at-Tarîq
as-Sûfi
El término árabe Tarîq
significa camino, y dentro del sufismo
se emplea para designar de modo general la Vía hacia la Verdad, el recorrido
espiritual hacia la Presencia de Allah, el Uno-Único. Por su parte, Tarîqa
significa prácticamente lo mismo añadiendo el matiz de método,
manera, sistema. Cada maestro tiene su modo,
su Tarîqa, de ir por el camino,
por el Tarîq. El sufismo
(el Tasáwwuf) es un
viaje que va de la Creación (el Jalq, el
mundo aparente) al Creador (el Jâliq,
la Esencia Creadora); es un camino ascendente que deja atrás lo ilusorio y
pasajero avanzando hacia el Eterno Insondable.
Hemos dicho que el sufismo
(el Tasáwwuf) es un viaje.
Hay muchas maneras de decir viaje en
árabe, pero el término que prefieren los sufíes es el de Sulûk, que significa andar,
superar etapas (Sulûk significa también modo
de comportarse). En realidad, Sulûk
quiere decir salir de algo y entrar en
algo, mejorar, y los maestros enseñan
que el sufismo es salir de la desidia espiritual y el amor al mundo para entrar
en el espacio infinito de la reconciliación con Allah y el amor a lo real.
El sufí es un sâlik,
un peregrino sobre la senda del Sulûk,
el viaje de los cambios interiores hacia Allah. Es un aspirante (murîd),
alguien dotado de una poderosa voluntad, y también es un pobre (faqîr), alguien
necesitado de Allah, que va por el camino
(Tarîq) de los sufíes en
conformidad con el método (Tarîqa)
de un maestro concreto.
&nbsr; Los sufíes coinciden
en que el fruto de ese viaje depende de la corrección de los primeros pasos que
se den sobre el camino. Desde los albores del sufismo se ha dicho que la mayoría
de los obstáculos y dificultades con los que se tropieza sobre esa senda se
deben a inseguridades o confusiones al comienzo de seguirla. Esto ya lo enseñó
al-Yunáid, al que la tradición considera el primero en crear una escuela sufí
(se le llama sáyyid at-tâifa,
el señor de la taifa de los místicos).
Por ello mismo, los grandes entre los maestros consagrados a la educación
(Tarbía) de los aspirantes se preocuparon de sistematizar y aclarar
las condiciones que deben darse en el que se inicie en el viaje hacia la
Presencia del Señor de los Mundos. As-Suhrawardi dijo: “Cuanto más preciso y exacto es el comienzo más perfecto es el
resultado”. E Ibn ‘Atâ Allah de Alejandría dijo: “Quien
brilla en sus principios resplandece en sus finales”.
Lo que ha de ser
tenido muy en cuenta al comienzo son tres puntos de cuya claridad depende todo
el resto. Nadie debería atreverse a seguir el camino de los sufíes si no es
firme en estas tres primeras condiciones, que son la Ley
(Sharî‘a), el Retorno (Tawba)
y el Maestro (Sháij). Sólo
una vez cumplidos estos tres requisitos, que estudiaremos a continuación y que
tienen como objetivo y fruto la dulcificación del carácter y el dominio sobre
sí mismo, el aspirante (murîd)
puede iniciar el Sulûk Sûfi,
la Peregrinación Sufí...
A la Ley
que nos viene de Allah -la Revelación- se la llama en árabe Shar‘ o Sharî‘a. El aspirante
(el murîd) debe conocer y practicar lo que enseñan el Corán y la Sunna (al-Kitâb
wa s-Sunna), que son las dos fuentes de la Sharî‘a. Al igual que todos los grandes maestros, el Sháij al-Yîlâni
decía: “No hay manera de entrar en el
espacio del sufismo más que a través de la puerta de la Ley”.
El
Shar‘ o Sharî‘a es el Islam en sí en tanto que exigencia, y cumplir con ella es responder a la Revelación. La Sharî‘a
del Islam es la Revelación Suprema y Última.
