LIBRO DE LA PACIENCIA
Y  DE LA GRATITUD

 

Imam Ibn Qáyyim al-Yauçia

 
PRESENTACIÓN

 

         En cierta ocasión, Sidnâ Muhammad (s.a.s.) -Rasûlullâh, el Mensajero de Allah, el último Profeta- dijo: “El Îmân consta de dos mitades, una es la paciencia y la otra es la gratitud”. Este hadiz es considerado uno de los fundamentos del Islam y este libro del Imam Ibn Qáyyim al-Yauçia está consagrado a explicar su sentido. El Imam Ibn Qáyyim al-Yauçia, discípulo de Shayj al-Islam Ibn Taimía (autor de la ‘Aqîda Wâsitía, cuya traducción íntegra al castellano podéis encontrarla en nuestra sección de publicaciones), fue un aventajado discípulo de su eminente maestro, y al igual que él dedicó su vida a la recuperación de las enseñanzas originales de sidna Muhammad (s.a.s.)

         Islam significa rendición a Allah, y cuando esta claudicación ante la Verdad es absolutamente sincera, cuando es de corazón, recibe el nombre de Îmân. Muslim (musulmán) es quien acepta a Allah como su Único Señor, y mûmin es el musulmán que se abre realmente a la inmensidad sugerida en la palabra Allah. El Profeta se refería al Îmân cuando dijo en las palabras que hemos citado más arriba que la sinceridad espiritual consiste en dos actitudes esenciales: la paciencia (el sabr) y la gratitud (shukr).

         Traducimos sabr por paciencia, pero advertimos que el término castellano sólo abarca una de las manifestaciones de una virtud que en árabe tiene connotaciones más amplias. El sabr es, en realidad, el autodominio, el control de sí, la capacidad que tiene el corazón de desobedecer la tendencia del ego a la comodidad, el derrotismo y la desesperación. Todo empeño es manifestación de sabr, así como toda paciencia, aguante, perseverancia, rectitud, esfuerzo,... El sabr es lo que hace del ser humano un combatiente sabio, que no se deja vencer por las circunstancias, las dificultades, las contrariedades, las desgracias, y se mantiene firme y sigue adelante, a pesar de todo. Hace falta sabr para ser musulmán, para practicar la rectitud, para consagrarse al estudio, para enfrentarse a la pobreza, la enfermedad, la muerte, hace falta esa virtud en todo y es el primer paso hacia la serenidad ... El sâbir, el paciente, el dotado de sabr, es quien está capacitado para afrontar el reto de la existencia, es el que no se viene abajo y resiste los embates del Destino, que son las pruebas de Allah (el balâ o ibtilâ) con las que remueve los cimientos del ser humano para que se manifieste su verdad.

         Por su parte, el shukr, la gratitud, es una virtud extraordinaria ligada a la conciencia y el conocimiento. El shukr es la actitud del que conoce a Allah, se conoce a sí mismo y al universo, se sabe resultado de una Bondad Creadora que le ha dado existencia y se la alimenta en cada instante, la reconoce y se sumerge en ella y manifiesta su admiración expresándola bajo las formas de la gratitud y el elogio, que consiste en dar palabras a lo que siente el corazón. Tan relevante es esta virtud que su contrario, el kufr, la ingratitud, equivale a negación del Islam. El shâkir, el agradecido, es musulmán, mientras que el kâfir, el ingrato, es no-musulmán.

 

EL LIBRO DE LA PACIENCIA
Y DE LA GRATITUD

 

INTRODUCCIÓN

 

         Allah ha hecho de la paciencia (sabr) un corcel que no cae de bruces, y es como una afilada espada que no rebota, igual a un ejército invencible o una fortaleza inexpugnable que ni se derrumba ni permite que se le haga ninguna brecha. La paciencia (sabr) y la victoria (nasr) son hermanas hijas del mismo padre y la misma madre: la victoria acompaña a la paciencia, el alivio va de la mano de la estrechez y la facilidad anida en la dificultad.

