarle a todo musulmán los derechos enunciados entonces, pero estos son más urgentes cuanto más cerca de ti esté ese musulmán.

         Por eso, tenemos que hablar hoy de los derechos que genera la vecindad, los huqûq al-ÿiwâr. En un hadiz, Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “Hay vecinos que tienen un derecho, otros tienen dos y otros tienen tres. El vecino que tiene tres derechos es el que, además de ser tu vecino, es musulmán y te unen a él lazos de parentesco. El que tiene dos derechos es el que tiene el derecho de vecindad y el derecho del Islam. Y el que tiene un derecho es tu vecino idólatra, al que debes respetar por su vecindad”. Sidnâ Muhammad (s.a.s.) insistía con vehemencia sobre los derechos que se derivan del ÿiwâr, la vecindad, y lo hacía de tal modo que sus Compañeros temían que de un momento a otro los incluyera en la nómina de los herederos de cada musulmán.

         Entre los derechos del vecino que Rasûlullâh (s.a.s.) enunció están el que tengas paciencia con él, soportando su mal genio o la aspereza de su carácter; y también que, por el contrario, tú lo trates con amabilidad y buen carácter; y también que seas tú el que tome la iniciativa para mantener buenas relaciones y distender las tensiones; y también que comiences tú el saludo; y también que le evites tu pesadez; que lo visites cuando enferme, que le trasmitas tu pésame cuando sea alcanzado por una desgracia, que le felicites cuando le sobrevenga una alegría; y también debes pasar por alto sus faltas y sus torpezas; y también que debes facilitarle las cosas, y no molestarle, ni provocarle; y, por supuesto, también que no debes espiarle ni divulgar sus intimidades ni entrometerte en sus asuntos; y también, que debes vigilar su casa y sus intereses y velar por su familia cuando se ausente. Quien cumple con lo anterior respeta los derechos de la vecindad, además de beneficiarse a sí mismo porque en ello hay mucho bien para todos.

         Además de los derechos del musulmán y los derechos del vecino, en el Islam se habla de los derechos de la consanguineidad (huqûq ar-ráhim), que tienen una importancia central. El parentesco obliga a los musulmanes y es fuente de derechos y obligaciones inapelables. En un hadiz, Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “La consanguineidad pende del Trono de Allah y exclama: ‘Quien me mantenga será mantenido por Allah y quien me suprima será suprimido por Allah’...”. Y en otra ocasión dijo: “Mantiene realmente los lazos que impone el parentesco en toda su exigencia quien los restablece cuando su pariente los rompe, no quien los mantiene cuando no hay problemas”. Un hombre le dijo: “¡Oh, Mensajero de Allah! Tengo familiares con los que mantengo relaciones a pesar de que ellos se apartan de mí, les hago el bien a pesar de que me lo devuelven con el mal, les trato con dulzura mientras ellos me ignoran”, y él (s.a.s.) le respondió: “Hay un decreto de Allah en tu favor mientras te mantengas así”. Sobre estos temas hay una inmensa cantidad de hadices.

         Los derechos derivados de los lazos de parentesco (huqûq ar-ráhim) son indisolubles. Incluso si los familiares de un musulmán son idólatras y quieren apartarlo del Islam, debe tolerarlos sin obedecerles, manteniendo con ellos magníficas relaciones, tendiendo puentes hacia ellos. Y es porque en la raíz de esos derechos hay verdades profundas que están más allá de todo. La consanguineidad es un lazo primario que sólo es disuelto por quien rehuye la unificación hacia la que deben orientarse los seres humanos. Quien se aparta de los suyos no puede aspirar al Uno-Único. Ningún bien hay en esa ruptura, por difícil que sea reconciliarnos con los nuestros en el seno de la sangre común. Los demás derechos, los derivados de la vecindad y del Islam, son un avance en la reunión de los seres humanos, pero no puede faltar su base que es la reunión en el origen.

         El Islam es sabio, busca lo mejor, que está en la armonía y la paz, y las asienta sobre firmes pilares. El musulmán no debe escatimar esfuerzos en ese sentido y tiene como misión el de restablecer lo que la ignorancia y la distancia, el mal carácter y la intolerancia, separan y desunen. El musulmán debe procurar estar bien y a gusto con los suyos, con sus vecinos, con todos los musulmanes, con la humanidad entera y con la existencia en su infinitud. Ese es el objetivo sobre cuya senda debe dar pasos decididos, con sabiduría, prudencia y sensatez.

       

        al-hámdu lillâh...  

         

           El Islam nos invita a crear comunidad. Sobre ello no debemos formular teorías sino vivir como musulmanes. Eso ya lo hace todo. No se trata de imaginar un ideal sino configurar una realidad con lo que somos y con lo que podemos. Si nos imbuimos de las enseñanzas del Islam, nuestra comunidad surgirá espontáneamente como resultado de lo que somos, con contradicciones y esperanzas, con logros y fracasos humanos, pero sobre la verdad de nuestro esfuerzo y de nuestra intención.

Y la comunidad es importante porque es un marco producto de nuestros esfuerzos y además es lanzadera hacia nuevos horizontes. Si rehuimos los conflictos, si nos aislamos, si nos bastamos a nosotros mismos, jamás saldremos de nuestros límites necesariamente estrechos, estaremos enmarañados en nuestras ilusiones y nos engañaremos a nosotros mismos, y eso no es bueno aunque algunas veces nos parezca lo más satisfactorio, lo más fácil. En ello no hay nada bueno: de todo roce saltan chispas, en toda confrontación hay tensiones, pero sólo de esa pugna nace lo mejor si hay nobleza en la intención y luz en el corazón. Si conocemos y respetamos los derechos de quienes nos rodean, andaremos sin duda sobre un Sendero Recto.

                    

du‘â ...

 

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