JUTBAS

     INDICE

Primera Parte

           al-hámdu lillâh...

       

        Musulmán es la persona que intuye y vive el Poder del que ha surgido su propio ser, es quien saborea en cada instante la Fuerza eterna que es soporte de su existencia, es quien sabe que la muerte lo rendirá definitivamente a ese infinito que engulle todo lo que existe... Es musulmán quien lo presiente y vive, y se sumerge con confianza en lo que significa eso, y se abandona a la Inmensidad de la Verdad de Allah, el Señor de los Mundos. Y ésa es, a la vez, la Fuente de su fortaleza y el Manantial de su soberanía. El musulmán, realmente, vive y es removido por la vida. No está inmerso en el mundo de espejismos entre los que se debate el hombre vulgar. El musulmán está en la rectitud, porque ha dejado atrás las falsedades y los laberintos del hombre inmerso en el mundo de la mentira y el engaño. El musulmán se acuerda de Allah, y su universo es iluminado...

         El Recuerdo de Allah es lo más grande. Ésta es la clave. El musulmán se sienta para practicar el Recuerdo de Allah. Se deja hipnotizar por su Nombre, mientras el hombre vulgar es hipnotizado por dioses y fantasmas que ni engordan ni alimentan, como dice el Corán. El Islam entero es Dzikr, es Recuerdo de Allah, pero el musulmán sabio lo concentra en momentos, normalmente en el seno de la noche o al empezar y acabar el día, para dar más agilidad a su memoria y pasar a tener siempre presente a Allah. Quien tiene siempre presente a Allah se hace grande.

         Algunas de las virtudes y beneficios de esta práctica que consiste simplemente en mencionar el Nombre de Allah, repitiéndolo hasta la saciedad, son las siguientes:

         El Dzikr -recordar y mencionar el Nombre de Allah- expulsa a Shaitân. Es decir, hace huir todo lo demoníaco y purifica el mundo interior del ser humano librándolo de influencias extrañas, de obsesiones, manías, fobias. Shaitán resume para el musulmán todo aquello que, siendo negativo y dañino, escapa a sus previsiones y a su poder, algo sibilino e indefinible que se retuerce dentro del ser humano y lo retuerce, lo confunde, lo inquieta, lo desasosiega y lo lleva por malos caminos, conduciéndolo a la locura y al  infierno. El recordar el Nombre de Allah y comprender su significado y alcance, el musulmán ilumina zonas oscuras de su ser, y ya de ahí no le viene mal alguno.

         Otra virtud del Dzikr es que complace al Misericordioso, al Rahmân. A Allah le satisface que se le recuerde según Él mismo nos ha dicho a través de su Mensajero (s.a.s.), y esa satisfacción de su Señor es, para el musulmán, intimidad con Él y Jardín eterno. Es así como el musulmán siembra su Jardín ante Allah, y es un Jardín del que disfruta ya y del que disfrutará en la eternidad de al-Âjira, tras la muerte.

         Otra de sus virtudes es que hace desaparecer la tristeza y la preocupación. Quien se sumerge en el Recuerdo del Nombre de Allah ve desvanecerse ante sí lo que hasta entonces creía importante. Todo es pequeño e insignificante ante Allah. Allah es Inmenso, y a su lado nada es importante. Todo se deshace, y lo que afligía al musulmán se evapora en el placer de presentir al Verdaderamente Grande, al Infinitamente Imponente. Estamos en sus Manos, en la de quien nos ha creado y nos hace existir en cada instante y derrama sobre nosotros su Favor, y no estamos en las manos de las tonterías que suelen preocuparnos y entristecernos. Quien se adentra por los espacios del Dzikr es aliviado por Allah inmediatamente.

         Con el Dzikr desaparecen la aflicción y el pesar, y son sustituidos por la alegría y la expansión. Efectivamente, la tristeza nos la produce la estrechez, nos sentimos aplastados por las circunstancias. El Nombre de Allah despeja todo eso y nos abre hacia horizontes amplios. De ahí que uno de los efectos del Recuerdo sea la expansión de ánimo, la dilatación del corazón,...

         El Dzikr da fuerzas al corazón y al cuerpo, es un ejercicio saludable que confiere agilidad, es una disciplina que hace que la sangre fluya y revitalice los órganos sumidos hasta entonces en la congestión y en la pesadumbre. El Dzikr ensancha el pecho, y eso es muy bueno...