La paciencia es, para quien la posee, mejor aliado que los hombres, sin necesidad de armas ni equipos. Es el cerebro de la iluminación, al igual que la cabeza corona al cuerpo. El Leal, el Sincero, -Allah-, ha garantizado a su gente (la gente que practica la paciencia) en la sabiduría de su Libro que Él se hace cargo de recompensarlos sin límite alguno. Y les ha informado que Él está con ellos guiándolos y preparándoles la victoria y una iluminación clara. Allah ha dicho (en el Corán): “Tened paciencia. Ciertamente, Allah está con los pacientes”, y así es como los pacientes logran una compañía que es un bien en el mundo y más allá de él, es una compañía gracias a la cual obtienen favores interiores y exteriores.

De igual modo, Allah ha condicionado el liderazgo espiritual en el Islam a la práctica de la paciencia (sabr) y la certeza (yaqîn), diciendo -y sus palabras son guía para los sensatos-: “Y de entre ellos hemos sacado imames -modelos, jefes- que guían iluminados por Nuestro Mandato, como fruto de la paciencia que han tenido y la certeza que han depositado en Nuestros Signos”.

         Allah ha asegurado, empleando la fuerza de un juramento, que la paciencia es lo mejor que tienen quienes la practican, diciendo: “Si tenéis paciencia,... la paciencia es lo mejor de los pacientes”. También ha afirmado que la paciencia (sabr) y el temor a Allah (taqwà) son una protección en la que no hacen mella las maquinaciones del enemigo, incluso cuando éste se impone: “Si tenéis paciencia y teméis s Allah, no os harán daño sus argucias en absoluto, ¡Allah abarca sus acciones!”. Allah ha dicho del profeta José que su paciencia y su temor a Allah lo condujeron al grado del amor propio y la firmeza, alzándolo por encima de la gente y dotándolo de poder: “Quien teme a Allah y es paciente... Allah no deja que se pierda la recompensa que merecen los excelentes”. Allah ha hecho depender el triunfo de la paciencia y el temor, y lo han entendido los que tienen el corazón abierto hacia su Señor: “Oh, vosotros, los que os habéis abierto a Allah, sed pacientes, perseverad y acuartelaos, y temed a Allah, ¡tal vez triunféis!”.

         Allah ha informado que son gente de su amor aquellos que practican la paciencia, y en esto hay un poderoso estímulo: “Allah ama a los pacientes”. Y ha anunciado tres cosas a los pacientes, y cada una de ellas es mejor que el mundo y todo cuanto contiene: “Felicita a los pacientes, aquellos que cuando una calamidad se abate sobre ellos dicen: ‘Somos de Allah y a Él volvemos’, y anúnciales que las Bendiciones de Allah los abarcan, así como su Misericordia, y que ellos son los bien guiados”.

         Allah ha aconsejado a sus siervos que busquen, en la paciencia (sabr) y en la práctica del recogimiento (salât), fuerzas que oponer a las desgracias en el mundo y en el espíritu, diciendo: “Apoyaos en la paciencia y el Salât, que son difíciles salvo para los que se sobrecogen ante Allah”. Ha hecho que sólo alcancen el Jardín y se libren del Fuego los pacientes, diciendo: “Hoy (el Día de la Resurrección), Yo los recompenso porque han tenido paciencia y ellos son los triunfadores”. Allah nos ha hecho saber que sólo alcanzan el grado de quienes realmente desean la recompensa de Allah y se apartan de lo que promete el mundo los dotados de paciencia, los que sinceramente están abiertos a Allah: “Aquellos a quienes les ha sido proporcionada la Ciencia dicen: ‘Ay de vosotros, la recompensa de Allah es lo mejor para quien ha abierto su corazón hacia su Señor y actúa rectamente, y es algo que no encontrarán más que los pacientes’...”.

Allah también nos ha informado que el bien anula al mal y que con la bondad se puede hacer que un enemigo enconado se convierta en un amigo íntimo: “No son igual el bien y el mal. Elimina el mal con lo mejor, y he aquí que quien era tu enemigo se trasforma en un aliado querido”, pero esta cualidad la alcanza tan sólo quienes practican la paciencia, “...los que tienen una fortuna inmensa”.

