AHMAD IBN HANBAL

VIDA Y OBRA

 

La Vida de Ahmad ibn Hanbal 

164 - 241 de la hégira

 

índice

 

El entorno en el que se desarrolló

la vida del Imam Ahmad

 

         Hasta ahora ya hemos mencionado la vida estudiantil del Imam Ahmad como un buscador del conocimiento y del hadiz en todas las partes del mundo musulmán y que llegó a ser un imam muy respetado. También hemos mencionado las dificultades que tuvo que afrontar en su vida, pero aún no hemos examinado los orígenes de su sustento y si este fue grande o simplemente adecuado. ¿Aceptó los regalos de los califas, como hizo Malik, Abu Yusuf y ash-Shaybani; o se abstuvo como Abu Hanifa; o mantuvo una postura intermedia como ash-Sahfi’i?. Analizaremos todas estas cuestiones y veremos sus relaciones con los califas antes y después de la mihna.

         Ahmad fue un hombre pobre y sus medios de subsistencia fueron muy limitados. Prefirió la pobreza antes que los bienes, sobre todo si no tenía la certeza de que el estatuto de los mismos era halal, es decir, lícitos y que no infringían ninguna obligación. En muchas ocasiones se vio obligado a alquilarse a sí mismo para trabajar cuando se encontraba sin dinero, prefirió este camino antes que aceptar regalos a pesar de las dificultades que tuvo que soportar. En parte sus ingresos provenían de unas casas que recibió como herencia paterna; según Ibn al-Yawçi, “Ahmad heredó unas tejedurías de su padre las cuales le producían ciertos ingresos por el alquiler de las mismas.” Parece ser que también poseía otras tiendas de las que se deshizo. No obstante, las rentas de alquiler no le alcanzaban para sus gastos, existiendo discrepancias en torno a la cantidad que él percibía, así, Ibn Kazir dijo, “Los ingresos provenientes de su propiedad ascendían a diecisiete dirhams al mes, los cuales gastaba en las necesidades familiares permaneciendo calmo y paciente.” De hecho se trataba de unos ingresos escasos con los que en realidad no podía mantener a su familia, a pesar de ello, si alguien le pedía algo se lo daba. Ibn al-Yawçi dice, “Un hombre le pidió a Ahmad ibn Hanbal las tiendas que eran la fuente de sus ingresos y la casa en la que vivía, y dijo, ‘Esto es algo que yo he heredado de mi padre. Si un hombre viniese y probase que es suyo, lo dejaría y se lo daría todo.’” No aceptaba ni regalo ni ayuda de nadie porque consideraba que depender de la gente era peor que pasar apuros. Para solventar las necesidades de su familia buscó tres caminos que le ayudasen a ello. El primero era recolectar los fragmentos que quedaban tras la cosecha, lo cual estaba permitido. Se dirigía al campo con sus aperos sobre sus hombros y recogía del suelo lo que había quedado en el mismo tras la recolección. Mostraba mucho cuidado en pedir permiso antes de entrar en tierras ajenas y en no estropear lo sembrado. Se narra de él que dijo, “Iba a los campos a pie y recolectaba lo sobrante. Vi alguna gente que estropeaba las cosechas de los demás. Nadie debería de entrar en el campo de otro sin antes pedir permiso.” (Ibn al-Yawçi, al-Manaqib, p.224)

         El segundo método que empleaba era alquilarse a sí mismo como porteador cuando no encontraba otra fuente de ingreso. Y también solía actuar como escriba cuando necesitaba de dinero.

         Adh-Dhahabi dice en su Historia: “’Ali  ibn al-Yahm dijo, ‘Teníamos un vecino que nos envió un libro. Nos preguntó ¿reconoces esta escritura?, y nosotros le dijimos, ‘Es la escritura de Ahmad ibn Hanbal. ¿Cómo fue que escribió esto para ti?’, y contestó, ‘Estábamos en Meca con Sufyan ibn ‘Uyayna y dejamos de ver durante unos días a Ahmad, entonces decidimos ir a buscarle y nos encontramos con que su puerta estaba cerrada, ‘¿qué ocurre?’, pregunté, y él contestó ‘Me han robado la ropa’, y yo le dije ‘Tengo algunos dinares. Si quieres, te los doy como regalo y si no los quieres como regalo te los puedo prestar’, ambas ofertas me las rechazó, y entonces le dije ‘Escríbeme algún libro y te pagaré por ello’, a lo que él sí accedió. Le pagué un dinar y me dijo, ‘Cómprame algo de ropa y córtala en dos piezas de tal forma que pueda usar una para cubrirme la cintura y la otra como manto, y luego tráeme algo de papel. Hice lo que me pidió y fue así como me escribió este libro’”.

         Adh-Dhahabi ha narrado que Ishaq ibn Rahawayh dijo, “Ahmad y yo estábamos en Yemen con ‘Abdurazzaq. Yo estaba en la habitación de arriba y él en la de abajo. En cierta ocasión cuando salía para comprar algo me di cuenta que él se había quedado sin provisión alguna y entonces le ofrecí dinero pero lo rehusó. Le dije, ‘Te lo ofrezco como regalo o como préstamo’, pero volvió a rechazarlo. Entonces tejió algunas cinturillas y las vendió.”