         Además, el Dzikr ilumina el rostro y el corazón de quien lo practica. El Dzikr embellece a los musulmanes, los hace brillantes. Y esto es fácilmente constatable. Es algo que se ve.

         Rasûlullâh (s.a.s.) dijo que el Dzikr atrae la riqueza y da prosperidad. El Recuerdo de Allah es alegría, es salud y es belleza, ¿cómo no iba a ser enriquecedor?

         El Dzikr confiere majestad al que lo practica. El Nombre de Allah es un manto de realeza. El dulzor de su sonido tiene y comunica poder. El Nombre de Allah es majestuoso y adorna al que lo pronuncia.

         El que pronuncia el Nombre de Allah se adentra por los secretos que conducen hasta Él y adivina su belleza tras los velos de los sonidos de su Nombre. El musulmán conoce a Allah en la sonoridad de su Nombre, y se enamora de Él. Y el amor a Allah y el Amor de Allah, la Mahabba, son el espíritu del Islam, su centro, el eje del Camino, el punto en torno al que gira el musulmán. Allah ha hecho que se llegue a cada cosa a través de algo, y ha hecho que se llegue a amarle a Él y conseguir su Amor en la práctica del Dzikr. Quien quiera amar a Allah y conquistar su amor, que se esmere en pronunciar su Nombre.

         Además, otra de las muchas virtudes del Recuerdo es que pone en alerta al que lo practica. Y quien está alerta está despierto, y quien despierta ante Allah entra en la Excelencia, y pasa a ‘ver’ a su Señor. El distraído jamás percibe la Verdad. El que carece de atención no distingue nada.

         Y es así como el que practica el Dzikr tiene abierta ante sí la puerta por la que ‘se vuelve a Allah’. Ve con su corazón a Allah y, por lo tanto, sabe bien hacia donde dirigirse. A lo largo de toda su vida encuentra cobijos de su Señor...

         Y quien se vuelve hacia Allah se acerca a Él, y quien está cerca de Allah está cerca de la Fuente de la Existencia de la que mana todo, y disfruta de la exuberancia y riqueza de su Señor.

         Y ésa es la Puerta Inmensa del Conocimiento. Al intensificar el Dzikr, el musulmán se vuelve progresivamente más sabio y más profundo.

         Todo lo anterior es estar en Presencia de Allah, es estar realmente ante Él. Y quien está ante la Inmensidad es consciente de sus dimensiones indescifrables, de su Poder Absoluto, de su Ciencia Abarcadora, de su Voluntad Reductora, y se sobrecoge ante semejante grandeza. Allah se apodera del corazón de quien le recuerda y lo hunde en la emoción, que a veces es un terror infinito y otras una felicidad sin límites en el vértigo.

         Quien recuerda a Allah es recordado por Allah; quien menciona su Nombre, Él menciona el suyo. Allah dice en el Corán: “Recordadme y os recordaré”, y Rasûlullâh (s.a.s.) dijo que Allah ha dicho: “A quien me recuerda secretamente lo recuerdo secretamente, y quien menciona mi Nombre en una asamblea, Yo menciono su nombre en una Asamblea aún mejor”. Esto nos habla del grado elevado y el rango alzado del que practica el Dzikr, que es enaltecido por Allah mismo.

         El Dzikr es vida para el corazón, pues se ha dicho que el Nombre de Allah es para el corazón lo que el agua para el pez, que no puede vivir más que sumergido en el mar. Y es como el alimento para el cuerpo, sin el cual se debilita, enferma y muere finalmente.

         El Dzikr purifica el corazón y retira la herrumbre que se acumula sobre él. Es decir, la mención del Nombre de Allah purifica al corazón y lo potencia, lo revivifica, renueva su vigor, lo agiliza... Es como un suave masaje que lo tonifica y despereza. Y con ello lo libra de las consecuencias funestas de la desidia y lo orienta hacia lo mejor, cuyos frutos siempre son positivos para el ser humano.

         Entre Allah y el ser humano hay distancia, penumbra, silencio y soledad que solo se rompen con el Dzikr. Al hombre le resulta extraño Allah hasta que ‘se familiariza’ con Él, y eso sólo se logra con la práctica del Recuerdo.