         Allah asegura, empleando la contundencia de un juramento, que “el ser humano está en la quiebra, salvo quienes se han abierto a Allah, obran rectamente, se aconsejan mutuamente la verdad y se aconsejan mutuamente la paciencia”., dividiendo con ello a los seres humanos en dos grupos, los de la derecha (los afortunados) y los de la izquierda (los arruinados), y los de la derecha son los que se aconsejan mutuamente la verdad y la paciencia.

Allah ha distinguido a los que practican la paciencia (sabr) y la gratitud (shukr) diciendo de ellos que son los que saben sacar provecho de los Signos de Allah, honrándolos así con esta noble participación en el sentido del Corán: “En esto hay Signos para todo paciente agradecido”. Y ha puesto como condición para su Perdón y Favor la practica de la rectitud y de la paciencia: “Para quienes son pacientes y actúan rectamente son el perdón y una gran recompensa”.

         Allah nos dice en el Corán que la paciencia y el perdón son firmezas que nunca arruinan a quienes actúan conforme a ellas: “Quienes tienen paciencia y perdonan demuestran que son firmes en sus resoluciones”. Allah ordenó a su Mensajero Muhammad (s.a.s.) que tuviera paciencia y le dijo que la paciencia viene de Él, matiz que deshace todas las dificultades ante quien confía en Allah y se inicia en la práctica de esta virutd: “Ten paciencia ante las decisiones de tu Señor, pues estás en Nuestros Ojos”, “Ten paciencia, tu paciencia te viene de Allah. No te entristezcas ni te sientas oprimido por lo que tus enemigos traman. Allah está con los que le temen y los que son excelentes”.

         La paciencia (sabr) es la cuerda con la que el de corazón abierto a Allah se ata a su Señor, y es la pie de su sensibilidad espiritual sobre el que se sostiene: no tiene sensibilidad espiritual (îmân) el que carece de paciencia, y si la tiene es un sensibilidad débil en extremo y quien tiene tan poca se dirige hacia Allah exclusivamente esperando sus favores y no por Él mismo: si un bien lo alcanza se siente en paz, pero si la discordia se abate sobre su corazón da media vuelta y arruina su vida en este mundo y más allá de él. La mejor de las existencias la gozan los dichosos gracias a la fortuna de poseer paciencia a la vez que la gratitud hacia Allah los eleva a los más altos rangos espirituales: tienen dos alas, la paciencia (sabr) y la gratitud (shukr), con las que vuelan a los Jardines del Placer: ése es el favor de Allah que concede a quien quiere, y Allah es el Dueño del Favor Inmenso.

 

         SECCIÓN: El Îmân (la sensibilidad espiritual) tiene dos mitades, una es la paciencia (sabr) y la otra es la gratitud (shukr). Por ello, quien desea darse un buen consejo a sí mismo y ansía liberarse y prefiere su propia felicidad en lo más íntimo de su ser, no debe descuidar estos dos fundamentos inmensos, ni debe apartarse de estos caminos que tienen una meta clara, haciendo de su marcha hacia la eternidad de su Señor un caminar sobre estas dos sendas, para que Allah lo ponga -el Día del Encuentro con Él- en el grupo de los afortunados.

 

 

Significado de la palabra sabr

 

         En su origen esta palabra significa retener, contener e imponer un impedimento o una restricción. La paciencia es una cárcel (habs) que evita, por un lado, al alma entregarse a la desesperación, la inquietud, la angustia y el desasosiego (todo lo cual recibe en árabe el nombre de ÿáça‘), por otro, a la lengua le impide quejarse, y por último, impide a las extremidades golpearse el rostro, rasgarse la ropa, y cosas parecidas.

Un poeta dijo: “Impongo la paciencia a una sabia y, por ello, libre / que se calma, cuando el alma del cobarde asciende”. Con ‘sabia’ se refiere a su propia alma, que es la de un ser libre que tiene dignidad, y no la de un esclavo que carece de ella, y dice que sabe sosegarse gracias a la paciencia mientras que el alma del cobarde siempre está en ebullición.