         La tercera forma que tenía de resolver sus problemas económicos era recurrir al préstamo, lo cual no era algo que hiciera siempre, y siempre que tuviera certeza de que sus ingresos eran seguros y pronto a recibirlos y así restituir el préstamo y además siempre y cuando estuviera seguro de que el prestamista no se fuera a ofrecer como regalo y se negase a tomarlo, como sucedió en algunas ocasiones en las que Ahmad devolvió el préstamo a pesar de que el prestamista insistía en no tomarlo. En cierta ocasión tomó prestado 200 0 300 dirhams de un hombre piadoso sabiendo con certeza que su dinero era lícito. Cuando fue a devolvérselo el hombre le dijo, “Abu ‘Abdullah, yo no te lo di con la intención de que me lo devolvieras”, y Ahmad le contestó, “Yo tan solo lo tomé con la intención de devolvértelo”.

 

La negativa de Ahmad a recibir bienes económicos de los califas

         Ya hemos visto como Ahmad se negaba a aceptar regalos y como de escrupuloso era con respecto al Din. Tan solo tomaba bienes y dinero lícito del cual estaba perfectamente seguro en cuanto a su procedencia. En el Zakat adoptó sobre sí las posturas más duras, y así pagaba el Zakat sobre la herencia que era la fuente de su mantenimiento siguiendo la fatwa de ‘Umar cuando conquistó la tierra de Sawad en Iraq.

         El Imam Ahmad mantuvo el mismo proceder cuando el dinero procedía de los califas, aunque aquel se tratase del Zakat recolectado del pueblo. Una de las obligaciones de los califas es gastar el Zakat en el beneficio público, y no hay duda de que ayudar a los sabios es una forma lícita de gastar el dinero, así pues, de haber tomado el dinero lo hubiera hecho de la riqueza de la Comunidad, pero Ahmad esquivó y evitó a los califas completamente, rehusando tomar su dinero cualquiera que fuera la procedencia del mismo.

         Cuando ash-Shafi’i vino a Bagdad por segunda vez y su escuela se difundió allí, Ahmad permaneció dentro de su círculo de estudio y no lo abandonaba excepto para ir a buscar hadices o bien para regresar a su casa. Ash-Sahfi’i se enteró de que Ahmad había ido a Yemen para aprender los hadices de ‘Abdurazzaq ibn Himam y que estaba pasando graves apuros económicos. Entonces se le pidió a ash-Shafi’i que eligiera a un cadí para el Yemen y pensó que sería una buena idea designar a Ahmad y así podría escuchar a ‘Abderazzaq sin los apuros económicos por los que estaba pasando. La propuesta fue rechazada por Ahmad, a quien se le propuso por segunda vez y entonces Ahmad le dijo a su Shayj, “Abu ‘Abdullah, si vuelvo a escuchar de ti esto otra vez no me volverás a ver contigo de nuevo”. Así pues, rechazó esta generosa oferta porque buscaba ser independiente y tener dinero cuyo origen estuviera fuera de toda duda, además él pensaba que las dificultades en la búsqueda del conocimiento incrementaban la firmeza de uno.

         Con respecto a recibir dinero de los califas, los imames pueden ser divididos en tres grupos; un grupo de ellos rechaza firmemente cualquier dinero que provenga de los gobernantes. Entre ellos se encontraban Ahmad, Abu Hanifa y az-Zawri. Abu Hanifa sabía que se exponía al castigo por rechazar los ofrecimientos de al-Mansur, y a pesar de ello insistió en rechazar cualquier regalo que proviniera del mismo.

         El segundo aceptaba los estipendios de los califas y usaban el dinero para solventar las necesidades de los pobres entre la gente de conocimiento, capacitándoles para vivir de una forma honrosa. Entre la gente de este grupo se encontraban al-Hasan al-Basri y Malik. Malik no rehusó tomar los bienes de los califas porque los consideraba como bienes de los musulmanes y encontraba lícito que los hombres de conocimiento, quienes enseñan al pueblo el Din y les instruye en lo correcto y en lo prohibido, pudieran participar en dicha riqueza, ya que su tarea es similar a la del ejército en la defensa de las fronteras del Islam contra el enemigo, y aquella defensa ejercida por el ejército exteriormente es realizada en el interior por los hombres de conocimiento dentro de la comunidad guiando a la misma. Por tanto Malik consideró apropiado recibir esa ayuda y luchó por influir en los gobernantes a través del consejo y las admoniciones.

         La tercera categoría es una postura intermedia entre las dos arriba citadas. Se mostraban partidarios los incluidos en este grupo, de trabajar para los califas y recibir bienes por aparte de éstos, pero el dinero recibido lo empleaban como sadaqa. Si se trataba de un dinero asignado que no constituía un regalo, lo aceptaban, como fue el caso de ash-Shafi’i: el cual fue designado para ocupar un cargo oficial por parte de ar-Rashid cobrando por el desempeño del mismo.

         Así pues Ahmad ibn Hanbal eligió el camino de Abu Hanifa aunque su situación económica fue en muchos momentos bastante precaria, dedicándose a tejer y a copiar libros como fuente de ingresos, mientras que Abu Hanifa fue un hombre acomodado económicamente que contaba con provisiones más que suficientes, que le permitieron satisfacer sus propias necesidades y aquellas de los estudiantes relacionados con él. El califa al-Ma’mun distribuyó dinero entre los sabios del hadiz que se encontraban necesitados y todos menos Ahmad tomaron el ofrecimiento del califa.

         Cuando la época de la mihna finalizó y reinó la calma y la tranquilidad bajo el mandato de al-Mutawakkil, Ahmad fue puesto a prueba de una forma aún más dura, cuando al-Mutawakkil quiso otorgarle grandes sumas de dinero y recubrirlo de honores, Ahmad lo rechazó todo contundentemente y no tomó nada para sí, ni tomó nada para darlo después como sadaqa.