El Islam como Sharî‘a nos
impone un saber sobre Allah y sobre el mundo, y una ciencia en la que se nos
cuenta lo que Allah quiere de nosotros, y junto a la comunicación de esos
conocimientos la Sharî‘a demanda
seguir estrictamente sus enseñanzas, cumplir sus condiciones, atender a sus
recomendaciones y evitar sus prohibiciones. El sufismo es saborear el Islam,
descubrir su esencia, alcanzar su fondo; en definitiva, es ahondar en la Sharî‘a,
y por ello se ha dicho que el Tasáwwuf
es al-Islâm bi-Dzáuq, el Islam
con paladeo.
El
Shar‘ o Sharî‘a, es decir, el Islam
práctico, las enseñanzas de al-Kitâb
wa s-Sunna, puede dividirse según lo dicho en tres apartados: Cosmovisión
(‘Aqîda), Ciencia (‘Ilm)
y Acción (‘Ámal).
1-
La Cosmovisión (‘Aqîda):
El
término árabe ‘Aqîda significa
originalmente resolución, firmeza. En general, se traduce con frecuencia como Doctrina.
En realidad designa el conjunto de convicciones y percepciones íntimas de una
persona sobre las que fundamenta su acción en el mundo. Es pues la Cosmovisión,
la Explicación que cada cual da a la
existencia y que anida en su corazón, el saber que está en la raíz del modo
en que nos situamos en la realidad. Toda ‘Aqîda
puede ser sahîha,
correcta, si coincide con la verdad, o
bien puede ser incorrecta si es una visión distorsionada de la verdad, una
interpretación errónea o una deformación originada por la confusión o la
maldad. El Islam ofrece su propia ‘Aqîda,
es decir, nos enseña cosas sobre Allah y sobre el mundo.
Las
enseñanzas fundamentales del Islam, la ‘Aqîdat
al-Islâm, están resumidas en la Shahâda,
la doble frase lâ ilâha illâ llâh muhámmadun
rasûlullâh, no hay más Verdad que
Allah, Muhammad es el Mensajero de Allah, cuya pronunciación es el primero
de los pilares del Islam. El significado y alcance de este enunciado esencial
dio origen a muchas interpretaciones, siendo la más correcta la que recibe la
denominación de ‘Aqîdat as-Sálaf,
la ‘Aqîda de los Primeros Musulmanes.
La
‘Aqîda es muy importante porque en
función de su claridad y contundencia será la seguridad del sâlik
sobre la senda. La ‘Aqîda es como
una declaración de intención (niyya) al comienzo del viaje.
La
‘Aqîda del Islam se basa en el Tawhîd
(la Unidad), y por eso también recibe el nombre de ‘Aqîdat at-Tawhîd, Cosmovisión
basada en la Unidad de Allah. Según esto, el aspirante debe saber y sentir
que Allah -su Creador y Señor, y Meta que se ha propuesto- es Uno
(Wâhid). A su vez, el Uno -Allah, la Verdad- es
irrepresentable (al carácter inasible y puro de Allah se le llama Tançîh)
pero está dotado de Cualidades
Positivas (Sifât), es decir,
el ser humano puede relacionarse con ese Absoluto Amorfo (y a esto se le llama Izbât
as-Sifât, Afirmación
de las Cualidades). Allah es Uno, Indescifrable, y a la vez es Poderoso,
Creador, Misericordioso, etc..., es decir, a pesar de su Misterio
tiene un Rostro.
Esto
es importante porque es incorrecta toda ‘Aqîda
que ponga demasiado el acento en el Tançîh
hasta el punto de hacer de Allah algo negativo, remoto, del todo inasequible; y
es incorrecta toda ‘Aqîda que
ponga demasiado el acento en las Cualidades hasta el punto de
‘antropomorfizar’ a Allah, de hacerlo semejante a las criaturas.
El
Tançîh y el Izbât deben complementarse, de modo que nos imaginemos al Uno como
Absoluto e Insondable, y a la vez como algo muy cercano a nosotros. Se ha dicho
que la mejor forma de expresar lo anterior es diciendo que la ‘Aqîda
del Islam se basa en una negación sin anulación y una afirmación sin
comparación, es decir, negamos a Allah cualquier semejanza con las criaturas
pero sin anularlo convirtiéndolo con ello en un concepto abstracto e inútil:
lo afirmamos sin compararlo a nada. De todas maneras, se aconseja huir de las
formulaciones filosóficas y aprender todo lo que se debe saber acerca de Allah
directamente del Corán y de la Sunna (al-Kitâb
wa s-Sunna) donde todo es expresado de la mejor de las maneras. En nuestro
web Musulmanes Andaluces, en la sección dedicada a publicaciones, podéis
encontrar dos exposiciones ampliamente comentadas de la ‘Aqîdat as-Sálaf (la del Imâm at-Tahâwi y
la del Imâm ibn Taimía) y en la sección que consagramos a Ciencias del Islam
podéis encontrar otra Exposición de los Fundamentos, razonada por el Imâm as-Sanûsi
a la manera de los ash‘aríes.