La idea que subyace en la palabra sabr es la de ‘retener’, y en ese sentido se emplea en muchos hadices en los que pasa a significar ‘encerrar’, y sâbir, el paciente, se convierte en ‘carcelero’, y así se dice que el que encierra (yásbir) a alguien y otro lo mata, el asesino debe ser ejecutado mientras que el sâbir debe sufrir prisión de por vida. También se asocia en otros hadices el término sabr a un juramento, de modo que el que pronuncia uno debe imponerse el cumplirlo. También aparece en contextos jurídicos relacionados con las tutelas y en todo lo que implica un compromiso que debe cumplirse. Incluso cuando alguien debe tomar una medicina amarga, se le llama ‘paciente’ al tener que enfrentarse y soportar algo desagradable. También se aplica a quien aguanta un aguacero torrencial, frío, etc. De la misma palabra se derivan adjetivos que se aplican a la tierra árida que exige grandes esfuerzos y mucha paciencia para sacarle rendimiento. En resumen, el sabr es la virtud de quien sabe ‘juntarse’, es decir, quien hace de su lama un todo frende a las desgracias, las calamidades, las dificultades, lo desagradable, etc. y no se abandona a la desesperación, la angustia, el derrotismo, etc. (todo lo cual recibe en árabe el nombre de ÿáça‘).

Cuando se analiza en profundidad, se ve que las ideas que resume el término sabr son tres: contención (man‘), fuerza (shidda) y concentración (damm). De sabr derivan los verbos sábara-yásbir, tener paciencia; sábbara-yusábbir, imponerse a uno mismo (o a otro) la paciencia; sâbara-yusâbir, imponerle a alguien la paciencia; tasábbara-yatasábbar, esforzarse en tener paciencia; istábara-yastábir, crecer en paciencia, y de todos ellos derivan adjetivos, como sâbir, paciente (sabbâr y sabûr, cuando se es muy paciente); musâbir es alguien que impone a los demás la paciencia; mustábir es el que crece en paciencia, etc.

 

Realidad de la paciencia y opiniones sobre ella

 

         En su esencia (haqîqa) el sabr es un modo de comportamiento virtuoso y meritorio (júluq fâdil) con el que se evita una acción fea. Se trata de una potencia o capacidad (quwwa) del alma en la que radica su corrección y bondad, y es y es su soporte y derechura (qawâm).

         Al-Yunáid dijo de la paciencia: “Es que soportes lo amargo sin fruncir el ceño”.

         Dzû n-Nûn dijo: “Consiste en alejarse de toda contravención, estar en calma cuando se tragan los nudos que se forman en la garganta con las desgracias y mostrarse rico cuando la pobreza se apodera de los medios de subsistencia”.

         Se ha dicho: “La paciencia es mostrar cortesía cuando sobrevienen calamidades”.

         Se ha dicho: “Consiste en ser rico en la desgracia no manifestando queja alguna”.

         Se ha dicho: “La paciencia es saber acompañar a la prueba igual que se acompaña a la salud”. Esto significa que Allah ha establecido una forma de manifestar la sujeción (‘ubûdía) a Él en cada caso, y así como la gratitud debe ser la reacción de su siervo ante una bondad con la que Allah lo favorezca (como la salud), la paciencia es la reacción que el siervo debe tener ante una calamidad que Allah le imponga.

         Ibn ‘Uzmân al-Makki dijo: “La paciencia consiste en ser firme ante Allah al recibir su prueba, dando la bienvenida a la desgracia y haciéndole sitio”.

         Al-Jawwâs dijo: “La paciencia es ser firme en el cumplimiento de lo que ordenan el Corán y la Sunna”.

         Ruwáim dijo: “La paciencia es abandonar la queja”.

         Otro dijo: “La paciencia es apoyarse en Allah y buscar sólo su ayuda”.

         ‘Ali ibn Abî Tâlib dijo: “La paciencia es un caballo que no cae de bruces”.