         Cuando mencionas el Nombre de Allah acompañándolo de elogios e invocaciones -como el Tahmîd, el Tasbîh, el Tahlîl, etc.-, esas frases se convierten en seres que piden a Allah por el que los ha pronunciado. Por siempre merodean alrededor del Trono de Allah invocando en tu favor. Rasûlullâh (s.a.s) dijo en cierta ocasión: “La majestad que mencionáis al lado del Nombre de Allah cuando proclamáis su Unidad, cuando lo alabáis y cuando lo exaltáis, todo ello se arremolina en torno al Trono y tiene un eco semejante al zumbido de un enjambre de abejas. ¿No os resulta amable que os pertenezca aquello con lo que recordáis a Allah?”.

         El musulmán menciona el Nombre de Allah en todas las circunstancias, incluso cuando no le falta de nada y está satisfecho y aparentemente no necesita a nadie. En respuesta, Allah lo auxilia cuando tiene necesidades y cuando la desgracia se abate contra él. Entonces encuentra los frutos de haber recordado a su Señor sin condiciones.

         El Dzikr rescata al hombre de la Ira de Allah. El Nombre de Allah pone al ser humano a salvo de la violencia del Señor de los Mundos, y lo salva del Fuego tras la muerte. Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “Ninguna acción del ser humano es tan efectiva contra el Tormento de Allah como el Dzikr”.

         El Dzikr es razón para que descienda la calma, para que la misericordia se extienda y los ángeles alberguen bajo sus alas a quienes pronuncian el Nombre de Allah. De todo esto informó Rasûlullâh (s.a.s.).

         El Dizkr da ocupación a la lengua en algo noble, y la aparta de sus costumbres tales como la calumnia, la maledicencia, la mentira, la adulación, lo soez. La lengua está hecha para hablar, y lo mejor que puede hacer el musulmán es imponerle como tema a Allah. Con ello preserva la pureza de su lengua y la ejercita en la verdad y en la nobleza.

         Las reuniones en las que se recuerda a Allah son reuniones a las que asisten los Malâika, los ángeles; mientras que las reuniones en las que no se menciona a Allah son reuniones en las que se presentan los Shayâtîn, los demonios. Las sesiones de Dzikr son luz e iluminan a quienes se arriman a ellas, y toda otra asamblea es tiniebla y entristece a los que acuden a ella.

         Si el Dzikr va acompañado de llanto en la oscuridad de la noche asegura la protección de Allah el Día de la Resurrección...    

 

Segunda Parte

 

         al-hámdu lillâh...  

 

          Ciertamente, el Dzikr es la más fácil de las prácticas del Islam. Es una ‘Ibâda cómoda que sólo consiste en mover la lengua mencionando el Nombre de Allah, y sin embargo es la más majestuosa de las ‘Ibâdas y la de fruto más rápido. La Noche del Viaje Nocturno, Rasûlullâh (s.a.s.) pasó junto a Ibrâhîm (a.s., Abraham), que le dijo: “¡Oh, Muhammad! Saluda de mi parte a tu nación y comunícale que el Jardín tiene buena tierra y que su agua es dulce, y lo labra subhânallâh, al-hámdu lillâh, lâ ilâha illâ llâh y allâhu ákbar”.

         El Dzikr es luz para el musulmán en esta vida, y es una luz que lo acompañará en la muerte y alumbrará su tumba, haciéndole acogedora esa temible soledad. Y esa luz será aún más intensa ante Allah en el Día en que todos los hombres sean espantados en lo más íntimo de sus seres y despierten del letargo de la muerte para hacer frente a la Verdad Absoluta. La muerte es ausencia de esa luz, tal como dice el Corán: “¿Es igual el muerto al que devolvemos la vida y le damos una luz con la que camina entre las gentes al que permanece en las tinieblas sin poder salir de ellas?”.

         El Dzikr es la raíz de los fundamentos, el cimiento del Islam, y es el camino de todos los musulmanes y es la garantía de la intimidad con Allah. Quien practica el Dzikr es un walíyullâh, es un íntimo de Allah, alguien temible pues tiene un Poderoso Aliado. Quien vea abrirse ante él la puerta hacia la práctica del Dzikr que se felicite a sí mismo: es una poderosa señal que le anuncia el triunfo. Quien se sienta cómodo en la realización del Dzikr, que se felicite a sí mismo. Quien persiste en esa práctica, que se felicite a sí mismo. Quien progresa en ella, que se felicite a sí mismo.

         Purifícate y entra en la Presencia. Realiza tus abluciones y siéntate sobre tu esterilla, y acércate a tu Rey. ¡Oh, vida en calma! ¡Entra en Mi Jardín!...

 

du‘â ...