LA CIENCIA DE LOS NOMBRES

(1)

 

LOS NOVENTA Y NUEVE NOMBRES

 

            Hemos hablando, en la introducción a la Ciencia de los Nombres, del Wâŷib al-Wuŷûd, el Existente por Sí Mismo, que es la razón de nuestro ser y cuyo secreto queda descifrado en los Nombres que el Islam le da, los Nombres que Él mismo se ha dado a Sí  Mismo a través de la Revelación. Conocer esos Nombres (Asmâ) y trasformar el corazón en cada uno de ellos es la empresa que se propone el musulmán que encara con rigor sus posibilidades, y busca primero el significado pleno de cada uno de ellos, para conocer también sus exigencias y responder a ellas, y para, por último, intimar de tal modo con cada Nombre -inspirándose en él- hasta adoptar sus virtudes dentro de los límites de la condición humana.

          Noventa y nueve de esos Nombres fueron recogidos en un hadiz trasmitido por Abû Huráira (radia Allahu ‘anhu), uno de los Compañeros y discípulos del Profeta (s.a.s.). Consagramos este trabajo al estudio de cada uno de ellos.

 

 

El hadiz de Abû Huráira

 

Según Abû Huráira (radia Allahu ‘anhu),

el Mensajero de Allah (s.a.s.) dijo:

Allah tiene noventa y nueve Nombres, cien menos uno.

-Él es Impar y ama lo impar-.

Quien los abarque, entrará en el Jardín.

Él (Huwa) es...

  

 

الله

 

(1) Allâh

 

Allah es, en la lista que el Profeta dictó a Abû Huráira, el primero y el más poderoso y completo de los Nombres del desconocido Wâŷib al-Wuŷûd, el Existente por Sí Mismo, determinándolo de tal modo que lo hace efectivamente presente ante el ojo del corazón del ser humano. Este primer Nombre es pura luz que lo saca de la vaguedad, y Él (Huwa) se hace concreto, tangible, abatiendo las ataduras que sujetan a los hombres al mundo.

Él (Huwa) es un término especial. Es el pronombre de tercera persona, llamado en gramática árabe damîr al-gáib, referencia al ausente. La intuición del Wâŷib al-Wuŷûd nos conduce al deseo de conocer y trasformarnos en quien sea ese misterio insondable, del que sabemos que es la Verdad Absoluta, la razón de nuestro ser, el soporte de nuestra existencia y la meta que nos aguarda, origen, sustento y destino del universo entero y de cada cosa en él, de proporciones tremendas, fuente sobreabundante de toda existencia. Cuando el presentimiento de lo que sea el Wâŷib al-Wuŷûd es una sensación poderosa que pasa a dominar al corazón, éste se sumerge en la inquietud, la incertidumbre, el sobrecogimiento y el deseo intenso, que lo arrastran a buscar aquél al que llamamos de forma vaga “el Existente Por Sí Mismo”, o bien le llamamos Él (Huwa). Este pronombre acaba por revelar sus misterios, desbordando al ser humano, y toma un Nombre Propio (Allah), presentándose a Sí Mismo, saliendo del anonimato dándose un Nombre cuyas resonancias abarcan lo infinito:

 

Se cuenta que  Abû Bakr ash-Shibli dijo lo siguiente:

En cierta ocasión me encontré con una muchacha abisinia inmersa en el Amor. Caminaba agitada por el desierto, con el corazón en un puño, y yo le dije: ‘Sierva de Allah, apiádate de ti  misma y  cuida de tu vida’, a lo que me respondió: ‘Él, Él’.

Yo le pregunté: ‘¿De dónde vienes?’, y ella me dijo: ‘De Él’.

Entonces le dije: ‘¿Adónde vas?’, y me contestó: “A Él”.

-‘¿A qué te refieres con Él?’, y me dijo: ‘Él’.

-‘¿Cómo te llamas?’, y me respondió: ‘Él’.

-‘¡Cuántas veces me vas a decir Él?’, y ella me dijo: ‘Mi lengua no dejará de decir Él hasta que me encuentre con Él’, y luego me recitó estos versos:

‘Por la inviolabilidad del Amor que te tengo, nada puede sustituirte. No tengo interés en lo que no seas Tú. Me han dicho que estoy enferma a causa de la enfermedad que padezco. Y yo digo: Ojalá mi enfermedad no me abandone’.

Entonces, le dije: ‘Sierva de Allah, ¿qué quieres decir con Él? ¿Te refieres a Allah?’. Cuando escuchó la Mención del Nombre de Allah, expiró y la vida la abandonó, ¡Allah se apiade de ella![1].

 

El Imâm al-Gazâli dice que Allah “es el Nombre Propio del Existente Verdadero (al-Mawŷûd al-Haqq), en quien se reúnen los Atributos de la Trascendencia (as-Sifât al-Ilâhía), el calificado por las Cualidades del Señorío (Nu‘ût ar-Rubûbía), el que posee en exclusiva la Existencia Real (al-Wuŷûd al-Haqq)”.

Este primer apunte sobre el Nombre Allah no pretende ser una definición, pues Allah (Nombre Propio, según la Revelación, del Wâŷib al-Wuŷûd) es esencialmente indefinible. ¿Cómo habría de ser de otro modo cuando Él es anterior a todas las cosas, distinto de todas las cosas? No hay límites para Él, ni espacio, ni límite. Nada lo alberga, nada lo condiciona.