         Abû Muhammad al-Yarîri dijo: “La paciencia es no distinguir entre el favor y la privación, estando la mente en calma en ambos casos”. Pero esto último ni se puede hacer ni nos ha sido ordenado, porque Allah ha hecho que nuestra naturaleza distinga entre lo bueno y lo malo de modo que preferimos una cosa y detestamos otra. Lo que sí podemos hacer es impedir al alma la angustia y el desasosiego, y no exigirle que le de igual verse favorecida o privada de un bien, tal como dijo el Profeta en su invocación: “Si no estás encolerizado contra mí me da igual todo, pero tu bondad es más ancha para mí”, y estas palabras no contradicen estas otras que dijo: “A nadie Allah le da un bien mejor que la paciencia” porque se aplican una vez que se ha abatido sobre esa persona una calamidad, pues el buen estado anterior es un favor más amplio.

         Abû ‘Ali ad-Daqqâq dijo: “La paciencia consiste en no oponer objeción al destino”, es decir, consiste en evitar la queja (shakwà), pero expresar que se es víctima de una desgracia sin mostrar desesperación no implica impaciencia. Hay dos tipos de queja: quejarse a Allah, y esto es lícito tal como hizo Jacob (“Sólo me quejo de mi desgracia y de mi tristeza a Allah”) y tal como hizo el Señor de los Pacientes (s.a.s.), “Allahumma, me quejo a ti de la debilidad de mi fuerza y mi poca argucia...”. También Moisés dijo: “Allahumma, Tú eres el Elogiado y ante ti se exponen la quejas. Tú eres a quien se implora socorro y Tú eres el Soporte. No hay fuerza ni poder más que en ti”. El segundo tipo de queja es el lamento del desafortunado que exterioriza su desgracia mostrándola y expresándola en palabras dando rienda suelta a la angustia y a la desesperación, y esto es contrario a la paciencia. Sobre este tema volveremos más adelante cuando hablemos de la coincidencia y la discordancia entre la paciencia (sabr) y la queja (shakwà).

         Se ha dicho de la paciencia que es “el valor del alma”, y de ahí que otro lo expresara diciendo: “El valor es soportar el instante”.

         Se ha dicho: “La paciencia es la firmeza del corazón cuando se desbordan las fuentes de la inquietud”.

         Lo contrario de la paciencia (sabr) es el desasosiego (ÿáça‘). El ÿáça‘ es la impaciencia, la inquietud, la desesperación, y es contemporáneo y hermano de la impotencia (‘aÿç), mientras que la paciencia, el aguante, la firmeza, son la materia de la inteligencia (káis, la sensatez, la sagacidad). Si se le preguntara al ÿáça‘ ¿quién es tu padre?, diría: “La impotencia”, y si a la inteligencia se le preguntara ¿quién es tu padre?, diría: “El sabr”.

El corazón es el caballo del hombre sobre el que cabalga hacia el Universo Eterno de Allah (al-Âjira), y la paciencia es el cabestro con la que dirige su alma. Sin las riendas de la paciencia, el caballo se desbocaría y no seguiría un camino, y estaría disperso entre mil estímulos.

Y yo digo que en el alma hay dos energías. Una de ellas es la audacia (iqdâm) y la otra es la prudencia (ihÿâm). La paciencia, en esencia (haqîqa), consiste en poner audacia en aquello en lo que hay provecho y emplear la prudencia para abstenerse de lo que daña. Hay quienes saben poner empeño y se esfuerzan y tienen paciencia para lograr aquello en lo que hay provecho pero son débiles y no tienen aguante ante lo que les daña, y así se emplean a fondo en el cumplimiento de lo que el Islam ordena en cuanto a prácticas espirituales beneficiosas y son constantes en la Obediencia (Tâ‘a, es decir, acatan lo que Allah ordena) pero después se someten a su egoísmo (y caen con ello en la Ma‘sía, la Rebeldía, es decir, cometen aquello que Allah prohíbe). También existen aquellos que son capaces de evitar lo prohibido pero no tienen fuerzas para ejecutar lo que se les ordena. Y hay quienes no pueden ni una cosa ni otra. Los mejores son los que tienen energía para ambas cosas. Hay gente que es capaz de pasar la noche en vela -haga frío o calor- recogidos ante Allah, pero luego no pueden evitar mirar con lujuria hacia las criaturas. Y hay quienes no sienten lujuria en absoluto y carecen de superficialidad, pero no tienen fuerzas para combatir el mal y ayudar al bien y enfrentarse al enemigo y a los hipócritas. La mayoría de la gente no tiene paciencia y aguante en casi nada. Son pocos los que son firmes en todo. Se ha dicho: “La paciencia es la firmeza en los estímulos de la razón y del Islam ante los embates de los estímulos de la arbitrariedad y el apetito”. En resumen, la naturaleza (tab‘), es decir, el carácter materialista y egoísta del ser humano, quiere imponer sus exigencias mientras la razón y el Islam se oponen con sus fuerzas que son la paciencia, el valor y la firmeza, entablándose una guerra cuyo campo de batalla es el corazón.