En
cuanto al Profeta, Sidnâ Muhammad (s.a.s.), hay que saber y sentir que fue el
último de los mensajeros de Allah y el maestro supremo para la humanidad, y que
fue Ma‘sûm, Infalible, siendo con ello el maestro ideal (todos los sabios y
maestros obtienen legitimidad al beber de él -s.a.s.-). Con estas seguridades
debemos acoger con respeto y veneración todas y cada una de sus enseñanzas. Él
es nuestro Imâm, nuestro Modelo
supremo.
Puesto
que el Creador es Uno y su último Mensajero fue Muhammad (s.a.s.), el mundo
queda igualado. Musulmanes son quienes no aceptan más Señor que Allah ni más
Profeta que Muhammad (quien a su vez es el heredero de todos los profetas que le
precedieron, quedando todos ellos resumidos en él -s.a.s.-), constituyendo
comunidades de mûminîn, de gentes
abiertas de corazón a su Señor Verdadero.
Por
último, la sinceridad en el Islam (sinceridad a la que se llama Îmân) consiste en palabras, intenciones y actos. El Mûmin
(el musulmán realmente sincero) es el que declara la Unidad de Allah y
acepta a su Mensajero, proclamando su adhesión a las enseñanzas del Islam, y
las practica con corazón sano, sin fingimientos ni pretensiones, buscando
exclusivamente agradar y conquistar a Allah, estableciéndose una relación
basada en la glorificación y el amor.
El
Îmân, la sinceridad en el Islam,
tiene como ejes a Allah, a los ángeles, a la Revelación, al Profeta, a la Resurrección y al Destino. Estos temas, a
los que el musulmán debe abrir su corazón, son las puertas hacia un verdadero
saboreo de lo trascendente.
Lo más temible
dentro del sufismo es la frivolidad en lo que respecta a la ‘Aqîda.
Como hemos visto, la ‘Aqîda es el
punto de partida, la base para todas las certezas, es la luz que debe guiar los
pasos, puesto que nos habla de la Meta que nos hemos propuesto. Toda confusión
es dañina, y se aconseja aferrarse a la literalidad de la enseñanza del Sálaf,
los Primeros Musulmanes, evitando fantasías encarnacionistas,
trinitarias, panteístas, idolátricas, etc. El Sháij Sidi ‘Abd al-Qâdir al-Yîlâni
dijo: “Oh siervos de Allah, oh
aspirantes... Ateneos a la Tradición (Sunna) de quienes os han precedido.
Seguidla y no os desviéis de ella. Obedecedla y no os rebeléis contra ella.
Declarad la Unidad de Allah, y no seáis de quienes le asocian cualquier otra
cosa que no sea Él...”.
En resumen y contra
lo que algunos piensan en occidente, el sufismo no posee una doctrina
‘secreta’ al margen de la que enseña el Islam. El sufí parte de la ‘Aqîda
común a todos los musulmanes y profundiza en ella, agudiza su entendimiento,
pule su percepción, va a las raíces y encuentra las verdades fundadoras, y
esto en el seno de su propia trasformación a lo largo del Camino. Esto es muy
importante porque muchos se equivocan y enfocan el sufismo como si se tratara de
una secta esoterista compuesta de logias misteriosas, y la realidad es
diametralmente opuesta. El sufismo es el Islam asumido y practicado con el corazón,
y ello asoma al aspirante a profundidades abismales en las que saborea la
autenticidad de las enseñanzas de Sidnâ Muhammad (s.a.s.).
2. La Ciencia
(‘Ilm):
La
‘Aqîda nos enseña cosas sobre
Allah, sobre el Profeta, sobre el mundo, sobre la sinceridad,... En árabe se
llama ‘Ilm, Ciencia, al conocimiento de lo que Allah quiere de nosotros. No basta con saber quién es Allah, sino lo que
Él quiere de nosotros, y la Revelación tiene como objeto fundamental
comunicarnos ese saber (esa Ciencia, ‘Ilm).