Este Nombre (el Nombre de la Majestad, Ism al-Ŷalâla) aparece siempre el primero, y sin embargo su inmensa profundidad es comprendida sólo al final, cuando se pasa a estar al tanto de lo que significan y exigen los demás Nombres, los cuales lo describen en detalle. Y, en el fondo, “únicamente Allah conoce a Allah”, pues es tal Su Grandeza que fuera de Él, nada ni nadie puede abarcarla. Él -el vórtice de nuestro ser, el soporte constante de nuestra existencia-, es Insondable, un Secreto infinito y exuberante, un Misterio retador, absoluta pureza, riqueza desbordada, en la que todo tiene origen y de la que todo depende. Esa Inmensidad impensable es el trasfondo de cada uno de nuestros instantes.

Para empezar, nada, a parte de Él, existe por sí mismo. Todo lo que no es Él, existe gracias a Él. Las cosas son por Él (bi-hi), por sí mismas no existen. En sí, son nada; por Allah (bi-llâh), son lo que son. No se trata de un juego de palabras, sino que es la revelación de la verdad que está en la esencia de las cosas. Comprender lo que significan estas expresiones en toda su radicalidad y a donde nos pueden conducir, es de suma importancia. Por ello, el Corán empieza con la expresión bismil-lâh, con el Nombre de Allah...

          Allah es el Nombre que nos ha sido revelado para designar al Existente Obligado (Wâŷib al-Wuŷûd), es decir, Aquél que existe por Sí Mismo, la Razón de todo lo que existe, de Quien al principio sólo sabemos que es el Creador y Señor de los cielos y de la tierra, el origen de todo y el sostén que rige cada cosa y es su Rey. Pero, observando el universo y analizándonos a nosotros mismos, iremos sabiendo más cosas de Él, pues todo es hecho por Él, y es Su Signo en el que Él queda desvelado hasta cierto punto.

          Es el Nombre propio del Creador, que es descriptible en los términos que hemos señalado al comienzo. Ese Nombre no puede ser aplicado -ni en su sentido auténtico ni metafóricamente- a otro que no sea Él, el Existente Verdadero. El resto de Nombres que estudiaremos a lo largo de este escrito son adjetivos que nos darán idea de Su Secreto, Su Poder, Su Ciencia, Su Acción, etc. Allah es el Centro (Dzât) al que califican esos Nombres de Trascendencia y Dominio.

          No obstante, en lo dicho ya hay claves importantes de una gran relevancia para la vida humana. La Existencia de Allah es absoluta, mientras que la de la criatura es relativa y dependiente. En resumen, sólo Allah existe por Sí, todo lo demás existe gracias a Él. Esto quiere decir que el ser humano es nada en sí, pero es lo que es porque Él quiere que así sea. Es lo que es bi-llâh, en Allah, con Allah, por Allah. Nada tiene la eficacia de Allah. Quien alcanza a comprender lo que esto significa y lo vivencia, ha conseguido descubrir lo fundamental y pasa a existir sobre lo fundamental.

          Quien quiera alcanzar a comprender el significado de la palabra Allâh y participar en ella debe sumergirse en el Taálluh, que consiste en concentrar el corazón y la aspiración en Allah, fluyendo con Él, dejando de verse a sí mismo, sin volverse a otra cosa, sin esperar ni temer más que a Él, en consonancia con lo que hemos dicho: “Sólo Él es real, de Él todo depende”.

El aspirante a saborear el significado del Nombre se ve a sí mismo como criatura sin otro soporte que Allah, el Infinito que está en la raíz de todas las realidades. En sí es nada, con Allah es lo que es. Así, pasa a comprender lo que dijo el Profeta (s.a.s.): “Las palabras más verdaderas dichas por un poeta, fueron las de Labîd: Todo lo que no es Allah es vano...”.

          Quien se asienta sobre su verdad, dejando atrás todos los espejismos, y conscientemente pasa a depender de su Señor Verdadero, entonces se convierte en ‘Abd Allah (Abdullah). Es el hombre (‘abd) en quien se muestra Allah en toda Su Inmensidad, de lo que resulta que su rango espiritual es el más elevado. En realidad, sólo se comprende la magnitud de lo expuesto cuando se concluye el estudio que vamos a iniciar, pues el Nombre Allah resume en sí todo lo que diremos, y de ahí su grandeza. Es citado al comienzo, porque Él está al principio, pero se entiende su alcance al final, cuando la persona ha entendido y ha realizado en sí todo lo que exigen los demás Nombres. Por tanto, Allah está al comienzo, como sucede en la verdad, pero la conclusión al final supone una resurrección para el hombre, pues se cierra el círculo y surge el ser humano que ha comprendido a su Señor.

En realidad, Allah es el Nombre Supremo (al-Ism al- Á‘zam) y el Conocimiento Más elevado, al ser la síntesis de todo lo que diremos, y accede a su plenitud quien ha ido ascendiendo por lo que los demás Nombres le irán revelando y exigiendo.

 

continuación


[1] Ibn ‘Atâ, al-Qasd al-Muŷarrad, pp. 62-63.