 

 

Los nombres de la paciencia

 

         La paciencia digna de elogio es la que parte de uno mismo y es resultado de una elección con la que se encarcela al ego y se rechaza la invitación que hace el hawà (la banalidad, la pasión, la arbitrariedad, el capricho, la frivolidad). Tiene diferentes grados por lo que en cada ocasión recibe un nombre distinto en función de aquello a lo que se opone.

Y, así, si la paciencia (sabr) consiste en aguantar los deseos sexuales ilícitos se la llama entonces ‘iffa (castidad), y sus contrarios son fuÿûr (perversión), çinâ (adulterio) y ‘ahr (prostitución). Si con la paciencia se combate la gula, si uno no se precipita sobre la comida ni toma nada inconveniente entonces a esa virtud se la llama sháraf an-nafs (nobleza del alma) o shab‘ an-nafs (satisfacción del alma), y su contrario es el shárah (voracidad), danâa (vileza) y wadâ‘at an-nafs (rebajamiento del alma). Si alguien tiene paciencia y evita pronunciar lo que no debe ser pronunciado, su virtud es el kitmân as-sirr (la ocultación del secreto), y su contrario es la idzâ‘a (la propagación del secreto), o bien es tuhma (acusación), o fahshâ (falta de decoro), sabb (insulto), kádzib (mentira) o qadzf (atentado contra el honor de alguien). Si la paciencia es renuncia de todo lo innecesario para subsistir recibe el nombre de çuhd (ascetismo, sobriedad), y su contrario es el hirs (la avidez), pero si el alma se limita a aceptar lo que le viene, a esa paciencia se la llama qanâ‘a (resignación) y su contrario también es el hirs. Si lo que se reprime con la paciencia es la ira recibe el nombre de hilm (dulzura de carácter) y su contrario es el tasárru‘ (la precipitación). Si la paciencia se emplea para evitar las prisas se la llama waqâr (solemnidad) y zabât (firmeza), y su contrario es el táish (atolondramiento) y jiffa (ligereza). Si con la paciencia se combate el deseo de huir, recibe el nombre de shaÿâ‘a (valor), y su contrario es el ÿubn (cobardía) y jáwar (desánimo). Si el paciente retiene su deseo de venguanza, entonces su paciencia es ‘afw 8disculpa, tolerancia), safh (perdón y olvido de la ofensa), y su contrario es intiqâm (venganza) y ‘uqûba (castigo). Si la paciencia es ante los deseos de retención y la avaricia recibe el nombre de ÿûd (generosidad) y su contrario es el bujl (la avaricia). Si con la paciencia alguien se priva de comer y beber un tiempo determinado, recibe el nombre de sáum (ayuno). Si la paciencia invita al que la practica a dejar atrás la pereza y la impotencia, recibe el nombre de káis (sensatez, lucidez). Si con la paciencia se evita ser una carga para los demás, recibe el nombre de murúwa (madurez, virilidad).

         La paciencia, en toda acción y en toda abstención de un acto, tiene un nombre particular según a lo que afecte. El nombre que los resume es el de sabr. Y esto te demuestra que todos los grados y pasos en el Islam están relacionados con la paciencia, desde el primero hasta el último.

