JUTBAS
Primera
Parte
al-hámdu
lillâh...
Hemos visto en las jutbas de los viernes anteriores cómo los maestros
del Islam inician a sus discípulos en la peregrinación hacia al-Âjira
recomendándoles primero moderación en la comida y en el sexo, para que esas
exigencias no emboten el corazón de modo que éste pueda ir abriéndose hacia
otros horizontes.
Tras lo anterior, los
maestros aconsejan a sus discípulos vigilar sus lenguas. Los excesos de la
lengua son perniciosos, y sólo se combaten disciplinándose en el silencio.
Quien se educa en el silencio consigue reunir su propia fuerza, concentrarla
debidamente, así como se da tiempo para la reflexión. Sobre la virtud del
silencio hay hadices y sentencias tradicionales célebres.
En cierta ocasión,
Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “A quien me asegure que domina lo que tiene entre
los labios y lo que tiene entre las piernas, yo le garantizo el Jardín”. Y
dijo en otro hadiz: “No es recta la sensibilidad del corazón de una persona
hasta que no es recto su corazón, y no es recto su corazón hasta que no es
recta su lengua”. Otra vez, que sorprendió a Mu‘âdz hablando en exceso,
Rasûlullâh (s.a.s.) le dijo: “Abstente de eso”, y Mu‘âdz le dijo: “¿Es
que Allah tiene en cuenta nuestras palabras? ¿Nos censurará lo que
decimos?”, y Sidnâ Muhammad (s.a.s.) le respondió: “Recoger las
consecuencias de lo que dicen es lo que tumbará sobre sus rostros a los hombres
en el Fuego”. También dijo: “Quien retiene su lengua hace que Allah
salvaguarde su intimidad”.
Ibn Mas‘ûd, Compañero
de Rasûlullâh (s.a.s.), dijo: “Nada merece más una prisión prolongada que
mi lengua”. Otro de los Compañeros de Sidnâ Mamad (s.a.s.), Abû d-Dardâ,
dijo: “Sé justo con tus orejas en lugar de dar todos los derechos a tu
lengua. Allah ha puesto en ti dos orejas y una única boca, para que escuches
mucho y hables poco”. Májlad ibn al-Husáin se jactaba de haber pasado
cincuenta años sin haber pronunciado una sóla palabra por la que tuviera que
excusarse...
El silencio, que
significa saber retener la lengua es una virtud en la que disciplinarse porque
soltar sin control la lengua degenera en vicios reprobables. El primero de esos
vicios es hablar de lo que no te incumbe. Quien valora su tiempo y sabe que es
su capital no lo malgasta sino que lo aprovecha. Esta sabiduría lo obliga a
controlar y dominar su lengua. Quien en lugar de recordar a Allah se permite
hablar para matar su tiempo es como quien, pudiendo hacerse con una perla, se
conforma con un guijarro. El Profeta (s.a.s.) dijo: “Signo de corrección del
Islam de una persona es que abandone lo que no le incumbe”. Luqmân el Sabio,
cuando se le pregunto cuál era la cumbre de su sabiduría, respondió: “No
pedir lo que ya tengo y no hablar de lo que no me compete”.
Un segundo vicio de
la lengua a la que se deja en el descontrol es el gusto por hablar sin saber y
adornar inconscientemente lo perverso. Abû Huráira contó que Rasûlullâh
(s.a.s.) había dicho: “El hombre entra en las profundidades más abismales
del Fuego a causa de una sola palabra”. Y cerca de esto está el gusto por las
polémicas y las discusiones, que obligan a mentir, fingir y decir sandeces de
las que tal vez no se es conciente en el momento pero que pueden tener
consecuencias graves. Es así porque esa inclinación viene la mayoría de las
veces de la arrogancia, que es Fuego encendido en las entrañas y que sólo el
silencio sabe calmar. Sidna Muhammad (s.a.s.) dijo en una ocasión: “La
persona más detestable para Allah es el querellante”. Del gusto por los
excesos verbales y la necesidad de vencer en las polémicas y en las discusiones
sólo nacen el odio y el rencor.
Un tercer vicio es la
artificialidad y la vanidad al hablar. Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “El charlatán,
el que adorna sus palabras y se vanagloria de un saber del que carece, junto al
que tiene un comportamiento innoble, serán los más alejados de mí el Día de
la Resurrección”.
En cuarto lugar está
la palabra soez y el insulto, todo lo cual es censurable y digno de desprecio
entre los dotados de inteligencia. Sólo emergen traduciendo a un corazón vil y
perverso. El Profeta (s.a.s.) dijo: “Cuidaos de pronunciar palabras soeces,
porque Allah no ama la indecencia. El Jardín está prohibido para toda persona
soez”. En otro hadiz dijo: “El mûmin no insulta, ni maldice, ni pronuncia
palabras soeces ni se expresa con estupidez”.
En quinto lugar están
las bromas de mal gusto, la sorna, la ironía, el cinismo,... A Sidnâ Muhammad
(s.a.s.) le gustaba bromear, pero sin excesos y sin molestar a nadie. El buen
humor es una virtud dentro del Islam cuando sirve para expresar verdades. En
cualquier caso, en todo ello el musulmán debe respetarse a sí mismo y la
dignidad de los demás.
Junto a lo ya dicho
ocupa un lugar destacado, entre los vicios y malas costumbres en los que cae la
lengua, están por supuesto la mentira, la calumnia, la maledicencia, revelar
los secretos de los demás, el perjurio, el falso testimonio, todo lo cual,
debido a su extrema gravedad merece un apartado propio.
al-hámdu
lillâh...
Si hay algo de lo que debe apartarse el musulmán del todo es la mentira, la
calumnia, la maledicencia y toda falsedad. Toda falta de nobleza de la lengua
debe ser combatida por el musulmán en sí mismo y por la comunidad, porque
pocas cosas hay más desvertebradoras de espíritu y de la comunidad que el
producto de una lengua sin freno alguno y que adopta como naturaleza todos los
vicios que hemos mencionado antes. Quien desee reunificarse en sí mismo y
unirse a los demás, deberá proponerse la verdad y la nobleza como elementos
que integran mientras que la mentira es dispersión y conflicto, un Fuego
destructor.
du‘â ...