En el Corán, Allah dice: “No he creado
a los genios y a los hombres más que para que me reconozcan”, es decir,
para que sepan quién soy Yo y qué quiero de ellos. At-Tirmîdzî al-Hakîm
dijo: “Sólo puedes allanarte ante tu Señor si conoces el ‘Ilm”.
Con el término ‘Ilm, Ciencia, nos referimos ante todo al Fiqh, al Derecho musulmán, que nos explica cómo ser musulmanes en la práctica, en todos los aspectos de la vida (espiritualidad, transacciones, derecho de familia, etc.), justificándolo todo en el Corán (al-Kitâb) y en la Práctica del Profeta (as-Sunna). Es necesario tener un conocimiento suficiente sobre todos esos temas para poder después actuar en conformidad a lo que Allah quiere. Conseguir ese saber exige paciencia y esfuerzo. Se le preguntó a un ‘âlim (un experto en materia de ‘Ilm): “¿Cómo has logrado aprender toda la Ciencia que posees?”, y respondió: “Madrugando como los cuervos, con la paciencia y aguante de los camellos, con la avidez de los cerdos, dando vueltas como los perros... Me levantaba temprano para ser el primero a las puertas de los sabios (los ‘ulamâ, los expertos en ‘Ilm) como los cuervos por la mañana, y tenía paciencia cuando me cargaban con el pesado fardo de sus exigencias tal como hacen los camellos, y no me hartaba de devorar conocimientos al igual que los cerdos, y daba vueltas alrededor de los sabios como hacen los perros en torno a sus dueños esperando que le den algo de comer”. Recomendamos igualmente a nuestros lectores la lectura del Tratado de Fiqh que aparece entre nuestras publicaciones, que es un avance de libros y lecciones sobre Derecho Musulmán que irán apareciendo, in shâ Allah, en nuestro web.
El Fiqh, el Derecho derivado del estudio de la Ley Revelada, junto a otras Ciencias Útiles, tiene como objetivo enseñar la rectitud en todas las acciones posibles, y la rectitud (Istiqâma) consiste en actuar en conformidad a la Revelación. Es un saber imprescindible, y su contrario es la ignorancia. Quien carece de Fiqh se dirige hacia Allah sin saber, sin seguir los pasos que Allah quiere, haciendo de su frivolidad un guía ciego. Al-Yîlâni dijo: “Quien se dirige hacia Allah con ignorancia estropea más de lo que arregla”. También decía a sus discípulos: “No debe ser tenido en cuenta el ignorante, por piadoso que parezca. Por riguroso que sea en su ascetismo, su adoración es rechazada porque es manifestación de ignorancia. La ignorancia entera es corrupción”.
No obstante, no se le exige al aspirante que conozca todo lo que se puede saber sobre los aspectos prácticos del Islam, pues se trata de una ciencia inmensa a la que consagrar toda la vida. Basta con que sepa de modo correcto lo más inmediato y urgente y lo que más le ataña, porque lo importante es que se ponga en camino lo antes posible. Lo estrictamente necesario es fácil de conseguir con poco estudio, si bien no dejará de profundizar según su capacidad. Para evitar pérdida de tiempo, es aconsejable buscar un ‘âlim de conocimiento acreditado y virtud irreprochable y sentarse con respeto a escuchar su enseñanza. Así, el aspirante (murîd) conocerá lo esencial del Islam práctico aprendiéndolo imitando la actitud de los Compañeros del Profeta ante el Profeta (s.a.s.), pues junto a la Ciencia irá formándose en la humildad y la cortesía, imprescindibles para continuar en el Islam de forma adecuada.
En cierta ocasión, el Profeta dijo: “Allah da lo que aún ignora al que actúa conforme a lo que sabe”. Si el aspirante se inicia en el conocimiento del Islam práctico (el ‘Ilm, el Fiqh) y actúa de acuerdo a esa enseñanza, acabará adquiriendo una sabiduría profunda que recibe el nombre de Ma‘rifa, y que está más allá de lo que se puede leer en los libros o pueden comunicar los hombres. Pero antes de llegar a ese estado es importante recalcar el papel de la acción conforme a lo que se sabe, aunque lo que se sepa sea al principio poco.