         También es paciencia la justicia (‘adl) que consiste en poner a un mismo nivel los iguales, y su contrario es el zulm (la injusticia). Se la llama samâha (amplitud de espíritu) cuando consiste en realizar lo obligatorio y lo aconsejado con complacencia. Y así es en todos las moradas en el camino del Islam.

 

 

Diferencia entre sabr, tasábbur, istibâr y musâbara

 

         La diferencia entre estas denominaciones de la paciencia tiene que ver con el estado espiritual (hâl) de la persona y su relación con los demás. Si esa persona encarcela su ego y le impide responder a estímulos indeseables y lo hace de forma natural, si esa actitud es su forma de ser y la posee en propiedad, recibe el nombre de sabr.

Pero si se impone a sí mismo ser paciente, si se esfuerza en serlo y se disciplina en la práctica de una virtud que para esa persona es amarga, entonces su paciencia es tasábbur.

Por su parte, istibâr es la adquisición de la virtud de la paciencia gracias al esfuerzo del tasábbur.

Por último, musâbara consiste en enfrentarse a un oponente en el campo de batalla de la paciencia, como Allah exige en el célebre versículo donde ordena a los mûminîn, a los musulmanes sinceros: “¡Oh, vosotros que habéis abierto vuestros corazones a Allah!, tened paciencia, sed constantes y acuartelaos, y temed a Allah ¡tal vez triunféis!”, ordenando el sabr en sí, y también la musâbara que consiste en mantenerse firme ante el enemigo y los avatares del destino por encima de la firmeza y paciencia de esos oponentes, y, por último, les ordena acuartelarse, que es una invitación a insistir en el sabr y en la musâbara de modo que sean constantes e ininterrumpidos en sus vidas, pues la murâbata, el acuartelamiento, que consiste en resistir en un cuartel los embates del enemigo, significa afianzarse en el corazón, que el baluarte de la sinceridad en medio del pecho del ser humano, para que en él no entre hawà, el aire de la frivolidad del ego (nafs) y el demonio (shaitân). Pero ni el sabr, ni la musâbara, ni la murâbata tienen valor ante Allah si no van parejos con taqwà, el temor a Allah. Es decir, que el corazón se sobrecoja al recordar a Allah, Señor de los mundos, es el eje de los comportamientos de un musulmán, y es la condición para el triunfo (falâh), que es la superación de todas las dificultades y la contemplación liberadora de Allah.

 

Tipos de paciencia

 

         Hay dos tipos de paciencia, una es física y corporal y la otra es espiritual e interior, y en ambos casos puede ser a su vez electiva o forzada. Hay por tanto cuatro especies de paciencia.

         La primera es la paciencia física electiva, como por ejemplo la realización voluntaria de acciones costosas para el cuerpo.

         La segunda es la paciencia física forzada, como por ejemplo la sensación del dolor que produce un golpe, una enfermedad, una herida, el frío, el calor,...

         La tercera es la paciencia espiritual electiva, que consiste en privar al ego la realización de aquello en lo que se satisface.

         La cuarta es la paciencia espiritual forzada, como por ejemplo la presión que siente el alma cuando algo le impide alcanzar algo deseado.

         El ser humano comparte con los animales las paciencias forzadas, pues también los animales son resistentes, pero se distinguen de ellos por las paciencias elegidas. No obstante, hay animales capaces de soportar cargas superiores a las que un ser humano puede hacer frente. De igual modo, entre los hombres los hay que tienen con más fuerza un tipo de paciencia concreto de los arriba mencionados, incluso quienes tienen la paciencia de las bestias a causa de la fortaleza de sus cuerpos o su resistencia al dolor, y se les  llama por ello pacientes pero no son del número de los verdaderos pacientes, aquellos a los que se elogia en el Corán, y que son los poderosos en las paciencias elegidas.

