DU'A AL-MUNAYA |
INTRODUCCIÓN
bísmi
l-lâhi r-rahmâni r-rahîm
El Du‘â, la Invocación dirigida
a Allah, es una práctica frecuente y aconsejada en el Islam. Más que su
contenido, importa la intención que la rige. Con ella, el musulmán reconoce
un hecho fundamental: Allah es el Verdadero Agente que gobierna el devenir y
los fenómenos que en él se desenvuelven, y hacia Él orienta entonces todo
su ser. El universo entero está sujeto a Allah y es su signo, y el musulmán
lo vive especialmente en el momento en que se dirige a Él pidiendo su
asistencia.
Con
el Du'â, el hombre reconoce su sujeción a Allah: no es una criatura aislada,
no se endiosa, al contrario, vuelve su mirada hacia la Verdad que relaciona
entre sí todas las cosas, y mira en dirección al que integra cuanto existe
en una realidad armoniosa. Reconoce su ‘Ubudía, su dependencia, frente a la
Rububía de Allah, frente a su carácter absoluto y su libertad que lo
engloban todo sin que nada escape a su hegemonía, y vuelve así la espalda a
la dispersión en la que vive, reuniéndose, y declara con su acto el sentido
más profundo del Islam.
El
Du'â es un momento de recogimiento y contemplación de la inmensidad de Allah.
Normalmente, se hace tras el Salat, cuando el musulmán regresa al mundo con
un saludo de paz tras haber tenido instantes de absoluta disolución en la
Unicidad de Aquél de quien han surgido todas las cosas. Vuelve a la sensatez,
se reconoce a sí mismo en el universo de las vicisitudes y los
acontecimientos, y se da cuenta de su fragilidad esencial, de su
inconsistencia que necesita constantemente del concurso de Allah, el Uno que
hace reales las cosas.
Allah
ha declarado importante el Du'â, y le ha dado la fuerza de algo capaz de
cambiar el destino de las cosas. Y es porque el Du'â pone en contacto a la
criatura y a su Creador, y en ese encuentro amoroso, se funden las voluntades.
Munâÿa
es una forma particularmente íntima del Du'â. En ella, es como si el musulmán
sostuviera una conversación confidencial llena de insinuaciones con Allah,
respondiéndose a sí mismo y afirmándose con fragmentos del Corán, Palabra
Increada del Creador y Señor de los Mundos. La Munâÿa es una constante
evocación de verdades en la que el ser humano se describe y describe a Allah,
y a lo largo de esos reconocimientos refiere sus necesidades, sus debilidades,
sus anhelos, al Único en que puede satisfacerlos. El lenguaje es el de los
amantes y el de los talismanes: se habla con admiración, y se refieren
promesas incumplidas, desafecto, reproches, infidelidades, excusas y olvidos,
se pide perdón y nuevas citas, todo ello expresado con la sinceridad de quien
espera recuperar algo perdido y estimado, y habla a su Dueño, al Dueño de
sus sentimientos, con el corazón. A semejanza de los enamorados, el musulmán
dirige sus palabras a Allah y lo busca con esperanza y amargura. Para
descifrar las claves que contiene una Munâÿa, es necesario estar al tanto de
toda la sensibilidad que hay en el amor puro y el mundo mágico de la palabra,
cuyos signos están en el amor humano y la intuición más radical, tal como
enseñaban los sufíes. Se dejan adivinar los protagonistas, tradicionales en
la literatura árabe, de estas relaciones: el amante, el amado, la pasión, la
entrega, el mensajero, el censor, el despreciador de esos sentimientos, el
incapaz de entenderlos, la fuerza de los sonidos, la capacidad sugestiva de
los nombres...
La
Munâÿa que presentamos es la del Shayj Sidi Ahmad al-‘Alawi, (rádia
llahu ‘ánhu), el cual aconsejaba su recitación una vez al día, o, al
menos una vez a la semana (a ser posible la noche del jueves). Su repetición
la convierte en toda una lección de los principales contenidos del Islam, por
lo que la reflexión en sus significados también es provechosa. No se trata
simplemente de pedir a Allah, sino de reconocerse a sí mismo en el contexto
del universo, de investigar por los pliegues de nuestro auténtico ser con el
deseo de descubrir nuestros propios secretos, penurias, límites, quejas y
posibilidades, en presencia del Uno verdadero.