3. La Acción
(‘Ámal):
El
‘Ilm es saber, el ‘Ámal es actuar
en conformidad a lo que enseña la Ciencia. Y es el tercer pilar de la Sharî‘a,
la Ley. No basta con conocer. Al-Yîlâni
decía: “¡Ay del ignorante una vez, ¿cómo
es que no se ha esforzado en aprender la Ciencia?! ¡Y ay siete veces del sabio
que sabe y no actúa en conformidad con lo que sabe porque no aprovecha esa
bendición y al final su misma ciencia lo maldice!”.
Según los sufíes,
la Ciencia no tiene más objetivo que ser puesta en práctica. Acaparar el saber
para luego no darle vida en la realidad es arrebatarle el corazón, y por ello
se ha dicho: “El núcleo del saber es la acción”. Se dice también que la
Ciencia habla y dice al sabio: “Ante
Allah soy un argumento contra ti si no actúas en conformidad a mis enseñanzas,
y soy un argumento en tu favor si me cumples”. Los sufíes afirman que
cuando alguien aprende la Ciencia y deja de lado la Acción, la bendición que
hay en la Ciencia desaparece y se convierte en una carga inútil.
La Acción
(‘Ámal) es una condición esencial
en la Sharî‘a; es más, es su
verdadero objetivo. La ‘Aqîda nos
enseña quién es Allah para que aceptemos sus enseñanzas; después, el ‘Ilm nos dice lo que Allah quiere de nosotros; y nada de esto
tendría sentido si al final no hay Acción por parte del ser humano. La Sharî‘a
es, fundamentalmente la Acción (el ‘Ámal), que es la respuesta que el ser humano da a la exigencia
de Allah.
En el ‘Ámal
-es decir, actuar en conformidad con
la Ciencia para realizar con ello lo que Allah quiere que hagamos- tiene una
gradación: el aspirante debe empezar con lo obligatorio
(wâÿib) y seguir con lo aconsejado
(sunna). Efectivamente, el Fiqh
(el Derecho musulmán, que es la parte
más importante de la Ciencia) enseña cosas que son de obligado cumplimento
mientras que otras son simples recomendaciones. Cuando se haya disciplinado en
el cumplimento de las obligaciones y de las recomendaciones, el aspirante deberá
pasar al cultivo de las cortesías (adab).
Si todo lo dicho
desde el principio de este capítulo hasta aquí es realizado escrupulosamente,
resulta que el aspirante (murîd) es
como si hubiera construido las cinco fortalezas del Îmân (la sinceridad del
corazón), y que son las siguientes: 1- una fortaleza de oro a la que se
llama Yaqîn, Certeza (que es la ‘Aqîda),
2- una segunda fortaleza de plata que es el Ijlâs, la Consagración a Allah (implícita en el estudio
del ‘Ilm), 3- una tercera fortaleza
que es de hierro (el cumplimiento de las obligaciones), 4- una cuarta fortaleza
es de ladrillo (las recomendaciones), 5- y, por último, erige una cuarta
fortaleza de adobe (que es la cortesía en todos los actos).
La santidad de un
hombre se hizo célebre, y el maestro sufí Abû Yaçîd al-Bistâmi
decidió visitarlo en compañía de uno de sus discípulos. Cuando llegaron a la
mezquita en la que les dijeron que podían encontrar al santo lo sorprendieron
escupiendo en el suelo, y Abû Yaçîd dijo a su discípulo: “Vamos.
Si no se puede confiar en que guarde la cortesía legal debida en una mezquita,
¿cómo se puede estar seguro de que sea fiel en la salvaguarda de cosas más
importantes como la santidad?”.
Todo lo dicho desde
el principio de este capítulo hasta aquí sobre la Sharî‘a
y sus tres apartados (‘Aqîda, ‘Ilm
y ‘Ámal) es la indispensable provisión
(çâd) que debe procurar tener en su
posesión todo el que vaya a comenzar la peregrinación (el sulûk) sobre el Camino (Tarîq)
de los sufíes. La sujeción a la Sharî‘a
es la primera condición, la verdadera iniciación, pues es el esfuerzo por
corregir todos los estados del aspirante, habilitándose para emprender el
Retorno hacia la Verdad que lo ha creado.