         Allah ha exigido al ser humano que practique la paciencia elegida porque su constitución se lo permite, ¿ha hecho otro tanto con los genios (ÿinn)? A esta pregunta los expertos han respondido que sí, porque los genios, al igual que los hombres, son criaturas responsables, y el Discurso revelado va dirigido a toda criatura que, haciendo uso de su libre albedrío, pueda acatar órdenes y abstenerse de lo que se le prohíba, y esto se le llama taklîf (encomienda). Algunos han preguntado, ¿los esfuerzos que deben realizar los genios son del mismo tipo que los que se nos ha encomendado a nosotros?, y la respuesta es la siguiente: sí en lo relativo a las acciones del corazón, como amar, odiar, expandirse, afirmar, ser leal, etc., ellos y nosotros somos iguales en todo eso, pero en lo referente a acciones corporales como la realización de abluciones, la circuncisión, las reglas que afectan a la menstruación, etc. la respuesta es que no, a menos que ellos lo interpreten de un modo acorde a su constitución y a su forma de vivir, pero Allah sabe más.

         ¿Allah ha ordenado a los ángeles (malâika) tener alguna de las paciencias a las que nos hemos referido? Los ángeles no son afectados por el hawà (el aire de la frivolidad y el egoísmo) por lo que el cumplimiento de lo que Allah les exige no entraña para ellos ningún tipo de dificultad. Al contrario, obedecer estrictamente lo que Allah quiere es en ellos lo que el ego en nosotros, por tanto, no necesitan disciplinarse en la paciencia, a menos que en ellos la paciencia sea mantenerse firmes en lo que Allah les encomienda sin combatir ninguna tendencia a desviarse.

         La paciencia (sabr) consiste en obedecer el estímulo (bâ‘iz) que viene de la razón o el Islam frente a los estímulos contrarios que vienen del ego y el apetito. Aquél en quien triunfan los estímulos procedentes del hawà (la frivolidad) y la sháhwa (el apetito) y su resistencia (sabr) es derrotada, acaba sumándose a los demonios. Si en él obtienen preeminencia los estímulos procedentes de su naturaleza material (tab‘) y no tiene en esta vida más preocupación que la de comer, beber y satisfacer su apetito sexual, acaba sumándose a las bestias. Qatâda dijo: “Allah ha creado a los ángeles como inteligencias sin apetitos, a los animales como apetitos sin inteligencia, pero en el ser humano ha dispuesto que haya inteligencia y apetito. En quien triunfe la inteligencia sobre el apetito es de los ángeles y en quien el apetito humille a la inteligencia es de los animales”.

         La criatura humana es imperfecta en su comienzo, y cuando un niño nace no tiene más apetito que el que le mueve a buscar alimento, que es lo que necesita en esos primeros momentos. Cuando aguanta sus ganas de comer practica un modo de paciencia parecida a la de los animales. Cuando crece y empieza a jugar se va preparando para una paciencia elegida, si bien aún en él es muy débil. Sólo cuando aparece en él el apetito sexual su paciencia alcanza toda la fuerza, porque también en él ha madurado la inteligencia que es el motor de la paciencia. Pero la autoridad de la inteligencia no es suficiente para oponerse del todo al poder del apetito y todos sus ejércitos. Comienza entonces, en el ser humano, a despuntar la luz de la Hidâya, que es la intuición espiritual conductora de la sensibilidad del corazón. Su luz aparece como la simple sugerencia de la claridad vespertina, pero no deja de crecer. Esa Hidâya, no obstante, es insuficiente para conocer en detalle todo lo que beneficia y perjudica al ser humano en su otra vida, en su presencia ante su Señor, y, así, cuando asciende el sol de la profecía y su luz absorbe la de la Hidâya, entonces se hace plena la conciencia del ser humano, y el hombre pasa a saber lo que le interesa en este mundo y en al-Âjira, el universo de Allah, y es entonces cuando la inteligencia cuenta con todas las armas para oponerse a los ejércitos del ego y la frivolidad. Entonces tiene lugar la batalla entre los impulsos de la naturaleza y el ego, por un lado, y los de la inteligencia y el espíritu. vence aquél al que Allah auxilia y es derrotado aquél al que Allah confunde, y cada criatura pasa a ocupar su lugar en cada una de las Dos Moradas.

 

 continuación:

Fuerza y debilidad de la paciencia

en su oposición a los ejércitos de la frivolidad